Agustín Hernández: “A los 98 años sigo trabajando y fumando como chacuaco”

Sobrino de militares que lucharon con Pancho Villa y amigo de varios presidentes del PRI, el último gran arquitecto moderno mexicano sigue en plena forma

El arquitecto Hernández posa en la terraza de su casa, junto al croquis del Heroico Colegio Militar, dibujado junto a las plantas arquitectónicas de Cuicuilco, Chichén Itzá, Monte Albán y Teotihuacán.Iñaki Malvido

Cuando nació aun no se había inventado la televisión. Su primer año de bachillerato coincidió con el comienzo de la Segunda Guerra Mundial. Y al salir de la universidad, Estados Unidos acababa de crear la CIA. A los 98 años, Agustín Hernández es el último gran arquitecto moderno de México, uno de los países donde más caló aquella utopía del siglo pasado que miraba al futuro conjugando los ideales de belleza y utilidad. Los mismos valores a los que ha dedicado Hernández una vida y una obra que son, en definitiva, un pedazo del siglo XX mexicano.

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Cuando nació aun no se había inventado la televisión. Su primer año de bachillerato coincidió con el comienzo de la Segunda Guerra Mundial. Y al salir de la universidad, Estados Unidos acababa de crear la CIA. A los 98 años, Agustín Hernández es el último gran arquitecto moderno de México, uno de los países donde más caló aquella utopía del siglo pasado que miraba al futuro conjugando los ideales de belleza y utilidad. Los mismos valores a los que ha dedicado Hernández una vida y una obra que son, en definitiva, un pedazo del siglo XX mexicano.

Sobrino de militares que lucharon con Pancho Villa, amigo personal de varios presidentes del PRI, Hernández es uno de los exponentes de la llamada arquitectura emocional, que fusionaba las enseñanzas de la Bauhaus con elementos prehispánicos junto a otros nombres como Mathias Goeritz o Luis Barragán. De sus edificios se ha dicho que eran posmodernos antes que el posmodernismo. O que parecen estar hechos por alienigenas. Su gran proyecto es el Heroico Colegio Militar (1976), un recinto del tamaño de 35 campos de fútbol inspirado en el trazo de la ciudad zapoteca de Monte Albán. El resultado, entre el brutalismo y lo cyberpunk, es literalmente el decorado de una película de ciencia ficción.

Su casa particular, al sur de la capital, no es tan epatante. Sigue las líneas depuradas del funcionalismo, los grandes ventanales, una sobriedad combinada con la calidez de los acabados interiores en madera. Desde el salón, Hernández recibe a EL PAÍS sentado en una silla orejera. Cuando llegamos, se levanta sin ayuda para estrecharnos la mano y se vuelve a sentar. En la mesita de la izquierda tiene uno de esos bidones de ciclista lleno Coca-Cola. En la derecha, su hijo ha colocado un cenicero y solamente nos aconseja hablar alto para que pueda escucharnos bien. Durante una hora y media, la charla fluirá sin más interrupciones que los seis cigarros light que Hernández se irá encendiendo mientras a su espalda una ardilla sube y baja por uno de los pinos del jardín.

Hernández enciende un cigarro sentado en su sala, durante la entrevista.Iñaki Malvido

Pregunta. Su padre fue uno de los generales de la Revolución.

Respuesta. No, mis tíos. Mi papá llegó a coronel, pero se dedicó a la política. Se casó muy joven. Fue diputado y senador de parte del Distrito Federal.

P. Entonces fueron sus tíos lo que pelearon en el Ejército de Pancho Villa.

R. Sí, dos de mis tíos estuvieron en varias batallas y murieron en la Revolución.

P. ¿Sus abuelos también fueron militares?

R. Mi abuelo era muy liberal. Y espiritista.

P. ¿Espiritista?

R. Sí, Madero, Carranza y especialmente Calles, eran espiritistas. Era una época curiosa, porque no eran católicos, pero el espiritismo les sirvió como un sustituto de la religión.

P. Al general Calles le conoció siendo usted muy joven.

R. Sí, después de su destierro en EE UU regresó en 1941. Venía mucho a visitar a mi vecino Fernando Torreblanca, que fue su secretario particular. De repente iba a jugar frontón.

P. También fue amigo del presidente Echeverría.

R. Sí, fue el padrino de mi boda. Era seco. Una vez, cuando aún no era presidente, me invitó a jugar al golf. Me dijo que iba a recogerme en mi casa a las 5:30 de la mañana. Yo le dijo, “mira, Luis, gracias, pero yo a esa hora estoy durmiendo”. Madrugaba mucho.

P. Los gobiernos del PRI de aquella época abrazaron la arquitectura del Movimiento Moderno como emblema de la construcción de un nuevo país, de símbolo nacionalista. ¿Le parece una buena idea?

R. Bueno, eso pasó con los edificios públicos, pero no con las iniciativas privadas.

P. ¿Por qué fue tan importante la arquitectura moderna en México?

R. Por la influencia de la escuela alemana de la Bauhaus. Muchos de sus arquitectos más famosos no llegaron a México pero se quedaron cerca, en EE UU, huyendo de los nazis.

P. Cuando usted empezó a estudiar en los 40 era la arquitectura de moda.

R. Sí, además yo al principio fui muy académico, muy conservador. Después decidí buscar algo original, nuevo y desconocido. Y ese es mi camino hasta ahora. Sigo buscando aquello que no se ha realizado. La originalidad es muy importante.

P. Ha dicho alguna vez que sus edificios parecen construidos por alienígenas.

R. Me da mucho gusto ver ahora mi arquitectura y que todavía sea actual.

P. También se ha dicho de usted que era posmoderno antes que los posmodernos.

R. Yo soy enemigo del posmodernismo

P. ¿Por qué?

R. Se me hace cursi. Muy adornado. Muy fake.

La casa estudio 'Praxis' donde el arquitecto trabajaba hasta hace poco tiempo, en una fotografía del 3 de marzo.Gladys Serrano

P. ¿Cómo empieza su trabajo de incluir elementos prehispánicos a la arquitectura funcionalista?

R. Desde muy joven fui un admirador de los pueblos prehispánicos, sus dibujos y su arquitectura. Por eso el Colegio Militar lo hice inspirado en Monte Albán y Teotihuacán. Para mí lo importante siempre es buscar en nuestro pasado aquello que puede actualizarse en el espíritu moderno.

P. Aparte de estudioso también es usted un arqueólogo amateur.

R. Me gusta escarbar. De joven iba a Veracruz o a San Luis Potosí a sacar piececitas prehispánicas.

P. ¿Qué sentía cuando encontraba algo?

R. Creo que es la emoción más grande porque estas rescatando el pasado, nuestras raíces.

P. Durante la construcción del Ballet Folclórico (1968) llegó a encontrar una pequeña pirámide.

R. Sí, estábamos haciendo pozos para la cimentación y apareció esa divina piececita. Creo que era una pequeña maqueta en barro que hacían antes de construir la pirámide como monumento.

P. Usted además integró el funcionalismo y lo prehispánico más allá de lo estético. En el edificio del Ballet Folklórico utilizó un talud de inspiración prehispánica como una manera de resolver un problema. Tenía una función: evitar el eco en el auditorio.

R. Sí, sí. Me ayudó mucho tener taludes inclinados porque en el zapateado el sonido va para abajo, no choca, sino que baja. No rebota como en las paredes perpendiculares. Entonces, sí tiene una función acústica.

P. Algunos exponentes de la Bauhaus, como los Albers, quedaron fascinados con el arte prehispánico en sus visitas a México. Esa estética geométrica, la depuración de las formas. ¿Eran los pueblos prehispánicos más modernos que nosotros? ¿Más modernos que los modernos?

R. Desde luego. Mitla, por ejemplo, es muy diferente a todo.

P. ¿Es su obra prehispánica favorita?

R. No. Son Teotihuacán y Monte Albán. Esa conjugación de espacios construidos y vacíos le da un ritmo musical fabuloso.

P. ¿Eso es lo que buscaba en la Escuela Militar?

R. Sí, yo apliqué eso ya con un espíritu moderno. Me sirvió muchísimo ver Monte Albán para poder armonizar un conjunto enorme de una escala increíble. La plaza de la Escuela Militar tiene 22 metros por 400. Es las plazas más grandes del mundo.

P. En el Colegio Militar se rodó una película de ciencia ficción, Desafío Total, con Arnold Schwarzenegger. ¿Le gusta que su obra sea el escenario de una ciudad marciana ambientada en 2080?

R. Sí, claro

P. Porque quiere decir que su obra sigue estando en el futuro, ¿no?

R. De hecho, ahorita estoy trabajando en un proyecto monumental para la entrada al Colegio Militar. Con el mismo espíritu prehispánico. Que tenga mucha fuerza y mucho simbolismo. Va a quedar estupendo. El lunes entrego el proyecto.

P. ¿Sigue trabajando?

R. Con gran entusiasmo. Gran parte de los arquitectos a los 90 ya han tirado la toalla.

P. Y usted sigue.

R. Hasta los 100 voy a estar trabajando.

P. Y fumando.

R. Fumo como chacuaco.

P. ¿Cuántos cigarros se echa?

R. Una cajetilla diaria.

Bocetos de la entrada del Heroico Colegio Militar en la que está trabajando Hernández hoy día, sobre el escritorio de su habitación.Iñaki Malvido

P. ¿En qué más proyectos está trabajando?

R. En hacer esculturas.

P. De sus edificios se ha dicho que parecen esculturas que se pudieran habitar. ¿Le gusta esta definición?

R. Sí.

P. ¿Cómo se llevaba con los otros dos grandes exponentes de aquel estilo, Mathias Goeritz y Luis Barragán?

R. Goeritz era muy bromista. Decía que quería pintar de naranja las pirámides de Teotihuacán. Era muy simpático.

P. ¿Y con Barragán?

R. Barragán me criticó en una ocasión que entró en una casa que hice yo. Odiaba los spotlights y casi me hace quitarlos. A él le gustaba la luz natural y no la artificial. No estudió arquitectura, sino ingeniería de drenajes, pero salió un arquitectazo. Tenía una sensibilidad especial.

P. ¿Le considera una referencia?

R. No, quizá Niemeyer porque le daba mucha libertad a sus proyectos.

P. También le gusta Kenzo Tanje, el Pritzker japonés.

R. Sí, Kenzito. Lo traté en Nueva Orleans. Era un tipazo. Nos veíamos frecuentemente.

P. ¿Por qué le gusta?

R. Por su sencillez. Hacía una gran arquitectura con simplicidad constructiva. Y muy humana, con ritmo. Aunque era pequeña en escala era monumental.

P. Otro de tus favoritos es Frank Lloyd Wright.

R. Sí, otro genio. Podía hacer los estilos que quisiera. Sus casas todavía son modernas.

P. Su obra ha seguido una evolución parecida a la suya. Del funcionalismo a la arquitectura orgánica

R. No, yo no me limito a un estilo. Cada proyecto tiene que su propio estilo. No creo en los estilos. Repetirse a sí mismo es aburrido.

P. Me han contado que en una fiesta en Nueva York usted le robó la novia a Salvador Dalí.

R. No, pero él siempre estaba con unas mujeres hermosísimas. Aquella noche en Nueva York estaba en la mesa con dos mujeres. Una con un abrigo de leopardo. Helen se llamaba. Pero no pasó nada.

P. ¿Le gusta la obra de Dalí?

R. No.

Detalle del cenicero de Hernández, durante un momento de la entrevista en la sala de su casa.Iñaki Malvido

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