Columna

Los inmigrantes, ¿otra vez olvidados?

Elegir ahora olvidar a la inmigración no camuflará a las personas que anhelan llegar en la UE

La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, en una imagen de archivo.

La Comisión Europea y el conjunto de las instituciones europeas acaban de impulsar un plan de relanzamiento histórico y esperanzador para hacer frente a la catástrofe humanitaria y económica provocadas por la pandemia de la covid-19. Nunca, desde el nacimiento del proyecto europeo, una medida de este calibre podía haber sido imaginada dentro de su lógica competitiva de mercado. El plan de relanzamiento se articula entre ayudas financieras, transición ecológica y creación de proyectos económicos comunes. Una revolución, en la medida en que suspende la política de suicidio colectivo derivada del...

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La Comisión Europea y el conjunto de las instituciones europeas acaban de impulsar un plan de relanzamiento histórico y esperanzador para hacer frente a la catástrofe humanitaria y económica provocadas por la pandemia de la covid-19. Nunca, desde el nacimiento del proyecto europeo, una medida de este calibre podía haber sido imaginada dentro de su lógica competitiva de mercado. El plan de relanzamiento se articula entre ayudas financieras, transición ecológica y creación de proyectos económicos comunes. Una revolución, en la medida en que suspende la política de suicidio colectivo derivada del patrón de estabilidad que ha ido pertinazmente desarmando a la UE. La responsabilidad de la presidencia alemana, que debe empezar el 1 de julio, es enorme: poner en marcha las decisiones ideadas, pese a las inevitables contradicciones de intereses entre los países miembros. Será complicado pasar de los planes a la realización práctica. Desde el inicio, se detectan lagunas que pueden otra vez minar y bloquear el propósito global. Entre ellas, la cuestión central de la política migratoria de la UE.

Precisamente, en esta materia, Ursula von der Leyen había prometido pergeñar una verdadera estrategia a corto y medio plazo y cerrar un acuerdo entre los 27. Había que contemplar el asilo y, con ello, la reforma de los acuerdos de Dublín sobre la ayuda a los países de primera entrada y un acuerdo para los procedimientos de desembarque de los migrantes rescatados en el mar. También, avanzar en el fortalecimiento de la cooperación con los países de tránsito y origen de los migrantes. En suma, un borrador denominado pacto para la migración debía ser presentado con ocasión del cambio de presidencia. Sin embargo, lo visible hasta ahora es que de momento no es una prioridad inmediata integrarlo en la nueva agenda política, con el pretexto de la crisis del coronavirus y la falta de acuerdo sobre las ayudas a los países limítrofes. Es decir, un bucle de demoras sobre la cuestión de la inmigración.

¿Cuántas veces haría falta recordar que la gestión de los flujos migratorios es una necesidad fundamental para el porvenir demográfico y económico de la UE? ¿Será que la presidencia alemana considera que el proceso de renacionalización de la política migratoria, generalizado desde 2015, puede reemplazar a una política común europea que apueste por un porvenir compartido e integrado? ¿Basta con que se hayan percibido irrelevantes, estos tres últimos meses, las llegadas de refugiados e inmigrantes para deducir que la inmigración no merece figurar en el programa oficial? Esta decisión no es sólo errónea, también es preocupante. Elegir ahora olvidar a la inmigración no camuflará los inmigrantes que anhelan llegar en la UE. Por mil razones, la demanda de acogida ira creciendo desde África del norte y subsahariana, los países del Este y Asia. Falta, desgraciadamente como siempre, una visión prospectiva sobre este reto histórico.

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