Vuelta a la rutina, al cole, a correr con los hijos… y para descansar nada mejor que un libro. Para todas esas madres y padres militantes del optimismo lector va esta selección de 10 libros que interpelan de alguna forma a la familia, presente o ausente, y que nos ponen de frente a las múltiples contradicciones y luces que surgen de este entorno desde el que, inevitablemente, interpretamos el mundo.
La herida, la ternura, la memoria, el desencanto, el amor o la contradicción se abren paso en las páginas de estos títulos que exploran con ironía y ternura las tensiones entre madres e hijas y que también se adentran en las contradicciones de la maternidad feminista y el trabajo doméstico, que recorren las herencias familiares, que nos sumergen en el día a día de familias disfuncionales, que ajustan cuentas con el pasado o que nos sobrecogen con cartas a los padres ausentes que oscilan entre la crudeza y la luminosidad.
Pasado y presente se entrelazan en el universo, a veces real y otras veces imaginado, que ha creado la periodista y escritora Patricia Reguero en estos relatos. En 'Todo lo que pasó el día que me mordió mi hija’ la autora explora lo que significa ser madre y ser hija, con todo lo que esto implica: dejar crecer, aceptar la ambivalencia, asumir los errores, criar con el peso de la propia mochila vital y, por el camino, no perder la conciencia del origen propio y estar dispuesta a entender lo que los padres hicieron o dejaron de hacer. “Mi madre dice a esta niña se le está poniendo el culo como una mesa camilla. No me lo dice a mí sino a mi padre. […] Tengo diez años, pero sé lo que significa tener el culo como una mesa camilla”, escribe. Con una escritura aguda y mullida, Reguero muestra la vulnerabilidad y la fragilidad de los cuerpos y de los vínculos, pero también el mecanismo afilado de la memoria: esos recuerdos que recuperamos, y que —reales o no— terminan por acompañarnos toda la vida.
La segunda novela de María Agúndez pone sobre la mesa una ristra de preguntas incómodas sobre el trabajo doméstico, la corresponsabilidad y las tensiones caníbales que se producen entre el feminismo y la maternidad cuando los privilegios —precarios o reales— salen a flote. ¿Qué ocurre cuando se externaliza el cuidado del hogar? ¿Está al mismo nivel que el cuidado de los hijos? Con mordacidad y lucidez, Agúndez sobrevuela los dilemas éticos de una protagonista, Sol, que tras el nacimiento de su hija se enfrenta no solo al reparto desigual de tareas con su atareada pareja y los cambios que se producen en la relación de ambos, sino también a sus propias contradicciones como mujer feminista que siente que necesita una limpiadora primero, y una cuidadora después. La novela pone en marcha una compleja maquinaria de justificaciones que sirven para rellenar los recovecos que esas contradicciones dejan sobre la conciencia de la protagonista. Eso sí, no hay respuesta alguna en estas páginas a semejantes conflictos, solo dejan ver los fallos del sistema.
¿Se puede encontrar un sentido a la vida a través de los hijos? Con una exquisita traducción de Blanca Gago, en 'El hijo’ se mezclan, como en una coctelera, los altos y los bajos de la vida de una mujer que no acaba de encontrar un rumbo claro: empleos que van y vienen, relaciones que naufragan, las sombras de la maternidad, el deseo de expiación de los muchos sinsabores… A todo ello se suma un dolor menos visible, pero profundo: el que sienten las mujeres cuando dejan de ser necesarias. Berriault traza una historia sostenida por la fuerza de lo que no se dice, pero se siente en cada página. Lo mejor es el final: la novela conduce a un puerto poco frecuentado en la literatura y deja al lector con más preguntas que certezas, pero también con una conmoción difícil de sacudir.
Siguiendo la estela que abrió la fotógrafa Moyra Davey con 'Maternidad y creación’, en el que a partir de textos de otras autoras invitaba a reflexionar sobre cómo se relacionan ambas potencias creativas —la de crear arte y la literatura, y la de crear vida—, Sara Herrera Peralta establece un diálogo poético con la obra de la artista Louise Bourgeois sobre el mismo eje. ¿Qué impacto tuvo la maternidad en la vida de la escultora? ¿Y qué ha supuesto, a lo largo del tiempo, en la vida de las mujeres convertirse en madres? A través de su simbólica interlocutora, y de su propia historia familiar, la autora construye, entrelazando poesía y prosa poética, un libro hermoso sobre el tiempo, la infancia, la memoria, el lugar de los cuidados, el cuerpo y la capacidad reparadora tanto de la escritura como del bordado. “¿Escribimos para salvarnos?”, se pregunta Herrera. Este poemario también es la casa de todas aquellas historias silenciadas, de cómo lo cotidiano puede convertirse en un acto de resistencia.
Autora imprescindible e irrepetible, Carmen Martín Gaite dejó un importante legado literario que merece ser releído con motivo del centenario de su nacimiento, que se celebra este 2025. La editorial Siruela conmemora la efeméride con varias reediciones y publicaciones, entre las que destaca 'De hija a madre, de madre a hija’, un emotivo volumen que reúne por primera vez dos textos autobiográficos escritos en momentos de intensa oscuridad para la autora: el duelo por la pérdida de su madre y, años más tarde, el de su hija. Carmiña para la primera, Calila para la segunda, Martín Gaite mantuvo con ambas una relación de envidiable complicidad. “Siempre puede haber algo peor, y lo peor de todo es perder la cabeza, no vivir cada tramo de la vida, hasta los más espantosos, con la mirada serena y la mirada alerta, procurando apreciar lo que se tiene, lo poco o lo mucho que nos queda”, escribió en ‘El otoño de Poughkeepsie’ (1985), uno de los dos textos que conforman el libro junto con ‘De su ventana a la mía’ (1982), custodiados ambos por un exquisito prólogo de José Teruel.
La ilustradora francesa Marion Fayolle, autora de joyas gráficas como 'Los traviesos’, 'Los pequeños’ o 'La ternura de las piedras’, debuta en la narrativa con una novela que traslada al entorno rural, a una granja que parece ajena al paso del tiempo en la que las generaciones se suceden, una tras otra, de forma invariable. Una niña, la última en llegar, ejerce de protagonista de esta historia sobre un mundo ganadero en extinción a través del cual Fayolle levanta una obra breve en su tamaño (poco más de 100 páginas), pero mayúscula en su contenido, sobre las herencias familiares, sobre lo difícil que resulta llevar en los genes tantas historias dentro, tantas personas, y “lograr acallarlas” para lograr ser uno mismo, “para inventar otra cosa pequeña y personal”. Su escritura es pura poesía y está repleta de metáforas tan potentes y visuales que en muchos pasajes el texto se convierte como por arte de magia en ilustración.
“Cuando pienso que mi madre solo tiene a una niña para compartir sus pensamientos, desearía hacerme mayor de golpe”, reflexiona la protagonista de ‘Ama de casa’. Y ese pensamiento ya dice mucho de esta niña de 9 años que por momentos parece más adulta que sus padres; y también de sus progenitores, una pareja de clase obrera cuya relación se resquebraja justo cuando la pequeña va a hacer la comunión, casi en paralelo a la grieta provocada por las obras del metro que acabará provocando un socavón en el humilde barrio barcelonés del Carmelo. Heredera de voces como la de Marina, la inolvidable protagonista de ‘Vozdevieja’ (Blackie Books, 2019), María Roig mezcla a la perfección realidad y ficción para dar forma a un relato en el que nostalgia, la ternura y un humor negro y amargo se combinan para retratar desde la mirada infantil la historia de un hundimiento familiar y colectivo.
"Toda la literatura universal, la búlgara no es una excepción, canta a la madre y escribe amargas cartas kafkianas al padre”, escribe en un pasaje de este libro el autor búlgaro Gueorgui Gospodínov. Él mismo, reconoce, no sabe cómo denominar a estos textos fragmentarios que recorren —entre idas y venidas en el tiempo, entre recuerdos de infancia—, los últimos días de la vida de su padre (la enfermedad terminal, los dolores, los cuidados) y las primeras semanas de duelo tras su muerte, ese momento en el que el mundo parece empezar de nuevo y todo se divide entre el “antes de” y el “después de”. 'El jardinero y la muerte’, sin embargo, está lejos de ser una amarga carta kafkiana. Todo lo contrario, es un libro bellísimo a pesar de su contención, luminoso en su tristeza, sin atisbo de amargura o resentimiento, una preciosa y emotiva carta de amor al padre repleta de profundas reflexiones sobre la figura paterna, los recuerdos de infancia, la enfermedad y la muerte. Traducción de María Vútova.
Thomas Korsgaard publicó en 2017 (traducida al español este 2025), con solo 21 años, esta notable novela, primera parte de una trilogía autobiográfica que ha convertido al escritor en todo un referente literario en Dinamarca antes siquiera de cumplir la treintena. A modo de flashazos, Korsgaard nos sumerge en la vida de Tue, 'álter ego’ el autor, un niño que vive en una granja en ruinas —como su familia—, acompañado de dos hermanos, un sinfín de perros asilvestrados, animales moribundos, un padre colérico y una madre depresiva y adicta al juego ‘online’. En mitad de esa familia disfuncional y paupérrima (y a pesar de ella), en la que solo las palabrotas rompen el silencio, Tue se abre paso en el mundo con una mirada y unas reflexiones tiernas, irónicas, descreídas y nada sentimentales que disparan contra todo y contra todos.
“Solo me he quedado con el odio, el olor a tabaco y el miedo que me dabas cuanto te enfadabas. He olvidado el resto de las cosas, las he perdido”, escribe Fer Rivas. La escritora barcelonesa se refiere a su padre, muerto muchos años atrás, cuando era adolescente, pero a cuya figura se dirige y se enfrenta en las páginas de este relato personal y descarnado, un volver a matar al padre, que es también una potente historia de búsqueda de la personalidad y de un lugar en el mundo. Los silencios del padre, su figura autoritaria y ausente, su incomprensión hacia su sexualidad, sus comentarios homófobos, marcan la relación de ambos; y a pesar de ello, de todo el rencor acumulado, Rivas, con la perspectiva que da el tiempo, es capaz de encontrar destellos de luz en la figura de un hombre traumatizado que traumatizó a la vez a su hijo, en una clara muestra de cómo las experiencias traumáticas se transmiten de generación en generación hasta que alguien es capaz de abrir los ojos y decir basta.