Saúl Alvídrez, de líder estudiantil en el #Yosoy132 a juntar en un libro a Noam Chomsky y Pepe Mujica
El documentalista mexicano presenta ‘Chomsky & Mujica. Sobreviviendo al siglo XXI’, una obra en la que el politólogo estadounidense y el expresidente uruguayo reflexionan sobre algunos de los temas que el mundo está enfrentando
Saúl Alvídrez se encontraba a más de 6.000 kilómetros de su natal Chihuahua en La Paz, Bolivia, con una sola pregunta que lo acosaba en la cabeza: “¿Qué carajos hago aquí?”. No lograba encontrarle sentido a su vida y se sentía profundamente solo. La distancia, la nostalgia y cuestionamientos reiterados hacia sí mismo, se juntaron con el misticismo de la calle de las brujas en la sede de Gobierno del país sudamericano y su admiración por dos intelectuales, el sabio del norte y el sabio del sur —como s...
Saúl Alvídrez se encontraba a más de 6.000 kilómetros de su natal Chihuahua en La Paz, Bolivia, con una sola pregunta que lo acosaba en la cabeza: “¿Qué carajos hago aquí?”. No lograba encontrarle sentido a su vida y se sentía profundamente solo. La distancia, la nostalgia y cuestionamientos reiterados hacia sí mismo, se juntaron con el misticismo de la calle de las brujas en la sede de Gobierno del país sudamericano y su admiración por dos intelectuales, el sabio del norte y el sabio del sur —como se refiere a Noam Chomsky y Pepe Mujica—. Todo resultó en un cóctel catártico que lo sacaría de ese momento por el que atravesaba.
Fue justo una pieza de madera de un águila y un cóndor volando juntos, la mecha que encendió la luz del túnel oscuro en el que se encontraba. Una vendedora de esa popular vía donde se comercializa productos esotéricos del mundo andino, le contó la profecía de ambas aves y su vínculo con los pueblos ancestrales del norte y sur de América. Cómo estos se separaron hace muchos siglos y la imperiosa necesidad de que vuelvan a unirse para sobrevivir a un nuevo ciclo.
Para Alvídrez fue una metáfora que, junto a la admiración que sentía por el politólogo estadounidense y el expresidente uruguayo, sirvió como idea para juntar a dos referentes mundiales del pensamiento contemporáneo y que estos puedan conversar y reflexionar sobre algunos de los temas que el mundo está afrontando: las consecuencias del cambio climático, los males de la política, la corrupción, los populismos, la crisis del capitalismo, entre otros. Del encuentro de estas voces surgió el libro Chomsky & Mujica. Sobreviviendo al siglo XXI (Penguin Random House).
Pero para llegar a ese encuentro, la primera semilla se plantó en 2012 con el movimiento estudiantil #YoSoy132, del que Alvídrez afirma ser quien lo inició, inspirado por el fundador de Wikileaks, Julian Assange. Hace 10 años comenzó en México una serie de protestas, organizadas por jóvenes universitarios, que reclamaban contra la corrupción, los partidos políticos —especialmente contra la hegemonía del PRI—, la “manipulación” informativa de las grandes cadenas de televisión y exigían transparencia en las elecciones, todos los males que la juventud veía reflejada en el entonces candidato y futuro presidente de la República, Enrique Peña Nieto.
Sin embargo, “una serie de ataques” contra el movimiento, instrumentalizada a través de Alvídrez acusándolo de ser un operador del entonces candidato de izquierda Andrés Manuel López Obrador, hundió su credibilidad dentro de #YoSoy132 y como activista político. Fue por ese motivo, en medio de amenazas y desilusión, que Alvídrez se exilió tan al sur y a la izquierda como pudo.
“Uno de los elementos que me acompañan en Sudamérica es la realización de que los millenials y centennials somos los herederos de una civilización ecológica, económica, política y socialmente insostenible y que por consecuencia somos herederos en las próximas décadas del momento más peligroso de la historia de la humanidad”, afirma el autor.
Inspirado por Chomsky y Mujica, y tras haberlos estudiado a profundidad, se dio cuenta que en realidad “no vivimos en una democracia”. “Hay que transformar esta democracia no simplemente en un eslogan, sino en algo verdadero porque vivimos en realidad en una plutocracia [poder en las manos de los más ricos]. Tras conocer a Chomsky y Mujica, entendí que mi misión era intentar amplificar la conversación pública y enfocar la solución de problemas globales con un nuevo paradigma, de no gobernar a la gente sino que la gente se gobierne a sí misma”, afirma.
Alvídrez estaba convencido de que, si el largo camino de ambos protagonistas de esta obra había logrado ese despertar en él, probablemente podría hacer lo mismo con muchos jóvenes más. “Mi vida comenzaba a tener sentido de nuevo, un horizonte, una misión, una razón que me llenara el corazón para estar vivo y seguir avanzando”, añade.
De esa manera, antes del libro, nace la idea de convertir este encuentro entre ambas figuras en un documental. Alvídrez hizo las gestiones, primero con Chomsky a través del MIT (Instituto Tecnológico de Massachusetts), donde conversaron en Boston sobre la idea. Posteriormente, aunque con un poco más de dificultad, contactó a Mujica, a quien visitó en su hogar a las afueras de Montevideo. El respeto que ambos sentían uno por el otro, a pesar de nunca haberse conocido, propició el cometido: en julio de 2017, el reconocido lingüista de origen judío, junto a su esposa Valeria Wasserman, visitaba al exguerrillero a pasar un fin de semana en Uruguay, donde las cámaras los grabarían durante tres días.
Chomsky y Wasserman llegaron a Rincón del Cerro, donde Mujica y Lucía Topolansky los aguardaron en la entrada de su casa. Dentro de su hogar, el exmandatario tuvo la cortesía de obsequiarle al lingüista una réplica del diario del Che Guevara cuando fue aprehendido y asesinado en Bolivia. El politólogo no habla español y el exguerrilero no habla inglés. Alvídrez, detrás de cámaras, fue el vínculo entre ambos. “Para mí fue histórico, no solo por ser el inédito encuentro del intelectual vivo más influyente de nuestros tiempos y del político más querido del mundo, sino también porque estábamos reuniendo ahí a las dos personas que más admiro”, agrega.
Mujica decidió continuar con la conversación dentro de su escarabajo, el famoso vehículo de la marca Volkswagen que, aún siendo presidente, manejó para dirigirse al trabajo cada día. En esa ocasión, lo usó para llevar a Chomsky a unas cabañas donde suele recibir a sus invitados y donde compartirían un tradicional asado. Al fuego de las brasas, con carne, vinos y sobremesa de por medio, surgieron reflexiones frente a la amenaza de un colapso civilizatorio y ante las contradicciones de las alternativas de izquierda. Ambos ideólogos trazaron el camino hacia los valores que deben tenerse en cuenta para avanzar hacia un cambio sostenible: la democracia, la libertad, la vida con propósito, el amor y la amistad como pilares desde lo que construir un nuevo rumbo.
El escritor, que cuando era joven aspiraba a ser presidente de México y que sufrió un revés de la política tradicional; que había pasado 10 años gastando cada centavo que logra producir con el fin de hacer un software de comunicación para Sudamérica inspirado en Assange; que lleva más de siete años luchando para concluir el documental sobre este encuentro y tampoco lo ha conseguido, destaca la importancia de saber aguantar y poder sacar adelante los fracasos. “Éxitos prácticamente no tengo, y sueños tengo muy pocos, pero soy radicalmente fiel a ellos para no volver a perderme”, añade y dice que el libro, como un complemento del audiovisual de no ficción que contempla terminar el próximo año, surge como una extrapolación de lo que quiere compartir con los jóvenes, de lo que aprendió del sabio del norte y del sabio del sur.
Explica que las características de la generación millenial y los centennial, a quien va dirigido el libro, es que viven en el clímax de la inconsistencia entre la vida humana y los conceptos de éxito del capitalismo. Por eso afirma que estas generaciones están en una encrucijada sin igual, en tanto que las perspectivas y los conceptos que percibe el capitalismo no son compatibles con la felicidad humana.
“Veo cómo la gran mayoría de la gente de mi edad vive con una depresión crónica, con ataques de pánico casi todas las noches. Casualmente, resulta que los dos conceptos más importantes que identifico de Noam Chomsky y de Pepe Mujica pegan justo en el corazón de eso. Si tuviera que escoger un concepto de Mujica sería este: ‘El verdadero triunfo es levantarse cada vez que uno cae’. Y por el lado de Chomsky: ‘Piensa por ti mismo’. He tenido muchos fracasos y a veces volteo, pero nunca dejo de caminar. Lo único que no debemos de normalizar es la idea de seguir avanzando”, afirma.
Ahora Alvídrez, tras adentrarse en el pensamiento Chomsky y haber dialogado con él, se considera anarquista, pero no como es visto “desde la ignorancia”, según indica, como el caos total, caras tapadas y aventando bombas molotov a un Starbucks. Dice que aprendió que el anarquismo es esa teoría del pensamiento que tiende a la libertad y que cuestiona la autoridad.
“También aprendí de Chomsky que si mañana dejara de existir el Estado, ¿quién haría todas sus labores? Eso no es posible ni deseable. Por consecuencia, el anarquismo como utopía debe de ser un proceso a una cuestión progresiva. El mismo Chomsky, un anarquista moderno, menciona que las jerarquías no son legítimas en sí mismas siempre y cuando estén sometidas a un orden democrático efectivo, es decir, que los que estén arriba tengan que dar cuenta a los de abajo y en el momento en que estos no estén de acuerdo, quiten al que está arriba. Ese es un sistema democrático efectivo”, dice.
Al extenderse el tiempo de materialización del documental, Alvídrez ha tenido la oportunidad de continuar en conversación con Chomsky y Mujica en los últimos años. Una serie de encuentros virtuales posteriores a la visita a Uruguay en 2017, que la obra retrata, también ha servido como un ejercicio de retroalimentación a lo que ha sido la izquierda y el socialismo latinoamericano de los últimos 15 años, desde su primera ola con personajes que llegaron al poder como Evo Morales, en Bolivia, Rafael Correa, en Ecuador, y Lula da Silva, dentro de este primer momento. También hacen hincapié en la irrupción del movimiento ultraconservador, en la encarnación de Donald Trump y que, sencillamente, se podría extrapolar a nuevos actores como Javier Milei, en Argentina.
Tanto Chomsky como Mujica coinciden que uno de los principales problemas en América Latina es la falta de capacidad y liderazgo de izquierda para mitigar los severos niveles de corrupción endémicos. Sin embargo, creen que en América del Sur la batalla por la integración es central y tiene un camino: primero las universidades, integrar la inteligencia, y segundo los movimientos obreros; después la economía.
Mujica hace una lectura y autocrítica a la gestión del poder por parte de la izquierda en diálogo con Chomsky, especialmente ante el surgimiento de la presencia conservadora. Pero, ¿la izquierda latinoamericana, y sus gobernantes, han sido capaces de lo mismo? Alvídrez, inspirado por ambos, amplia la mirada sobre el tema: “Cada caso es diferente y creo que se ha avanzado mucho, unos más, otros menos. Las oleadas de la izquierda sí vienen implementando una serie de medidas que, por lo menos, ayudan a descolocar del centro la política neoliberal, que no ha sido capaz de cumplir sus promesas y nos ha llevado a situaciones de desigualdades descomunales”.
Pero no se queda ahí, el autor dice que, en conversaciones que ha tenido con Yanis Varoufakis, exministro de Finanzas de Grecia, o Jeremy Corbyn, antiguo líder del laborismo británico, ambas exautoridades ven el proceso latinoamericano no solo como un “faro de luz”, sino como un “eje de estudio” también. “La izquierda, como todos los demás, debe reconocer el hecho de que por primera vez en la historia humana estamos enfrentando decisiones que determinarán si nuestra especie sobrevivirá o no”, afirma Chomsky en el libro.
Más allá de las consideraciones políticas que Alvídrez compila en esta obra, rescata las perspectivas de corte filosófico que le parecen indispensables para la “crisis civilizatoria” que los jóvenes tienen enfrente. “Soy un simple activista y no me acerco ni remotamente al conocimiento, los logros o la experiencia de Chomsky o de Mujica, pero con la prematura muerte de mis padres entendí que la vida es una oportunidad valiosa y finita; y que el Yo soy 132 me demostró que cualquier persona puede vivir cosas extraordinarias cuando se entrega de corazón a una causa superior”, finaliza.
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