Ir al contenido

Adaptación al cole, ¿por qué mi hijo empezó contento y ya no lo está?

Adaptarse a la nueva rutina es un proceso que se desarrolla a lo largo del primer trimestre escolar y que precisa de tiempo y paciencia

Con el curso recién comenzado y la rutina en marcha, todas las miradas se dirigen a la adaptación. Y es que dicha transformación no se da en cuestión de días, sino que supone un proceso importante a nivel familiar, que se desarrolla a lo largo del primer trimestre escolar y que precisa de tiempo y paciencia.

Hay quienes necesitan de unos días para adquirir una rutina y quienes, por el contrario, necesitan de varias semanas. Y todas estas opciones se encuentran dentro de la normalidad del proceso. No será lo mismo para aquellos niños que empiecen por primera vez en un centro escolar que para quienes cambien de curso y estén ya familiarizados con el centro, el profesorado y los compañeros.

Teniendo en cuenta cualquiera de las circunstancias, es habitual encontrarse con menores que inician muy bien el curso, con alegría y motivación y van perdiendo esta ilusión a lo largo de los días. Y sus padres pueden encontrarse ante la negativa de querer ir al colegio, estando más irascibles, demandando más atención o mostrando alterados hábitos de la vida diaria que ya estaban adquiridos, como el sueño, la alimentación o la autonomía personal.

Es tarea del adulto acompañar esta situación desde la calma, con empatía y disponibilidad, entendiendo que es una situación natural en la primera infancia, donde el niño necesita seguridad y confianza para poder avanzar y realizar dicha adaptación. Al inicio, quizás, el concepto de novedad hace que todo sea más motivador y estimulante, pero una vez el niño entiende que esa va a ser su rutina diaria puede ser natural que aparezca cierto malestar y tenga la necesidad de mostrarlo, y lo hará en forma de irritabilidad, llanto o demanda de atención.

Y es que es comprensible que en esta etapa aparezcan emociones incómodas de sostener como el miedo, la incertidumbre o la tristeza, donde el menor tiene que adaptarse a este nuevo espacio. Un lugar, en muchas ocasiones, lleno de estímulos diferentes, que puede resultar muy grande y ruidoso, abarrotado de gente que no conoce, con figuras de referencia a las que tiene que vincularse para poder sentirse seguro y feliz. Y, como todo proceso, esto lleva su tiempo y su dedicación.

Problemas durante la adaptación y qué hacer para ayudar al menor

  • Mayor irritabilidad. Ante situaciones cotidianas el niño se muestra enfadado o disconforme. Muestra esta emoción en momentos en los que el adulto no le encuentra ninguna explicación o un motivo aparente. Esto sucede porque el menor realmente no está enfadado con lo que pasa en esa ocasión, sino que tiene la necesidad de expresar su malestar por lo vivido en otro momento del día. Es su modo de decir que echa de menos a sus padres, que siente tristeza o que necesita mayor comprensión y empatía hasta poder adaptarse. ¿Qué necesita el niño? Necesita acompañamiento emocional, que se validen sus emociones, poder expresar su malestar sin ser juzgado, siendo escuchado y atendido. Es importante entender que no existen emociones buenas ni malas, sino que todas son necesarias para poder desarrollarse y crecer en inteligencia emocional. Comprender que no se trata de una reacción contra el adulto, y que no es nada personal, es fundamental. No lo hace porque la madre o el padre no lo estén haciendo bien o no estén acompañando adecuadamente el proceso de adaptación, sino porque es parte de su desarrollo y crecimiento personal, parte de su madurez y evolución.
  • Demanda de atención y compañía. Quizás el niño necesita que le acompañen al baño, no quiere dormir solo o pide ayuda para comer o realizar tareas que antes hacía de manera independiente. No se trata de que ya no sepa hacerlas por sí mismo, sino que ahora prefiere llevarlas a cabo con el adulto, ya que necesita sentirse seguro, perteneciente y visible. Es importante entender que no lo hace de manera premeditada, es decir, no lo hace para retar al adulto, sino que es su verdadera necesidad, y cuando los menores expresan sus emociones siempre deben ser atendidas. Ante situaciones de este tipo es natural que se comporte de este modo y como tal, el adulto, debe tratarlas con normalidad, restando importancia a lo que no la tiene y no impresionándose en exceso ante situaciones naturales. Es una etapa más y como tal, esta también pasará. ¿Qué necesita el niño? Que en este momento el adulto se muestre accesible y presente, le dé atención y cariño, respondiendo a su demanda pero dándole autonomía a su vez. Es decir, estando junto a él, pero alentándole a hacer las cosas por sí mismo, siendo apoyo y acompañamiento incondicional, confiando en sus capacidades.
  • No quiere ir al colegio y la separación de mamá y papá es costosa. El niño lleva muchas semanas de vacaciones en una rutina diferente a la que ahora ha comenzado, por lo que es normal que pueda resultar difícil separarse de sus figuras de referencia, ya sean los padres, los abuelos u otros cuidadores. Es importante que se dé espacio y lugar a estas emociones, entendiendo su importancia y valor. ¿Qué necesita el niño? La tranquilidad por parte de los adultos es fundamental. Es natural que los progenitores sientan miedo porque su hijo sufra o lo pase mal, pero es crucial que sea un ejemplo de calma y seguridad, donde el niño sienta confianza y pueda asentar unas raíces de apego seguro que le sirvan de impulso y aliento para poder echar alas fuera de su hogar, con tiempo y paciencia.

Seguir un mismo horario, elaborar una tabla de rutinas o crear un ambiente de cariño y empatía en familia ofrecerá un clima perfecto para la adaptación del menor.

Sobre la firma

Más información

Archivado En