Columna

La ciudad del cuarto de hora

En el espejismo de las calles sin coches, del aire sin humo y del sonido de los pájaros hemos llegado a pensar que en la ciudad otra vida es posible

Varios ciclistas usan el carril bici del Paseo Sant Joan (Barcelona).Albert Garcia

Muchos hemos entablado una nueva relación con el tiempo y con el espacio durante el confinamiento. En el espejismo de las calles sin coches, del aire sin humo y del sonido de los pájaros hemos llegado a pensar que en la ciudad otra vida es posible. Han pasado apenas unos días y esa sensación comienza a quedar ya lejos, pero incluso antes de todo esto hubo gente que imaginó cómo volver a humanizar un entorno urbano cada vez más hostil.

Uno de ellos es Carlos Moreno, profesor e investigador franco-colombiano, precursor de las ideas del crono-urbanismo y de “la ciudad del cuarto de hora”. ...

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Muchos hemos entablado una nueva relación con el tiempo y con el espacio durante el confinamiento. En el espejismo de las calles sin coches, del aire sin humo y del sonido de los pájaros hemos llegado a pensar que en la ciudad otra vida es posible. Han pasado apenas unos días y esa sensación comienza a quedar ya lejos, pero incluso antes de todo esto hubo gente que imaginó cómo volver a humanizar un entorno urbano cada vez más hostil.

Uno de ellos es Carlos Moreno, profesor e investigador franco-colombiano, precursor de las ideas del crono-urbanismo y de “la ciudad del cuarto de hora”. Su propuesta es reconfigurar los barrios de modo que cada persona tenga los servicios primordiales —educación, trabajo, sanidad, ocio…— a no más de 15 minutos de su casa. Se trata de poder ir a la mayoría de los sitios habituales a pie o en bicicleta, de revitalizar el comercio de proximidad, de disfrutar más y mejor de los espacios públicos, de facilitar una nueva relación entre vecinos, de reducir el número de automóviles… “No es una transformación instantánea, es una ambición, una hoja de ruta, un camino. Es un viaje para encarnar los lugares, encontrar a la humanidad al final de la calle, dotar de corazón al corazón de la ciudad”, afirma Moreno.

Pero para que este tipo de ideas prosperen hay que convertirlas en políticas públicas y eso es lo que pretende hacer en París la recién reelegida alcaldesa, Anne Hidalgo, que incluyó la ciudad del cuarto de hora en su programa electoral. Su ambición es haber convertido París en la primera gran ciudad del mundo (casi) sin coches al final de su segundo mandato. Como anticipo, durante la pandemia Hidalgo ha prohibido prácticamente todo el tráfico de vehículos de motor en la Rue de Rivoli y ha proyectado 50 kilómetros adicionales de vías ciclistas.

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Su apuesta verde la ha llevado a revalidar la alcaldía en unas elecciones municipales en las que los ecologistas a lo largo del país han obtenido una victoria sin precedentes.

Muchas otras ciudades llevan años con diversas fórmulas para acabar con el imperio del coche: Ámsterdam, Copenhague, Ottawa —que introdujo recientemente la ciudad de 15 minutos—, Pontevedra, Nagoya. Pero ninguna del tamaño de la capital francesa. En Barcelona y Vitoria se está experimentado con las “supermanzanas”, para desviar el tráfico a vías principales y devolver las calles “interiores” a los vecinos. Madrid está estudiando también esta idea.

Ahora o ¿cuándo? La ONU calcula que el 68% de la población mundial vivirá en ciudades para 2050. Hay que aprovechar estos momentos propiciados por la crisis antes de volver a sucumbir en la inevitabilidad de las inercias. Como han demostrado los votantes franceses, el deseo de cambio de la ciudadanía está ahí.

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