Análisis

Nace otro catalanismo

Marta Pascal dejó sus cargos hace dos años por defender a su partido frente a la ingerencia de Puigdemont

Marta Pascal, elegida este sábado secretaria general del nuevo Partit Nacionalista de Catalunya (PNC).Glòria Sánchez (Europa Press)

Ha nacido otro catalanismo. Con la celebración del congreso constituyente del Partit Nacionalista de Catalunya (PNC) y la elección, ayer, de la antigua coordinadora del posconvergente PDeCAT, Marta Pascal, como secretaria general, a las formaciones indepes les ha surgido un rival potencialmente formidable.

Lo es porque se trata de un esqueje del mismo árbol soberanista. Inatacable como producto de enemigos o antipatriotas. Y moderado. Cierto que el PNC busca las máximas competencias posibles para Cataluña, en la estela de su admirado PNV.

Pero rechaza alcanzarlas mediante cualqui...

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Ha nacido otro catalanismo. Con la celebración del congreso constituyente del Partit Nacionalista de Catalunya (PNC) y la elección, ayer, de la antigua coordinadora del posconvergente PDeCAT, Marta Pascal, como secretaria general, a las formaciones indepes les ha surgido un rival potencialmente formidable.

Lo es porque se trata de un esqueje del mismo árbol soberanista. Inatacable como producto de enemigos o antipatriotas. Y moderado. Cierto que el PNC busca las máximas competencias posibles para Cataluña, en la estela de su admirado PNV.

Pero rechaza alcanzarlas mediante cualquier procés unilateral, ilegal y no pactado. Y como recoge buena parte del sentir, y de gentes procedentes de ese mundillo, tiene la ocasión de abrir brecha propia en él.

En su mejor hipótesis, un intersticio suficiente como para acabar con la hegemonía del rupturismo neocarlista, e inducirle así a rebobinar, como ya han hecho algunos dirigentes del nuevo partido.

Nace el PNC en un escenario óptimo para fraguar una alternativa al caos anímico, el desconcierto estratégico y la inquina mutua en que deambulan los dos partidos del Govern, esperando unas elecciones en las que ambos aspiran al cetro.

El universo posconvergente resulta infernal. Con un president desahuciado; la CDC pujolista original recién cerrada por latrocinio en el caso Palau y la portavoz parlamentaria procesada por presunto desvío de fondos públicos a los amiguetes...

...Y con el hombre de Waterloo, Carles Puigdemont, que por vez primera embiste en público contra la dirección de su propio partido, el PDeCAT (David Bonvehí y alcaldes de prestigio) por negarse a autodisolverse con la fantasmal Crida de Jordi Sánchez, como era su designio. Un profeta desarmado por lo suyos. De momento.

El universo de Esquerra se empeña por su parte en practicar el seguidismo del radicalismo posconvergente, por miedo al tirón electoral de Puigdemont y a que le tilden de traidor. Hasta el extremo de que olvida su vocación pragmática y logra encaramarse a la irrelevancia política.

De todos los grupos surgidos tras el fiasco del procés, el PNC, fraguado en la reflexión del grupo de Poblet, es el que cuenta con más bazas para liderar un nuevo proyecto catalanista, quizá con el apoyo de los democristianos de Units per Avançar.

Porque se inició con un debate de ideas y no en una conjura por poltronas.

Porque cuenta con un liderazgo conocido, poco vulnerable: Marta Pascal dejó sus cargos hace dos años por defender a su partido frente a la ingerencia de Puigdemont; renunció a su escaño en el Senado; y realizó un potente examen autocrítico (Perdre la por, prologado por Iñigo Urkullu, editorial Catarata).

Y porque empieza a tener red, rodeada de exalcaldes y jóvenes profesionales, treintañeros. Forman una malla capaz de recoger a muchos náufragos.


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