Lola Álvarez, psicóloga: “Para saber si tu hijo adolescente tiene problemas de salud mental hay que evitar interrogarle como un policía”
La pedagoga y máster de Estudios de Observación Psicoanalítica publica su segundo libro ‘¿Qué me he perdido? Cómo afrontar los problemas de salud mental en la adolescencia’ en el que ofrece pautas para que los padres descubran si el menor tiene un problema y aprendan a lidiar con él en una edad donde la comunicación puede ser complicada
Muchas veces los padres y madres se sienten confundidos durante la adolescencia y no saben cómo actuar ante los problemas de salud mental que pueden estar atravesando sus hijos. No saben cómo comunicarse con ellos en una etapa vital en la que las conversaciones pueden ser complicadas y escasas. Con el fin de intentar ayudar y solventar las dudas los progenitores, Lola Álvarez Romano (Barcelona, 61 año...
Regístrate gratis para seguir leyendo
Si tienes cuenta en EL PAÍS, puedes utilizarla para identificarte
Muchas veces los padres y madres se sienten confundidos durante la adolescencia y no saben cómo actuar ante los problemas de salud mental que pueden estar atravesando sus hijos. No saben cómo comunicarse con ellos en una etapa vital en la que las conversaciones pueden ser complicadas y escasas. Con el fin de intentar ayudar y solventar las dudas los progenitores, Lola Álvarez Romano (Barcelona, 61 años), psicóloga, pedagoga y máster de Estudios de Observación Psicoanalítica, llega con su segundo libro ¿Qué me he perdido? Cómo afrontar los problemas de salud mental en la adolescencia (Planeta, 2024).
“En el primero —¿Pero, qué pasa? (Planeta, 2022)— intenté ofrecer una guía a los progenitores en la que transmitía que la adolescencia también es una experiencia constructiva, positiva y enriquecedora para todos”, sostiene la experta. “Este segundo”, continúa, “está más enfocado en cómo se desarrolla la salud mental desde antes, incluso, de nacer y cómo la evolución propia del ser humano hace que algunas veces se estropee. Y lo más importante: qué podemos hacer para evitarlo o repararlo”. Álvarez también señala que aunque los trastorno mentales más frecuentes en la adolescencia son la depresión y la ansiedad, “me ha parecido interesante añadir también las autolesiones por el auge de estas conductas en los jóvenes en los últimos años”.
Para abordar el tema de la salud mental en la adolescencia, la también psicoterapeuta incide en que hay que saber diferenciar entre disgusto temporal y trauma. “Hay que entender que son cosas diferentes porque en la actualidad se usan de una manera un poco frívola y de forma intercambiable”, incide. Según explica, un disgusto temporal es algo momentáneo, como puede ser un divorcio de los padres o un duelo por la muerte de un familiar, mientras que un trauma se prolonga en el tiempo y deja unas secuelas en el individuo, afectando a su día a día.
PREGUNTA. ¿Cómo se pueden dar cuenta los padres y madres que su hijo padece un trastorno mental?
RESPUESTA. Lo principal es que se da un cambio de conducta, pero un cambio prolongado. Por ejemplo, el adolescente es incapaz de hacer cosas que hasta ese momento hacía. En el caso de la ansiedad, por ejemplo, se podrían dar situaciones como: no querer salir, no querer ir al instituto o de repente hay cosas que le dan miedo. Y en el caso de la depresión, puede ocurrir que el joven no quiera ver a sus amigos, no quiera salir de su cuarto o no se preocupe de su higiene… Pero lo importante de todo esto es que no se debe a tener un mal día o una mala semana porque ha roto con su novio o ha suspendido, sino que se mantiene en el tiempo. Lleva un mes sin dormir o al revés durmiendo mucho, por ejemplo.
P. ¿Qué se puede hacer en estos casos en el que el adolescente ha cambiado toda su vida?
R. Cuando los progenitores perciben que algo está sucediendo, lo esencial es que vigilen a su hijo. Es cierto que algunos piensan que esto puede invadir su privacidad, pero con un adolescente abatido y que pasa mucho rato en su habitación, hay que hacerlo porque puede ser un signo de alarma de algo peor. Si no lo hacemos, no sabemos a qué tiene acceso, a lo mejor está con un bajón y quiere autolesionarse y empieza a investigar y se mete en grupos donde puede haber conductas peligrosas. Todo esto puede hacer que el joven vaya cayendo más y más… y los padres siempre tienen que evitar que termine metido en un agujero del que después sea más difícil salir.
P. ¿Cómo pueden los padres equilibrar los dos conceptos: respetar su privacidad y vigilar?
R. La verdad es que un adolescente se deje ayudar es muy complicado. Muchos padres tiran la toalla porque piensan que su hijo va a pasar de ellos. Pero hay que intentar comunicarse con él. Si hemos percibido algún cambio, lo mejor es hablarlo con él: “Oye, he notado que últimamente no sales con tus amigos, ¿pasa algo?”. Es muy posible que él conteste que no pasa nada. Y aunque no lo parezca, esto es bueno. Al día siguiente, o cuando esté de mejor humor, volvemos a la carga con la conversación. Lo importante con esta conducta es que el adolescente nota que estás ahí, que no está solo con el problema. Y se ha dado cuenta de que alguien sabe que las cosas no van bien. Y este puede ser el principio de una charla futura más fructifica.
P. ¿Qué no se debe hacer?
R. Pasar de él. Muchos padres abandonan el intento de averiguar lo que le pasa a su hijo ante un “Déjame en paz”. Y hay que hablar con él, pero sin juzgarle, criticarle o interrogarle como un policía. Lo mejor es dejar caer un comentario, así de la nada, en el momento en el que a nosotros nos parezca que puede ser conveniente.
P. ¿Cuál puede ser el mejor momento? ¿Y cómo deberían hacerlo?
R. No es tanto el momento como el hecho de que hay que hacerlo con mucho cuidado y sensibilidad porque es una situación muy delicada. Hay que ir poco a poco y entender que no hay soluciones mágicas. Descubrir si le pasa algo a tu hijo adolescente es un proceso lento y hay que ir alimentándolo día a día para que él vaya cogiendo confianza y se sienta seguro para pedir ayuda.
P. ¿Cómo se debería actuar una vez los progenitores conozcan el problema?
R. Por ejemplo, si nuestro hijo padece ansiedad, se le puede preguntar qué le da miedo. Si nos dice que el metro en hora punta, a lo mejor una solución es llevarle en coche al instituto durante un tiempo hasta que se sienta más seguro. Lo importante aquí es que los padres averigüen qué pueden cambiar de la realidad familiar para que su hijo se sienta mejor. O a lo mejor, podemos ir de compras con él sin sus hermanos para que se sienta más libre de contarnos lo que le pasa. Y lo más relevante, si ven que su hijo necesita ayuda, buscarla. Aunque siempre aconsejo que lo mejor es buscar ayuda de antemano, cuando los progenitores detectan el problema, porque el especialista les puede guiar durante todo el proceso y ofrecerles herramientas muy útiles para todo el proceso.
P. ¿Qué ocurre si el adolescente se niega a ir a consulta?
R. Yo trabajo muchas veces sin conocer al chaval. Son los padres y madres los que acuden a terapia. En consulta, se les da las herramientas necesarias para que ellos tengan la capacidad de trabajar el problema y afrontarlo. Lo que hay que transmitirles es que desde que nacemos vamos evolucionando, tanto los progenitores como el hijo, y esos cambios afectan a cada uno de los miembros. Todos debemos ir cambiando a través del proceso. Aceptando esto, se avanza.
Puedes seguir Mamas & Papas en Facebook, X o apuntarte aquí para recibir nuestra newsletter quincenal.