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Cómo detectar si tu hijo adolescente es adicto al juego y qué hacer

Muchos jóvenes que apuestan no quieren ganar dinero, buscan no aburrirse o dejar de sentir frustración. Lo mejor que pueden hacer los progenitores es no culparse, evitar amenazas vacías y buscar ayuda profesional

“Tenía 16 años, venía con gorra y con cara de ‘yo no necesito estar aquí’. Su madre lloraba, el padre apretaba los puños. Y él, mientras tanto, respondía con monosílabos y ni levantaba la vista del móvil. Hasta que solté una frase mágica: '¿Tú estás aquí porque has querido o porque te han pillado?’. Me miró por fin. Sonrió, casi aliviado. Bingo". Quién cuenta este caso es Luis Miguel Real, psicólogo especializado en adicciones que plasmó cómo funcionan estas en su libro La mentira de la fuerza de la voluntad (YONKI Books, 2025). Este chico, según explica Real, “había estado apostando desde hacía más de un año, no a escondidas, sino con una naturalidad pasmosa”. Empezó con apuestas deportivas desde el móvil, primero con el dinero de los almuerzos, luego usando los datos del DNI de su tío. Al final ya no solo apostaba: mentía, manipulaba y robaba. A veces decía que necesitaba dinero para fotocopias o para el bus y, agrega el experto, “su madre, con una mezcla de culpa y desesperación, se lo daba”.

Este caso no es único. El último informe anual Perfil del Jugador Online del Ministerio de Consumo estima que, en 2024, los nuevos jugadores de entre 18 y 25 años crecieron un 28% respecto al año anterior señalando que se desplaza el perfil; ya no solo juega en máquinas físicas, que tienen numerosas restricciones, sino con el móvil, donde el acceso es instantáneo y con el agravante de las promociones agresivas que atraen a los más vulnerables.

Carmen Durang, psicoterapeuta y enfermera de urgencias del 112, explica que el adolescente se rebela, pero no siempre lo hace a portazos porque muchas veces la rebeldía llega disfrazada: “Se mete en un videojuego, en las apuestas online o en una app que promete emoción inmediata”. “Es la manera de protestar contra un mundo que les aburre, que no entienden o en el que no se sienten parte”, prosigue Durang. “Muchos chicos no buscan dinero, buscan evasión, juegan para no aburrirse, para dejar de sentir frustración, para escapar de una vida que perciben plana o sin sentido”, sostiene. Durang ejemplifica que, a veces, el aburrimiento se vuelve insoportable porque no saben qué hacer con él: “Y entonces, el juego aparece como vía rápida: dopamina, adrenalina, sensación de poder y lo que empezó como entretenimiento acaba siendo refugio. Y, poco a poco, pierden interés por la vida real”.

¿Cómo se detecta la adicción al juego? ¿Hay un comportamiento específico para que padres y madres se den cuenta de que ocurre algo? Real explica que no hace falta que se rapen la cabeza o que te roben el microondas para que salten las alarmas: “Hay señales más sutiles y más frecuentes. Por ejemplo, cuando dejan de interesarse por cosas que antes les encantaban: fútbol, amigos, música. O cuando empiezan a mentir de forma compulsiva, a estar más irritables, más aislados”. “Si cada vez que les pillas con el móvil están en una casa de apuestas online, no es casualidad; si de pronto tu hijo nunca tiene dinero, pero tampoco sabe explicar en qué lo ha gastado… sospecha”, recomienda el experto. Real incide en que las apuestas son una actividad intrínsecamente adictiva, y toda persona que apueste el tiempo suficiente puede acabar enganchándose. Para él, no es una forma de ocio como otra cualquiera. “Otra pista clave es el cambio de humor brutal cuando no pueden acceder al móvil o al ordenador, porque no es solo un cabreo típico adolescente, es un mono como el de cualquier adicto”.

Para la psicoterapeuta efectivamente hay cinco comportamientos clave que deben alertar a los progenitores: “Piden dinero sin explicar para qué; cambian de carácter, pero no el normal en la adolescencia, es algo mucho más irritable, evasivo o apagado; bajan en los estudios; se encierran a jugar negándolo; y, si no juegan, se alteran de una forma agresiva”.

“Cuando descubres que tu hijo es adicto lo primero es dejar de pensar que es culpa tuya por no haberle educado mejor, porque esto no ayuda nadie; las adicciones no son fallos morales (ni culpa de los padres), son problemas de conducta que se aprenden y se mantienen porque funcionan como vía de escape ante otros problemas”, resume Real. “A veces, el chaval no juega para ganar dinero, juega para no pensar, para calmarse, para anestesiarse”, ejemplifica. Lo segundo, asegura, es evitar amenazas vacías: “Tipo ‘te quedas sin móvil hasta los 30′ o ‘no vuelves a salir de casa’. Eso solo empeora las cosas. El castigo por castigo no sirve. Lo útil es el control real del entorno, como puede ser bloquear acceso a apps de apuestas, cancelar tarjetas bancarias, supervisar dispositivos. Y esto no cura, pero evita incendios mientras se trabaja el problema de raíz”.

“Qué se puede hacer es una pregunta que siempre me plantean los padres y que siempre respondo igual: no hay que vivirlo como un ataque personal porque no es contra ti, es un intento torpe de calmarse”, explica por su parte Durang, “por eso hay que hablarles desde la conexión, no desde el reproche”. “Y, por supuesto, hay que poner límites sin culpa, cortar el acceso no es un castigo, es protegerlo”, agrega.

Hay una tercera cuestión, y esto es clave, según señala Real: “Lo mejor es buscar ayuda profesional, porque aunque los padres y madres se pueden informar leyendo libros o escuchando podcasts, lo que va a funcionar es un plan de tratamiento estructurado, con objetivos, seguimiento y trabajo de fondo”. El psicólogo recalca también algo que considera fundamental: “Tu hijo no necesita fuerza de voluntad. Necesita herramientas. No es cuestión de aguantar como un campeón, sino de aprender a gestionar el malestar sin huir a una pantalla de apuestas”. Para él, dejar una adicción va de tener más recursos: “Y eso no se improvisa, se entrena. Como un músculo”. “Así que si sospechas que tu hijo tiene un problema con el juego, actúa, no desde el juicio y la acusación, sino desde la empatía y la información. Porque sí, se puede salir de la ludopatía. Pero no se sale solo, ni a gritos. Se sale con estrategia, con apoyo y con tiempo”, resume.

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