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Pedro García Aguado (‘Hermano mayor’): “Hay casos de ‘bullying’ que son el resultado de la educación que se recibe en casa”

El experto en violencia filioparental participa en el proyecto Valientes, con el que jóvenes de 11 a 13 años aprenden herramientas para gestionar el acoso escolar y erradicarlo

La superación aplicada a ayudar a otras personas a través de la propia experiencia es uno de los logros de Pedro García Aguado (Madrid, 57 años), campeón olímpico de waterpolo (oro en Atlanta en 1996 y plata en Barcelona en 1992) y luego conocido por ser coach familiar y presentador en el programa televisivo Hermano mayor. El comunicador y exdirector de Juventud de Madrid, experto en violencia filioparental y técnico en prevención del consumo de drogas, está implicado en la educación de los jóvenes desde que, en 2003, durante una terapia de grupo para superar su adicción, decidió que iba a ayudar a chavales que estuvieran pasando por su misma situación. “Lo que más me gusta es comprobar cómo aquellos chicos y chicas a los que les ponen la etiqueta de malotes no lo son. Lo que más necesitan es un abrazo y compresión”, asegura a EL PAÍS.

En la actualidad, el asesor participa en Valientes, con el que jóvenes de 11 a 13 años aprenden herramientas para gestionar el acoso escolar y erradicarlo a través de charlas grabadas por la productora Lapa Creativa, comprometida con la generación de contenido televisivo de carácter solidario, que se emiten en el canal de YouTube Imbatibles. La iniciativa se presentó el pasado 22 de septiembre en el municipio andaluz de Bormujos y tiene previsto recorrer varias poblaciones españolas. “Cuando se detecta que un niño acosa se ha de trabajar de forma sistémica con toda la familia”, afirma Aguado. “Hay casos de bullying que son el resultado de la educación que se recibe en casa, como las carencias afectivas, el maltrato o los modelos sobreprotectores y negligentes. En ocasiones, hay que reeducar a los padres y madres para que las cosas cambien”, agrega.

PREGUNTA. ¿En qué consiste el proyecto Valientes?

RESPUESTA. Algo que no se está haciendo bien con el bullying es la detección temprana de los casos y la atención inmediata. Para paliarlo, con Valientes hacemos encuentros con alumnado en Andalucía, gracias a la productora Lapa Creativa. Mi papel es presentar diferentes testimonios de personas que han sufrido acoso. Esto sirve para concienciar sobre la necesidad de no callarse ante situaciones que se dan en los institutos y colegios. Se trata de dejar de ser cómplices por la pasividad y actuar de inmediato. También se pretende detectar tempranamente a los alumnos y alumnas posibles agresores, para conocer sus circunstancias familiares y los factores de riesgo que favorecen la realización del bullying.

P. Cuando un niño o joven tiene problemas, como agresividad, por acoso escolar, aislamiento o adicciones, ¿qué primeros pasos recomienda dar a los padres?

R. Mirar más allá del comportamiento, ya que es tan solo la punta del iceberg. Se trata del síntoma de algo que hay detrás, que tiene que ver con lo que ocurre en casa y con el modelo educativo que se recibe.

P. ¿Por qué decidió dedicarse a asesorar a familias que tienen dificultades con el comportamiento de sus hijos?

R. En el año 2003, sentado en una silla en terapia de grupo para superar mi adicción, pensé que me hubiera ayudado mucho saber antes lo que estaba escuchando en esa sala sobre gestión de emociones o control de la impulsividad. De haber sido así, me hubiera evitado mucho sufrimiento. Es ahí cuando pensé que, si me recuperaba, transmitiría todos esos conocimientos a la gente joven para que tuviera más herramientas para afrontar las situaciones adversas y no caer en el abuso de sustancias y, ahora, también en el de las pantallas.

P. ¿Qué consejo le daría a los padres de jóvenes con adicciones?

R. Primero les diría que no son culpables de que su hijo haya generado dependencia a sustancias o pantallas. Una vez detectada la adicción, o mejor dicho, los comportamientos que pueden concluir en ese diagnóstico, no hay que dudar en pedir ayuda especializada y en buscar tratamientos serios con profesionales que entiendan del tema. Y, desde ese momento, aconsejaría que hicieran caso de lo que digan los terapeutas para poner freno al posible chantaje y manipulación emocional que su hijo o hija hará para no ponerse en tratamiento. Una vez diagnosticada la adicción, empieza una carrera de fondo en la que hay que seguir las pautas.

P. ¿Qué cree que estamos haciendo mal con los jóvenes para que haya tantos casos de bullying, algunos de los cuales llevan a chicos a quitarse la vida?

R. Habría que diferenciar una cosa de la otra. El suicidio de jóvenes no está solo relacionado con el acoso escolar, hay múltiples causas y entre ellas la de que algunos sufren tanto dolor por diferentes circunstancias que deciden quitarse la vida para dejar de sufrir. Lo que propicia esos casos es la dificultad para gestionar el dolor, la poca alfabetización emocional y la escasa capacidad de afrontar la adversidad, además de por algunos trastornos psicológicos.

P. ¿Es de la opinión de que con la infancia no es cómo empieza la historia, sino cómo acaba?

R. Soy de la idea de que nadie es malo. Puede que por circunstancias y la influencia del entorno, o el modelo educativo recibido, algunos niños se comporten mal. Siempre hay que analizar los casos como un sistema multifactorial que hace que algunas personas hagan daño a otras. Estos son los menores que parece que se tuercen por el camino.

P. ¿Cuáles son los errores habituales que los padres suelen cometer?

R. Sobreprotección, acompañamiento incoherente, ausencia de normas y límites, no enseñar a gestionar la frustración, no alfabetizar emocionalmente, no educar a los hijos e hijas que tienes, sino a los que te gustaría tener.

P. ¿Cree que se invierte lo suficiente en educación emocional?

R. No. Y sería importante hacerlo para ayudar a las personas a ser más responsables de lo que sienten, más capaces de lidiar ante la adversidad. Estoy seguro de que así disminuiría el consumo de ansiolíticos y antidepresivos.

P. Suele hacer hincapié en la importancia de los valores para la educación de los jóvenes. ¿Qué recomendaría a los padres para practicarlo?

R. Es muy difícil aconsejar sin saber la realidad particular de cada familia. En general, recomendaría que los padres tuvieran claro sus valores individuales y, luego, pusieran en común aquellos que quieren transmitir a su familia. Muchas veces, y sobre todo cuando los hijos e hijas van creciendo, adquieren sus propios valores y hay que ser respetuosos con los que elijan.

P. ¿Algún ejemplo concreto para practicar esas conductas con valores en el día a día?

R. Lo primero es ser coherente. Si quieres transmitir a tu hijo el valor del respeto al diferente, tendrás que ser tolerante y amable con las personas de otras culturas, etnias, países y razas. Si quieres enseñarle el valor de la generosidad, tendrás que ser generoso y que te vean siéndolo. Al contrario de lo que se piensa, la generosidad se aprende experimentándola o viendo lo bien que le sienta a algunas personas ser generosas, no tanto obligando a serlo. En cuanto al valor de la responsabilidad, tendrás que asumir los errores que cometes y que tu hijo no te vea constantemente culpando a los demás de lo que tú no haces bien.

P. ¿Según su experiencia como deportista, practicar deporte puede ayudar a los niños a tener más equilibrio y bienestar?

R. El deporte enseña lo que no viene en los libros de una manera práctica y vivencial. Te sirve para gestionar la frustración, ya que las cosas no siempre van a ir como tú quieres. También te prepara para trabajar en equipo, te ayuda a superarte y a tener cierta disciplina. Todo ello favorece el equilibrio, además de que aporta bienestar mental al fomentar la fabricación de endorfinas y dopamina.

P. ¿Qué pueden tener en cuenta los padres para orientar a sus hijos a la hora de practicar un deporte para que lo hagan con motivación y no como una obligación más?

R. Es importante que nuestros hijos hagan el que les guste, siempre que se pueda realizar, y no el que papá o mamá quieran. Es habitual que, más los padres que las madres, quieran que sus hijos o hijas consigan con el deporte aquello que ellos no fueron capaces de lograr.

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