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Hay Festival |Juan Villoro: “Estamos en el momento preciso para reformular lo humano”

En conversación con el periodista Francesco Manetto, el escritor habla sobre su libro ‘No soy un robot’ y la inminente permanencia de la inteligencia artificial en la vida cotidiana

Después de leer detalladamente el libro No soy un robot (Anagrama, 2025) del escritor mexicano Juan Villoro, el periodista Francesco Manetto le preguntó a ChatGPT si se consideraba creativo. La respuesta afirmativa le pareció inquietante. La inteligencia artificial le respondió que sí, que era creativo porque podía crear contenidos originales, historias, e incluso chistes; sin embargo, respondió que su creatividad era “limitada”, porque carecía de intuición, de sentimiento y emociones. Esa respuesta, asegura Manetto, se parece demasiado a lo que cualquier humano hubiera respondido.

Aunque No soy un robot alerta de varias formas sobre los peligros inminentes que ha traído consigo la llegada de la inteligencia artificial a la vida cotidiana de los seres humanos, también es una especie de alegato por la creatividad. Una posibilidad, dentro de las muchas posibilidades infinitas que ofrecen este tipo de tecnología, para repensar lo que nos hace humanos.

Atributos únicos que difícilmente una máquina podría replicar, como el experimentar sufrimiento, enamoramiento, un corazón roto, la necesidad de transformar el dolor o la alegría en arte; la sugestión humana... el autoengaño. “Creo que este es el momento preciso para que redefinamos lo humano, porque solemos hablar de lo humano como si supiéramos qué es”, dice Villoro, durante una conversación con el periodista de EL PAÍS, la noche de este jueves en el Hay Festival de Querétaro.

Afuera cae un aguacero que no da tregua. La lluvia todavía se escucha de fondo, y sirve también de telón para que Villoro explique dos de las cosas que más le preocupan y que ilustra en su libro: además de la sustitución masiva de muchos puestos de trabajo ocupados antes por humanos y ahora por máquinas, el impacto ecológico que está ocasionando actualmente el uso de las inteligencias artificiales, conocidas como IA. El autor levanta su vaso de agua y asegura que poco más de la cantidad del líquido que sostiene se usa para enfriar los servidores que dan soporte a esas tecnologías, con apenas haber tecleado 100 palabras en sus buscadores.

Su libro lleva un título que alude a los pequeños recuadros que aparecen cuando se navega en una página de internet para verificar que, efectivamente, quien está accediendo a los contenidos es un humano: “Hay una casilla que tenemos que tachar que dice ‘no soy un robot’. Nos definimos como humanos. Nunca antes la humanidad había tenido que decir que todavía sigue siendo humana. Y la gran paradoja es que quien nos acredita como todavía humanos es una máquina, un robot [...] Tenemos que demostrar no solo que no somos distintos a las máquinas, sino que hacemos cosas que ellas no”, dice.

Villoro analiza en su libro, además, que lo que hacen las inteligencias artificiales es exclusivamente procesar datos: “Si tú le preguntas a la máquina por qué dio un resultado, la respuesta es ‘porque era necesaria para resolver el problema’, pero no te dice cuáles fueron los pasos, las secuencias para llegar ahí. Yo recuerdo que cuando había que despejar una ecuación no se valía poner el resultado, había que poner los pasos y explicarlos para que el profesor se diera cuenta de que habías llegado de una manera lógica a la conclusión, y no por azar o por suerte”.

La conversación, en el Teatro de la Ciudad, en el corazón de Querétaro, fluye entre los temores inminentes de lo desconocido, y la esperanza que significaría, de usarla de maneras más conscientes y creativas, para compartir ideas y conversar y generar encuentros personales más allá de las pantallas y los algoritmos. El autor y el periodista coinciden, en que más allá del sentimiento apocalíptico que podría generar el arribo de las nuevas tecnologías, siempre está el encuentro con lo tangible, los libros, las lecturas. Villoro concluye: “No sabemos por qué [la IA] nos dio tal o cual respuesta, y si no lo sabemos, lo único que nos queda es creer en la máquina, lo cual convierte la máquina en un artículo de fe. Rara vez se equivoca, pero sí podría equivocarse”.

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