Pamela Rodríguez: “La mamá independiente y profesional que cuida la casa y del hijo… ¿Además, tiene que ser libidinosa?”
La cantante y empresaria limeña acaba de publicar su primer libro, ‘Desmadre’, en el que cuenta con una honestidad brutal su experiencia personal con la maternidad
Con tan solo 9 años, Pamela Rodríguez (Lima, 1983) reveló su interés por la música y el arte, pero también su rebeldía ante el mundo. Ha sacado cuatro discos por los que ha sido nominada en dos ocasiones al Grammy Latino; se ha casado tres veces, ha tenido dos hijas y vivido en Perú, Canadá, Estados Unidos, Venezuela y España, a donde se ha ido a vivir con el padre de su segunda hija, ...
Con tan solo 9 años, Pamela Rodríguez (Lima, 1983) reveló su interés por la música y el arte, pero también su rebeldía ante el mundo. Ha sacado cuatro discos por los que ha sido nominada en dos ocasiones al Grammy Latino; se ha casado tres veces, ha tenido dos hijas y vivido en Perú, Canadá, Estados Unidos, Venezuela y España, a donde se ha ido a vivir con el padre de su segunda hija, el empresario gallego Tom Pernas a quien conoció por Tinder. Pero si por algo destaca Pamela es por su brutal honestidad cuando habla. Y cuando escribe.
Así es en su primer libro, Desmadre, descrito por la editorial como “una visión transgresora de la maternidad y el amor”. En él cuenta su historia de amor con Pernas y cómo se quedó embarazada poco después de su primer encuentro físico y no virtual. Sin embargo, cuenta también lo duro que fue pasar meses sin apenas dormir, darle el pecho a su bebé durante dos años al tiempo que trabajaba; las grietas, los pezones doloridos, perder la libido…. Y todo ello lo hace sin apenas filtros. Igual que cuenta que su padre le ha dejado de hablar por publicar una foto en Instagram en toples. O que por muy feminista que sea, le divierte ponerse bótox o ácido hialurónico. Porque esta mujer es, más que ninguna otra cosa, sincera. Lo suficiente como para reconocer sus incoherencias y sus complejidades que son, en realidad, las de todos.
PREGUNTA. ¿Qué has querido en realidad contar en el libro?
RESPUESTA. Desmadre es mi historia personal. Quería tejer la vivencia de una madre divorciada y joven que se lanza a la aventura de una historia de amor con un embarazo que aparece pronto. Quise abrirme a todas esas hormonas, todas esas vivencias y experiencias que me agarraron en una edad diferente a la de mi primer embarazo.
P. Lo que haces, sobre todo, es dar una visión muy diferente de la maternidad y de las relaciones. Cuentas cosas de las que hace muy poquito no se hablaba...
R. No se contaban porque hay una construcción de la madre con la que llevamos siglos y siglos. La mamá es una persona que tiene que estar en la casa, al servicio de los demás, con una determinada actitud. Creo que bajo el paraguas del amor y la familia se ha puesto a la mujer en una posición de sumisión. Las madres de ahora tenemos la posibilidad de construir y reconstruir ese proceso. No quise escribir sobre un nuevo significado de la maternidad, porque yo opino en las experiencias individuales y no pienso que exista una única forma de ser mamá. Al final, cada uno va haciendo lo que puede.
P. ¿La portada es una declaración de intenciones?
R. Sí. La foto me la hice la mañana siguiente de la primera noche de fiesta que pasé después de dar a luz a mi hija pequeña. Me fui con unas amigas y unos amigos a la playa con la intención de desconectar de tanta teta. Al día siguiente estaba hecha polvo de apenas haber dormido tras toda la noche de fiesta… estaba sacándome la leche frente al espejo y me sentí con ganas de reírme de mí misma. Por eso tomé la foto (risas).
P. Ese cansancio tan brutal que se siente cuando se es madre se ve muy bien reflejado en la foto. Un agotamiento no solo físico del que no se habla tanto en la vida real…
R. Es que ni a nosotras mismas nos permitimos estar tan cansadas. Y en realidad a veces sentimos una imperiosa necesidad de huir porque ya no puedes más. Hay una enorme complejidad en la maternidad. Eres feliz e infeliz al mismo tiempo. Por más que el libro se pueda contemplar como una visión transgresora, en realidad creo que no soy radical en absoluto. Habito la ternura y las ganas de ser mamá, pero me encanta ser independiente y tener mi vida personal… no es blanco o negro. Podemos ser muchas cosas al mismo tiempo. Es algo que hay que reivindicar. Para mí lo más difícil es reconocer en mí cosas de ambas polaridades. Y esta vivencia personal me llevó a reflexionar incluso sobre si lo estoy haciendo bien o mal con mis hijas.
P. ¿Sin embargo, las cosas se hacen bien o mal en la maternidad?
R. Uno la caga, eh! Yo sí reconozco las muchas veces que la he cagado. Uno tiene que ir autorregulándose. Y en eso los niños son muy transparentes. Se nota cuando están rodeados de armonía; pero también cuando se estira el chicle… Más allá del bien y el mal, pienso que hay, al menos en mí, una observadora crítica tratando de ser lo más consciente que puedo con mis cagadas y mis virtudes. Yo no quiero ser una persona limitada por mi maternidad, que no puede volver a ir de fiesta ni a realizarse ni a tener un amante.
P. Después de dos maternidades tan diferentes, una con 25 años y una familia más tradicional y otra casi por sorpresa, ¿qué significa para ti la maternidad?
R. Yo no creo en el instinto maternal, no creo en el deber de ser madre. Yo considero que es una responsabilidad vital que yo he asumido y que a veces la saco adelante feliz, suponiendo “¡qué cojonudo es todo!”. Y otras veces pienso: ‘¡En qué momento opiné que esto era una buena idea! (risas).
P. De hecho, hay un momento en el que cuentas cómo huyes cuando estás en Caracas con tu primera hija. Y cómo esa huida para buscarte a ti misma casi provoca perderla a ella.
R. Claro! Porque la cosa está más en la búsqueda del equilibrio, en el tira y afloja. Uno tiene que buscar la armonía ahí. A pesar de ser ambiciosa con mi carrera, buscarme a mí misma, fue importante en su momento reconocer que había algo que se me estaba escapando y estaba perdiendo. En ese momento yo, por supuesto, me fui directa a la tragedia, pensando que aquello era irreparable y la había traumatizado de por vida!. Y no es así. Al final, ese tira y afloja es el que consigue que llegamos a un acuerdo, que no es necesario estar a un lado o al otro.
P. ¿Somos las madres demasiado exigentes con nosotras mismas?
R. Queremos ser superwoman. Creo sinceramente que los hombres no se encargan de los niños y de la casa igual que nosotras. Cambian varios pañales y se piensan héroes. Asumen tareas del hogar desde la heroicidad, no desde la responsabilidad. Y nosotras partimos del deber. Y… ¡Ay si se te ocurre repartir las tareas! Yo lo he vivido en carne propia, por más moderno y transgresor que se genera tu pareja… repartir genera conflictos.
P. Esto tampoco se dice. Parece que está mal visto quejarte de tu pareja, ¿no?
R. Eso es porque somos unas mentirosas. La maternidad es muy hipócrita.
P. Hay un párrafo en el que hablas del terremoto que supone para una pareja la llegada del primer hijo.
R. El impacto en la pareja es fulminante. Los hijos son una zona de negociación. Tener un hijo es acumular en el día a día perspectivas desencontradas constantes. Eso supone mucho desgaste. A mí se me fue la libido durante los dos años que dí de lactar a mi hija. La mamá, profesional, que cuida la casa… ¿Además, tiene que ser libidinosa? ¡No me jodas! No quería follar, pero le hacía el favor hasta que decidí que nunca más volvería a fingir un orgasmo. Y eso corresponde a la narrativa de la mujer desde hace siglos: satisfacer a los demás. Parece que la madre por serlo, pierde todos sus derechos: el derecho a su sexualidad, a su belleza, a su carrera… Por cierto que la libido ya me volvió (risas). Desapareció durante los dos años que le di de lactar a mi hija, sin embargo, hay razones fisiológicas: la prolactina es inhibidora de la libido.
P. A pesar de lo duro que ha sido, has estado dos años lactando. ¿Entiendo que te ha compensado?
R. Sí. Me gustó. Quizás porque con mi primera hija no pude, me empeñé en la segunda. Simplemente, tuve ganas de hacerlo. Afortunadamente, tenía el tiempo y la posibilidad de hacerlo. No obstante, yo no creo que sea lo mejor o lo peor. Estoy absolutamente a favor de que cada mamá haga lo que le dé la gana. Si piensas que va a ser mejor darle el biberón el primer día de su vida, ¡dáselo! ¿Por qué somos tan duras con nosotras mismas? Somos como las hermanastras de La Cenicienta (risas).
P. ¿Eso lo has sentido tú?
R. Absolutamente. A mí me hicieron bullying muy duro de madres en Lima, donde la sociedad es tremendamente conservadora. La Coruña, donde vivo ahora es otro mundo.
P. ¿Te consideraban mala madre?
R. Solo incómodamente atípica (risas).
P. ¿Y qué has hecho al respecto?
R. Sentirme culpable y también sentirme libre. No puedo decir que haya hecho lo que he querido y me haya dado igual. No. Ha sido duro. He sentido que había muchos prejuicios por mi manera de criar. Y por haberme casado tres veces y tener dos hijas de dos padres distintos… Pero creo que a las cosas hay que quitarles el drama.
P. Otro de los temas que abordas en primera persona es del sufrimiento de perder un bebé durante un embarazo.
R. A lo que la gente te contesta con frases como “bien que tu cuerpo ha sido sabio”; o “es algo que sucede muy habitualmente”. Y más allá de la renuncia a tu hijo o hija, que es durísimo, hay un tema fisiológico. Tu cuerpo está actualizando el software con montones de hormonas alteradas… y de repente estalla la computadora: hay hormonas del embarazo en tu cuerpo, pero ya no estás embarazada y encima tienes que asumirlo, seguir trabajando, ocupándote de tu hija… Como si no importaran nuestros procesos.
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