Columna

Cómo vender ciencia

Las conspiraciones deben ser confrontadas en el mercado de ideas

Ensayos con humanos de una de las vacunas para la covid-19.AP

A medida que se acerque el momento de la vacuna contra el virus, las teorías de la conspiración ganarán espacio en las mentes, en los whatsapps y en discursos públicos. No sólo de cantantes, actores, y algún que otro rector, como hemos visto estos días. Las conspiraciones no son neutras, ni meros entretenimientos: en varios lugares ya han favorecido rebrotes de infecciones allí extintas. Imaginemos el preocupante alcance que pueden tener ante una nueva enfermedad combatida con la vacuna más apresurada de la historia, con los previsibles ajustes que conllevará un proceso tan acelerado....

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A medida que se acerque el momento de la vacuna contra el virus, las teorías de la conspiración ganarán espacio en las mentes, en los whatsapps y en discursos públicos. No sólo de cantantes, actores, y algún que otro rector, como hemos visto estos días. Las conspiraciones no son neutras, ni meros entretenimientos: en varios lugares ya han favorecido rebrotes de infecciones allí extintas. Imaginemos el preocupante alcance que pueden tener ante una nueva enfermedad combatida con la vacuna más apresurada de la historia, con los previsibles ajustes que conllevará un proceso tan acelerado.

El vértigo lleva a muchas voces a responder a la conspiración con una mezcla de burla, miedo y prohibicionismo. Pero ya deberíamos saber que la letra no entra con sangre ni con estigma. Al contrario: se corre el riesgo de fortalecer la posición victimista de la que parte la mayoría de conspiraciones. La posición contraria, un “toda opinión es respetable” revestido de condescendencia, no es mejor, porque nos deja sin herramientas dialécticas.

No: las conspiraciones deben ser confrontadas en el mercado de ideas. Los psicólogos Guido Corradi e Iria Reguera me explican que la investigación en su disciplina apunta a que las conspiraciones funcionan porque son cercanas y útiles para la audiencia: ofrecen respuestas comprensibles que reducen la incertidumbre, atendiendo a ciertos miedos e intereses. Así que, lo primero es empatía analítica: entender la naturaleza de dichas motivaciones. Lo segundo, igualmente importante, es convertir la alternativa científica en accesible sin dejar de ser detallada: cuando una persona entiende los mecanismos específicos que hay detrás de, por ejemplo, el funcionamiento de las vacunas, a su mente le resulta más difícil rechazar la explicación.

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Ni así competirá la ciencia en pie de igualdad: los intereses o miedos pueden ser inaccesibles para la evidencia (los extremos ideológicos motivan conspiraciones). Además, la propia naturaleza del proceso científico, siempre cuestionándose a sí mismo, impide la producción de certezas inamovibles. Pero vale la pena exponer que es ahí donde radica su mayor utilidad: en la capacidad de mejorar sus propias herramientas. Idealmente la vacuna será, cuando llegue, una de ellas. Ni única ni infalible, pero sí mejor que las alternativas. Los discursos que la defiendan deberán estar a esa misma altura. @jorgegalindo

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