La verdad sobre Papá Noel y los Reyes Magos: dónde termina la magia y dónde empieza la mentira a los niños
Mantener la ilusión infantil de esta tradición social navideña basada en los regalos no tiene por qué considerarse un engaño, pero si no se responde a preguntas directas, puede llevar a los menores a la desilusión y la desconfianza
El periodo navideño es para los padres uno de los más emocionantes y divertidos del año, pero también de los más estresantes. Con los niños en casa de vacaciones y muchas comidas y cenas que preparar, en apenas un par de semanas también hay que pensar, comprar, envolver y esconder regalos, para sacarlos durante la noche, a oscuras y con mucho sigilo, y colocarlos donde la tradición familiar indique: debajo del árbol, en la entrada de casa, junto al Belén… Todo para mantener un secreto que, desde que comienza, tiene los días (años) contados. Un secreto que, para algunos padres, es además una forma de engaño, incluso cuando son bebés.
“Cuando nació mi hijo, hace 19 años, muchas familias teníamos dudas sobre este tema. Por una parte, nos parecía una tradición bonita, pero por otra nos sentíamos mal orquestando un engaño global”, afirma Armando Bastida, enfermero pediátrico y fundador de Criar con sentido común, una plataforma online para la crianza respetuosa. “Llamemos a las cosas por su nombre: los Reyes Magos, Papá Noel, el Tió, el Olentzero, el Ratoncito Pérez... tal y como se los presentamos a los niños pequeños, forman parte de una fantasía que los adultos sostenemos colectivamente. Y, por tanto, sí, es una mentira”, dice Bastida. Pero también puntualiza que no todas las mentiras son iguales: “No es lo mismo mentir para manipular, controlar o asustar, que para participar en una tradición cultural cargada de simbolismo, ilusión y emoción”.
“Desde mi punto de vista, no se puede considerar mentir, sino que se trata más bien de la elección de mantener una tradición o ficción social compartida”, argumenta Lorena Silva, psicóloga especializada en infantojuvenil en Consulta de Psicología y Psicodrama. “Es una fiesta que tiene un origen religioso y con el paso de los siglos se ha convertido en algo cultural y social, fundamentado en despertar en los menores aspectos muy positivos cómo la ilusión, la magia, la imaginación, los sueños”, añade Silva.
La clave para diferenciar lo que es mentira de lo que no lo es, está en la finalidad que se le dé. Y para eso hay que desterrar frases que a veces resultan muy útiles a los padres, frases tan habituales como “pórtate bien porque los Reyes Magos lo ven todo” o “si no obedeces, los Reyes no te traerán nada”. “Si los Reyes o Papá Noel se convierten en una herramienta de presión, chantaje o miedo, pierden cualquier sentido”, retoma Bastida, “en cambio, si se vive como una tradición familiar basada en la ilusión compartida, puede ser parte del recuerdo emocional de la infancia”.
Los expertos coinciden en la importancia de la forma de abordar el ritual de los regalos navideños para que funcione sin que resulte frustrante o decepcionante cuando, finalmente, llega el momento de saber la verdad. El propio Bastida reconoce que cuando él se enteró por su padre, lo sintió como una traición: “Lo que más me dolió fue recordar todas las veces que me hicieron creer que mis regalos estaban en juego, o que pensé que no era merecedor de lo que me trajeran”.
Para que la realidad llegue de manera natural, sencilla y sin grandes disgustos, la recomendación de Silva es que los progenitores estén atentos al momento evolutivo y de madurez en el que se encuentra el niño: “Este varía mucho de uno a otro, aunque suele ser a partir de los 7 años, cuando los niños comienzan a diferenciar lo real de lo imaginario. Es entonces cuando empiezan a surgirles las dudas: cómo entran en las casas, es imposible que dejen regalos en todos los hogares en una sola noche o, incluso, por qué hay niños que no reciben nada y a otros les llegan obsequios de precios muy elevados”. Según la experta, este es el momento clave en el que la mentira puede materializarse o convertirse en una bonita verdad. “Más aún, si son los propios menores quienes plantean preguntas directas a los padres, habitualmente inducidas por lo que han oído en el colegio o el parque”, afirma.
“Mi sugerencia es que ante las dudas que expresan los hijos, los padres respondan con otra pregunta: ¿y tú qué crees? ¿Por qué piensas que existen? Con base en esa conversación, se les hace cuestionar sus ideas, se les invita a pensar y a defender sus propias creencias”, afirma Abel Domínguez, psicólogo infantojuvenil. “Los niños no se defraudan porque les contemos las cosas, siempre y cuando lo hagamos desde el cariño y la coherencia, y aprovechemos para crear un diálogo con ellos, generar espacios donde se pueda hablar de cualquier cosa, incluso de secretos”, asegura.
“La mayoría de las situaciones conflictivas relacionadas con saber la verdad suele relacionarse no tanto con que se enteren de quiénes son los Reyes Magos, sino con el cómo se enteran”, sostiene Silva, para quien la clave está en la capacidad de los padres de responder las preguntas de sus hijos: “Si hay dificultad para dar respuesta es cuando puede existir un problema. Algo que puede ocurrir por el temor de que los pequeños se hagan mayores y pasen a la siguiente etapa evolutiva”. Como en todos los aspectos de la crianza, no reconocer las necesidades de los hijos es perjudicial, advierte Silva. “Los padres deberían pararse a pensar por qué se empeñan en mantener esa dinámica y plantearse que esa insistencia puede ser vivida por los niños como un engaño, generar malestar, e incluso suponer problemas relacionales de burla por parte de sus compañeros de colegio”, explica. Además, según informa la psicóloga, enterarse de la verdad equivale a descubrir que los padres se han esforzado sin llevarse el mérito, “en un acto de generosidad y entrega propia de la paternidad”.
Para Domínguez, mantener la magia seguirá siendo posible si se involucra a los niños en los preparativos del resto de la familia y, sobre todo, si aún hay hermanos o primos pequeños: “Se puede convertir la ilusión de lo mágico en la ilusión de preparar los regalos para los demás”.