México resucita las cabinas telefónicas en un mundo de celulares
La empresa eléctrica nacional instala cerca de 900 teléfonos públicos nuevos repartidos en comunidades rurales que dan llamadas gratis e internet. “Es de gran ayuda para las personas que no tienen o que a lo mejor se quedan sin saldo”
Un poste negro de aproximadamente ocho metros de altura pasa desapercibido entre las conocidas columnas grises de telefonía que abundan en la comunidad de San Martín, Colón, en el Estado de Querétaro. La diferencia entre ambos no está solamente en el color, también en la función: el nuevo poste tiene un pequeño compartimento color guinda desde el que se pueden hacer llamadas en México y a Estados Unidos y Canadá. También da conexión a internet. Es el regreso de las cabinas telefónicas en comunidades rurales o en zonas alejadas de las ciudades. El resto del mundo hace años que ignora esos aparatos instalados en las calles como si fuera un adorno invisible.
“Es de gran ayuda para las personas que no tienen teléfono o que a lo mejor se quedan sin saldo”, resume Mariana Crescencio, una mujer de 39 años que atiende una frutería muy cerca de una de las nuevas cabinas. Dice que ha visto que al menos 10 personas la utilizan cada día. “Varios bajan de todos lados y, cuando necesitan una llamada, pues ahí la hacen”, comenta.
Mientras en Ciudad de México y en otras grandes ciudades las cabinas se han ido retirando y apenas se ve a gente usar las que aún existen desperdigadas por algunas de las principales avenidas, la Comisión Federal de Electricidad (CFE) mexicana ha instalado estos nuevos teléfonos públicos en poblaciones remotas donde las comunicaciones no están garantizadas. Desde que comenzó el programa en 2024, se han colocado 847 en todo el territorio según datos de la empresa pública que da el servicio eléctrico.
Una de ellas se encuentra en el poblado de Vizarrón, famoso por sus minas de mármol y una de las entradas a la Sierra Gorda de Querétaro. Está ubicada en una esquina de la plaza principal del pueblo y pasa desapercibida entre el tumulto de gente y puestos de comida que se concentran un sábado por la tarde en la explanada. En ese momento, el locutorio no funcionaba, pero Reina Sánchez, de 42 años, asegura haberla utilizado un mes antes para llamar a sus hijos. Y ella, que toma clases de zumba una vez a la semana en la plaza, ha visto a más gente darle uso: “En el rato que yo estoy, unas tres o cuatro personas”.
Judith González, de 55 años, y Noemí de la Vega, de 75, observan a los niños que juegan frente a ellas en el zócalo del pueblo. Ninguna de las dos conocía el servicio y se mostraron desconcertadas cuando se enteraron de que cualquier persona puede hacer uso de la cabina. “Yo pensé que era para emergencias”, comenta una de ellas. No les sorprende que el artefacto esté averiado y no dudan en señalar a los culpables. “Los niños nada más están jugando”, refiere De la Vega. Del otro lado de la plaza, un grupo de personas que come en uno de los puestos de comida les da la razón. “Luego los niños están colgados [del poste]”, suelta uno de los comensales.
En una heladería en los alrededores de la plazuela, José Vega, de 22 años, tampoco se había enterado de que había una cabina nueva. “Cuando acordé, ya estaba”, recuerda. Algunos vecinos de Vizarrón dicen que la gente llega al aparato de casualidad o por curiosidad. La CFE cuenta con un mapa en el que se puede consultar la ubicación de las cabinas, pero no detalla la localización exacta. Son las autoridades municipales las que deben solicitar el servicio a la CFE, que también recibe los reclamos por fallos de funcionamiento.
Dulce Medina, una empleada de una ferretería cercana a uno de los aparatos de San Martín, cree que es muy útil para su comunidad. “Está bien porque hay muchas personas que a lo mejor no cuentan con un teléfono y pues les es de mucha ayuda”, señala, aunque se queja de la conexión a internet. Samuel Merino, de 32 años, coincide con ella. “El internet antes sí agarraba y sí había mucha gente ahí por los datos”.
Detrás del mostrador de la frutería que atiende, Crescencio, en cambio, no tiene quejas por un servicio que es gratuito. Sí recuerda que la cabina se ha descompuesto al menos en una ocasión, pero los mismos usuarios reportaron la falla y, asegura, en un par de días, ya estaba de nuevo en funcionamiento.