La manipulación de los hijos tras un divorcio: un precio emocional que los menores no deberían pagar
Las disputas entre progenitores en procesos de separación a veces lleva a los niños a tener que tomar partido y a asumir una carga que no les corresponde. También afectan profundamente su estabilidad emocional, y pueden llegar a padecer alteración de la autoestima, incapacidad de gestionar conflictos o bajo rendimiento escolar
Cuando los padres se separan, los hijos se ven inmersos en una nueva dinámica familiar donde pequeñas manipulaciones se vuelven parte de su día a día. Desde promesas incumplidas sobre visitas hasta comentarios sutiles (o no) que los ponen en una posición de elegir entre uno u otro progenitor, muchos menores quedan atrapados en una lucha que no les pertenece. Un cambio inesperado de horario, una crítica lanzada al pasar o una decisión unilateral sobre su educación pueden parecer gestos inocentes, pero cargan con un peso emocional que afecta a su bienestar y confianza. ¿Cómo prevenir la manipulación de los progenitores? ¿Cuál es el precio emocional que los niños y adolescentes no deberían pagar?
El psicólogo y mediador Ángel Luis Guillén Torregrosa distingue varias situaciones comunes en las que los hijos quedan atrapados o se convierten en moneda de cambio. En primer lugar, menciona las disputas sobre la custodia: “Esto puede llevar a que los niños sientan la obligación de elegir entre uno de los padres, generando un conflicto de lealtad que les afecta emocionalmente”. Por otra parte, señala como una fuerte fuente de tensión el tema de la vivienda: “Uno de los padres puede amenazar con mudarse lejos, insinuando que el cambio afectará a su acceso a amigos, escuela y actividades, lo que provoca en los hijos inseguridad e inestabilidad”. Guillén Torregrosa observa que otro foco de disputa es todo lo relativo a la pensión alimenticia: “A veces, los padres utilizan el tema económico para infravalorar el amor del otro progenitor, sugiriendo que no aportar la cantidad deseada es señal de egoísmo o irresponsabilidad”. A esto se suma la manipulación emocional, donde los hijos actúan como intermediarios de mensajes y críticas, llevándolos a tomar partido y asumir una carga que no les corresponde. “Por último, vemos muchas situaciones en las que se juega con los horarios de las visitas, alterando los días o las horas sin previo aviso o con muy poco tiempo, lo que genera confusión y frustración en el menor”.
Un caso reciente que impactó a Guillén Torregrosa, también experto en mediación, involucró a una pareja en proceso de separación, donde la madre criticaba al padre constantemente frente a su hija de 8 años, generando un fuerte rechazo de la pequeña hacia él. La niña, quien antes compartía una relación cercana con su progenitor, comenzó a mostrar también signos de ansiedad, aislamiento y bajo rendimiento escolar. La psicóloga infantil de la menor identificó indicios de alienación parental, un término psicológico utilizado para describir la manipulación por la que un progenitor influye en el niño para que rechace al otro, aunque su aceptación en el ámbito científico y judicial sigue siendo motivo de debate. Esta recomendó la mediación para mejorar la comunicación entre los padres. Con el tiempo, y gracias a este trabajo conjunto, la niña empezó a reconectar con su padre: “Fue muy gratificante observar cómo comenzaba a abrirse de nuevo, lo que muestra la importancia de priorizar el bienestar emocional de los niños cuando hay conflictos de pareja”.
La abogada Inmaculada Díaz Girón, miembro de la Asociación Española de Abogados de Familia y socia fundadora de la Plataforma Familia & Derecho —consultoría que ayuda a paliar muchos de los efectos adversos de las crisis familiares—, advierte sobre la dificultad de prevenir la manipulación de los hijos. “La experiencia nos dice que si un progenitor se empeña en manipular es difícil evitarlo”. Y prosigue: “La sobrecarga del sistema judicial impide una intervención adecuada”. Sin embargo, según relata Díaz Girón, desde las escuelas y los servicios sociales se pueden implementar soluciones para frenar estos comportamientos antes de que se enquisten. “Muchas familias no saben gestionar una ruptura y se dejan llevar por las emociones. No son conscientes de lo que implica y se dispersan en la toma de decisiones”, afirma, por lo que destaca la importancia de un primer asesoramiento psicológico y legal para manejar adecuadamente los asuntos personales y familiares y minimizar el impacto emocional en los hijos.
Díaz Girón comparte el caso más duro que ha llevado en su despacho: “Una madre que, desde el nacimiento de su hija, la utilizó y manipuló, llegando incluso a promover una denuncia falsa de abusos sexuales contra el padre, con ayuda de su entorno familiar, para obtener la custodia exclusiva”. Fue un proceso penal y civil extremadamente duro para el hombre, quien finalmente obtuvo la custodia única cuando la niña cumplió 8 años. “Hoy, la niña vive feliz con él, mientras que la relación con su madre se mantiene bajo supervisión, con visitas limitadas a dos horas cada dos semanas en un Punto de Encuentro Familiar”.
Guillén Torregrosa ha constatado que los enfrentamientos entre cónyuges son frecuentes y tienden a durar meses, incluso años: “Dependiendo de la complejidad de la relación, la cantidad de rencor acumulado y la capacidad de los padres para comunicarse”. El psicólogo destaca que son especialmente comunes cuando aparecen nuevos factores, como la llegada de una nueva pareja, mudanzas o cambios de domicilio y trabajo, “provocando el resurgir de disputas no resueltas entre los progenitores, lo que afecta seriamente la salud mental de los niños”. En este sentido, menciona cuáles son las consecuencias más graves para los menores: “La alteración de la autoestima e incapacidad de gestionar conflictos futuros”. El psicólogo insiste en que los padres deberían abordar estas situaciones desde una comunicación efectiva y sin confrontaciones, manteniendo siempre como prioridad el bienestar emocional de los hijos. Según Guillén Torregrosa, los obstáculos más frecuentes en la mediación suelen ser el resentimiento acumulado, la mentalidad de ganar o perder y la judicialización del proceso, que terminan desviando la atención de los niños: “Este tipo de actitudes no solo dificultan la mediación, sino que además incrementan la hostilidad entre los progenitores”. En este contexto, Díaz Girón subraya la importancia de contar con jueces especializados en Derecho de Familia para manejar casos complejos en los que, a veces, ciertos progenitores muestran conductas narcisistas o manipuladoras, perjudicando el proceso en detrimento de los menores.