Cómo afrontar que tu hijo se vaya a estudiar al extranjero

Cuando un adolescente se va de casa se deben abordar las dudas y preocupaciones que surgen, desde la adaptación al nuevo país hasta la comunicación a distancia. Mientras esté fuera, es importante permitirle vivir su propia vida, cometer errores, frustrarse y asumir las consecuencias de sus acciones

Cuando los hijos se marchan al extranjero a estudiar eso supone un proceso de ajuste tanto para la familia como para el menor.AleksandarNakic (Getty Images/iStockphoto)

Con la llegada de la adolescencia y la etapa de Educación Secundaria algunos jóvenes consideran la posibilidad de estudiar un cuatrimestre o incluso un curso completo en otro país. Estudiar en el extranjero es una oportunidad increíble que no siempre está al alcance de todos, aunque existen programas de intercambio cultural más asequibles, como el de Rotary. Independientemente del programa y del destino escogido, vivir y formarse en una cultura diferente es...

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Con la llegada de la adolescencia y la etapa de Educación Secundaria algunos jóvenes consideran la posibilidad de estudiar un cuatrimestre o incluso un curso completo en otro país. Estudiar en el extranjero es una oportunidad increíble que no siempre está al alcance de todos, aunque existen programas de intercambio cultural más asequibles, como el de Rotary. Independientemente del programa y del destino escogido, vivir y formarse en una cultura diferente es una experiencia extraordinaria. Si los jóvenes sienten curiosidad por tener una vivencia internacional, seguramente encontrarán oportunidades en algún momento de sus vidas. Durante sus estudios superiores, por ejemplo, a través de programas como el Erasmus o de otro tipo, ya que muchas universidades ofrecen planes de intercambio en el extranjero. En cualquier caso, cuando los hijos se marchan de casa por un periodo largo esto supone un proceso de ajuste tanto para la familia como para el estudiante. Surgen emociones y dudas que no pueden ser ignoradas.

¿Se adaptará al nuevo país, a las nuevas costumbres, amigos y sistema educativo? ¿Cómo se enfrentará a vivir con una nueva familia, en caso de ser menor? ¿Qué ocurrirá con su habitación y las cosas que deja atrás en casa? ¿Con qué frecuencia mantendrá contacto? ¿Qué se puede esperar que aprenda durante su estancia? ¿Volverá muy cambiado? Estas son preguntas legítimas y sus respuestas variarán dependiendo del momento en que se marchen.

Los ajustes emocionales que tanto los padres como los hermanos y el estudiante deben hacer son necesarios e importantes. Personalmente, he experimentado estas sensaciones en varias ocasiones: cuando mis hermanos se marcharon a cumplir con el servicio militar, cuando me fui a estudiar a la universidad compartiendo piso con otras estudiantes, en los años en que hemos acogido au pairs y estudiantes de intercambio, y ahora que ha llegado el momento de que mis hijos abandonen el hogar. Las experiencias previas, ya sean como protagonistas o como espectadores, pueden ayudar a los padres a anticipar lo que ocurrirá durante el tiempo que su hijo vivirá en el extranjero. Si vive con una nueva familia, tendrá que aceptar sus costumbres y muy probablemente asumir responsabilidades que no se les suelen exigir a los niños en las familias españolas, como lavar su ropa o preparar su comida.

Cuando se marchan, dejan atrás a sus amigos, su habitación (que para algunos es todo un santuario), sus consolas y objetos preciados. Que los hermanos utilicen sus cosas sin su permiso puede generar conflictos, por lo que es importante acordar desde el principio qué sucederá con sus pertenencias durante su ausencia. Los propios hermanos también necesitarán ajustarse emocionalmente. A veces se pierde la conexión que tenían, dejan de hablarse o, si tenían una mala relación, pueden sentir alivio (y al mismo tiempo culpabilidad) por la partida del hermano.

En la actualidad, los móviles facilitan enormemente la comunicación, pero eso no significa que los padres deban convertirse en una interrupción constante en la vida de sus hijos. Aceptar su ritmo de comunicación, estar ahí cuando lo necesiten y esperar a que respondan o hablen cuando les parezca bien puede resultar complicado para algunos. Por otro lado, estar permanentemente conectados, escuchando quejas o sentimientos de nostalgia de los hijos puede generar bastante estrés e incluso arrepentimiento. Mientras estén fuera, es importante permitirles vivir su propia vida, cometer errores, frustrarse y asumir las consecuencias de sus acciones. Un intercambio representa un paso acelerado hacia la vida adulta, aderezado con choques culturales y lingüísticos. Aprenden un nuevo idioma, pero, sobre todo, amplían sus horizontes y se abren a la interculturalidad. Se convierten en personas diferentes, tanto física como intelectualmente.

La llamada “regla de las 4 Ds” (derivada de las palabras inglesas Drugs, Driving, Dating y Decorating) establece lo que está prohibido para los menores mientras están en el extranjero. Esto es: consumir drogas y alcohol, conducir, mantener relaciones sexuales o sentimentales y hacerse tatuajes o piercings. Sin embargo, como madre anfitriona, sé que existe una alta probabilidad de que estas reglas se incumplan en algún momento. Esperar que los hijos las cumplan todas al marcharse es tal vez poco realista. Estas reglas más bien parecen diseñadas para ser desobedecidas. De hecho, desde el momento en que se le prohíbe algo a un adolescente eso, a menudo, se convierte en más atractivo. No es raro que regresen con un tatuaje, un piercing o habiendo tenido algún rollete.

Cada uno conoce a su hijo o hija y sabe qué esperar. Si en casa son reservados, es poco probable que llamen a diario. Si solían salir de fiesta, considerando la permisividad hacia el alcohol en España, es probable que hayan probado bebidas antes de su partida. Sin embargo, en otros países, como Estados Unidos, donde la edad legal para consumir alcohol es de 21 años, incumplir esa norma puede llevar a la expulsión del programa.

Ver la habitación vacía, asumir su ausencia y permitirles vivir su propia vida requiere aceptación y ajuste. Al regresar, los jóvenes encontrarán cambios en el hogar y en las relaciones familiares. Reencontrarse con amigos antiguos sabiendo que no volverán a ver a aquellos que conocieron en el extranjero puede generar inicialmente cierto choque y sensación de extrañeza. En pocos días todo se normalizará.

En definitiva, cuando un hijo se marcha, tanto la familia como el estudiante enfrentan desafíos y deben realizar ajustes emocionales. Es importante anticipar y abordar las dudas y preocupaciones que surgen, desde la adaptación al nuevo país hasta la gestión de pertenencias y la comunicación a distancia. Permitirles vivir su propia experiencia, aceptar su crecimiento y abrirse a nuevas culturas y aprendizajes son aspectos clave durante el proceso. Aunque puede haber momentos de nostalgia y choque, incluso al regresar, la experiencia deja una huella profunda en la vida de los jóvenes que sin duda merece la pena.

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