Un árbol como cuestión de Estado en México
La instalación de un ahuehuete en el Paseo de la Reforma de Ciudad de México acompaña desde 2022 la batalla política entre la presidenta Sheinbaum y sus adversarios
Tenía 20 años cuando llegó a Ciudad de México. Pesaba 10 toneladas y medía 12 metros. La bienvenida, el 5 de junio de 2022, estuvo a la altura del tratamiento reservado a un dignatario de primer orden. Claudia Sheinbaum, en ese momento jefa de Gobierno de la capital, lo saludó como representante de “la lucha por la justicia y por la paz” y pidió recordarle como testigo de “la grandeza de México”. Las palabras de la actual presidenta dejaban la vara muy alta. El destinatario de ese rosario de alabanzas era un ahuehuete, un árbol autóctono que en lengua náhuatl significa “viejo de agua”, en referencia a su longevidad y tendencia a crecer en terrenos húmedos. Lo trasplantaron de un vivero a una glorieta del Paseo de la Reforma, la avenida más distintiva de la ciudad, y así comenzó esta breve historia de un símbolo convertido en cuestión de Estado.
El ahuehuete no logró salir adelante y desde mayo de 2023 lo está intentando su sustituto, otro ejemplar de la misma especie. Durante la agonía del primero, su supervivencia acompañó la batalla política entre Sheinbaum y sus adversarios, ansiosos por establecer paralelismos entre el proyecto de la mandataria de izquierdas, la llamada Cuarta Transformación, y la precariedad de ese árbol que perdía su follaje con el paso de los días. Las autoridades hicieron lo posible por salvarlo, sin éxito. Por momentos se tambaleaba la apuesta del Gobierno local, que en 2022 había querido reemplazar una palmera centenaria afectada por un hongo. La alcaldesa anunció una consulta popular para elegir la nueva siembra y la opción del ahuehuete, con casi 80.000 votos, ganó a otras como una jacaranda o un fresno.
La instalación del primer árbol, al margen de la elogiosa acogida, fue un compendio de las penalidades de una urbe magnética, pero imprevisible. A los dos días, un vehículo chocó contra la rotonda. Meses más tarde, un hombre vertió cemento en el perímetro de la segunda planta y fue detenido. Como consecuencia de la exposición y vulnerabilidad, el césped está protegido ahora por una valla circular. Al mismo tiempo, esa barrera aleja a vecinos y transeúntes de su renovado símbolo y dificulta la observación del crecimiento del ahuehuete.
La plaza, a un tiro de piedra del Ángel de la Independencia, otro emblema de Ciudad de México, fue rebautizada como Glorieta del Ahuehuete, aunque también como Glorieta de las y los desaparecidos. El espacio fue ocupado por colectivos de activistas cuando fue extirpada la palmera enferma y comenzó el levantamiento improvisado de un memorial. En un país que este año superó la escalofriante cifra de 125.000 desaparecidos, según datos oficiales, cualquier anhelo de justicia y de paz, como el que subrayó la presidenta, debe pasar por un reconocimiento al dolor de las víctimas.
“La Glorieta de las y los desaparecidos es el lugar en el que cada familia puede poner la fotografía de sus seres queridos desaparecidos. Seguirá siendo un espacio de espera y de memoria contra la desaparición”, declararon en su momento los allegados, que quisieron dar un nombre al árbol. El guardián: así llamaron este ahuehuete, invocando su protección para mujeres y hombres que ya no están, en la inmensa mayoría de los casos jóvenes y presas del crimen organizado.
Hoy, en las bardas que rodean la glorieta hay un enorme mosaico de fotografías. Allí está Luz Adriana de las Rosa Cariaga, desaparecida en Piedras Negras, en la frontera con Texas, el 5 de septiembre de 2021. Tenía 26 años; Christian Iván González Rueda, de Veracruz, del que no se sabe nada desde el 10 de febrero de 2022; o Juana María Mendoza Contreras, desaparecida en marzo de 2021 en Guanajuato. Y cientos de mexicanos y mexicanas más. Detrás de la valla, el ahuehuete, que no luce todavía frondoso e imponente: una planta que es mucho más que un árbol por la carga simbólica que todos le atribuyen. Una muestra vital de esperanza en la que muchos adversarios del Gobierno siguen viendo un emblema caduco.