Cómo Donald Trump arrebató el ‘momentum’ a Kamala Harris
La campaña estadounidense enfila la recta final con el republicano crecido en las encuestas. Los sondeos, muy reñidos a nueve días de la cita con las urnas, no dan un claro ganador
El momentum es a la política estadounidense lo que el duende al arte flamenco: llega o no llega, y de nada sirve forzarlo. Estrategas políticos, periodistas, encuestadores y otros exégetas de la campaña que enfrenta a Donald Trump con Kamala Harris tratan de descifrar si Trump está viviendo o no su momentum, que así es como llaman en Washington a ese impulso en los sondeos, propiciado por la coyuntura y por una ciert...
El momentum es a la política estadounidense lo que el duende al arte flamenco: llega o no llega, y de nada sirve forzarlo. Estrategas políticos, periodistas, encuestadores y otros exégetas de la campaña que enfrenta a Donald Trump con Kamala Harris tratan de descifrar si Trump está viviendo o no su momentum, que así es como llaman en Washington a ese impulso en los sondeos, propiciado por la coyuntura y por una cierta alineación de los astros. Es importante resolver esa duda, porque a nueve días de la cita con las urnas podría ser el empujón definitivo que devolviera a la Casa Blanca cuatro años después al hombre que se despidió del cargo instigando una insurrección el 6 de enero de 2021.
Trump lleva cinco semanas mejorando en las encuestas, tanto en las nacionales como en las de los siete Estados claves, y eso le ha permitido acortar la ligera diferencia que le había sacado su oponente demócrata en una pugna que por lo demás se ha demostrado prácticamente inmune a los sensacionales acontecimientos de los últimos meses, con dos intentos de asesinato incluidos. Los pronósticos, que incluso vaticinan un empate en el voto electoral (un escenario inédito desde hace 20 años), arrojan unos totales tan reñidos que no es posible sacar ninguna conclusión definitiva sobre lo que sucederá el 5 de noviembre.
Antes, durante semanas, el momentum fue cosa de Harris, cuya entrada en la campaña tras la renuncia en julio de Joe Biden a perseguir su reelección como presidente de Estados Unidos mejoró las expectativas de un partido con un candidato demasiado mayor que pilotaba el barco hacia el desastre. El recambio desató un entusiasmo que su popularidad como vicepresidenta no aconsejaba dar por hecho. Y así fue cómo los millones de dólares en donaciones, los miles de voluntarios y el apoyo en cascada de famosos catapultó en tiempo récord una campaña construida en torno a palabras como “libertad”, eslóganes como “cuando luchamos, ganamos” y una apuesta por el futuro frente al regreso al pasado que defiende el lema trumpista Make America Great Again (devolvamos la grandeza a Estados Unidos).
Pero el verano dejó paso al otoño, y el efecto Kamala se fue enfriando. El empuje de la Convención Nacional Demócrata de Chicago de agosto y el buen desempeño en el único debate, celebrado el 10 de septiembre, en el que Trump ha aceptado enfrentarse con ella fueron los últimos acelerones de una campaña que desde entonces parece haber perdido fuelle.
Palabras y hechos
Después, llegó el cara a cara entre vicepresidentes, en el que el aspirante demócrata, Tim Walz, cayó en casi todas las trampas de su rival, J. D. Vance, quien, entre demostraciones mutuas de cortesía, logró proyectar una imagen moderada en asuntos clave como el aborto (por cuya prohibición total abogó Vance en el pasado) ante una audiencia a la que se estaba dando a conocer. También llegó una de las frases por las que será recordada la demócrata esta campaña: fue cuando le preguntaron a Harris en una entrevista, por lo demás bastante amable, si habría hecho algo distinto que Biden de haber estado ella al mando durante los últimos cuatro años. “Ahora mismo no se me ocurre nada en concreto”, dijo la candidata, como si no le hubieran pasado sus ayudantes las encuestas que dicen que una porción mayoritaria del electorado está descontenta con la marcha del país, especialmente con la economía, y que culpan de esos problemas al aún presidente de Estados Unidos.
Otra de las grandes paradojas de esta campaña es la diferencia en el peso de las palabras de ambos rivales. Mientras una sola frase parece capaz de resquebrajar las posibilidades de triunfo de la demócrata, nada de lo que dice Trump, por muy descabellado que resulte, se traduce en pérdida de apoyo en los sondeos. Ni el bulo de que los migrantes haitianos de Springfield (Ohio) se comen a las mascotas de sus vecinos, ni las constantes amenazas de venganza contra sus enemigos políticos, ni los coqueteos con Hitler. Ni siquiera su extraño elogio esta semana de los genitales del golfista de leyenda Arnold Palmer.
Es como si los seguidores de Trump se tomaran en serio a su líder, pero no lo hicieran siempre al pie de la letra. La última prueba llegó este viernes a última hora, con la publicación de las tres horas de conversación entre el candidato republicano y el locutor de podcast más famoso de Estados Unidos, Joe Rogan, quien en 2022 se negó a entrevistar al expresidente porque lo consideraba una “amenaza para la democracia”. Fue el primer intento de asesinato en un mitin al aire libre, según Rogan, lo que le hizo cambiar de idea. En la conversación entre ambos, Trump dijo que no veía motivo para descartar que haya vida en Marte, aseguró que en las encuestas “hay probablemente mucho fraude” e insistió una vez más en que las elecciones que perdió contra Biden fueron un robo, pese a que los jueces lo han negado una y otra vez. “Esos jueces”, dijo, “no tenían lo que hay que tener para revertir una elección”.
En vista de que las palabras no le sirven de mucho, Harris ―que ha subido estos días el tono de su discurso hasta llamar “fascista” a su oponente mientras los más progresistas entre los suyos le afeaban su cortejo a los republicanos moderados desencantados con Trump― se ceñirá el próximo martes a los hechos. La candidata demócrata ha convocado un acto electoral en Washington, en la Elipse de la Casa Blanca, el mismo terreno al sur de la residencia presidencial en el que su rival ofreció un mitin el 6 de enero de 2021 que desembocó en el asalto al Capitolio.
Harris, que ha ido quemando los cartuchos de la fama que le iban quedando (solo esta misma semana ha subido al escenario a Beyoncé y Bruce Springsteen), espera que los votantes recuerden lo que pasó en aquella jornada negra de la democracia estadounidense antes de devolverle el poder a alguien que ha prometido que será “dictador durante el primer día” en el Despacho Oval. No está claro, con todo, que esa retórica de la “democracia en peligro” vaya a dar tan buen resultado a los demócratas como en las elecciones legislativas de 2022. Las encuestas vaticinaban entonces una “marea roja” (rojo es el color de los republicanos en este país) que les iba a permitir hacerse con un control holgado de ambas Cámaras, pero las aguas no subieron tanto.
El del martes es, de momento, el evento más simbólico de la recta final de la campaña de Harris, que este sábado se hizo acompañar por la ex primera dama Michelle Obama, este domingo tiene previsto estar en Filadelfia, la ciudad más poblada del Estado más decisivo, Pensilvania, y el próximo jueves tiene un mitin en Phoenix con las leyendas de la música norteña Los Tigres del Norte.
Ese mismo día, Trump concederá una entrevista con público en directo a la personalidad televisiva de la extrema derecha Tucker Carlson en Glendale, municipio pegado a la capital de Arizona. El candidato republicano se dará durante el resto de la semana una última vuelta por los territorios, desde Georgia a Wisconsin o Nevada, en los que se decidirá la presidencia de Estados Unidos. Cuál de los dos llegará al fin de semana previo a la votación a lomos del definitivo momentum es otra de las grandes incógnitas de las elecciones más reñidas de la historia reciente de Estados Unidos.