El racismo moviliza a la población latina en Texas
La primera minoría del Estado acude a los comicios con la matanza contra mexicanos de El Paso aún fresca en la memoria
En un país donde todo está politizado, incluso la mascarilla en tiempos de coronavirus, el silencio ante el dolor se impone. Los habitantes de El Paso, una ciudad con un 83% de población latina, aún tienen fresca en la memoria las heridas que dejó la matanza contra mexicanos del 3 de agosto de 2019. Aquel sábado, un hombre blanco de 21 años condujo más de mil kilómetros desde el norte de Texas para abrir fuego a los compradores, principalmente hispanos, de un popular supermercado. El atentado dejó 23 muertos, 23 heridos y...
En un país donde todo está politizado, incluso la mascarilla en tiempos de coronavirus, el silencio ante el dolor se impone. Los habitantes de El Paso, una ciudad con un 83% de población latina, aún tienen fresca en la memoria las heridas que dejó la matanza contra mexicanos del 3 de agosto de 2019. Aquel sábado, un hombre blanco de 21 años condujo más de mil kilómetros desde el norte de Texas para abrir fuego a los compradores, principalmente hispanos, de un popular supermercado. El atentado dejó 23 muertos, 23 heridos y una rica comunidad binacional rota. Después de mucho tiempo habían visto de frente el monstruo del racismo y el supremacismo.
“Siento que han crecido los crímenes de odio. No sé si la gente siente el respaldo de los dichos de su presidente. Estaba apagado y volvió a surgir el racismo”, dice Jean, de 45 años, un superviviente de la matanza de El Paso. Jean resopla a través del teléfono para tomar valor y recontar una vez más aquella mañana en la que cruzó desde Ciudad Juárez (Chihuahua) para hacer algunas compras en Walmart en compañía de su novia y su madre, María, de 63 años. “A las 10.37 empecé a ver gente que gritaba. Oía unos ruidos como globos tronando. Yo pensé que era un pleito personal. No sabía lo que estaba pasando. En inglés empezaron a gritar ‘están disparando, están disparando", recuerda desde México.
Jean salvó la vida porque se ocultó detrás de una tabla de contrachapado. Desde su escondite oía al asesino, Patrick Crusius, cambiar el cargador de su rifle AK-47. Aquellos instantes le parecieron horas. Recuerda también el silencio que siguió al terror. Y el olor de la escena, a “sangre y pólvora”. Encontró a su madre tirada en la zona de cajas, bien salvo una herida de bala en la pantorrilla. Jean acudía una vez a la semana con una psicóloga a la ciudad texana. La pandemia y el cierre de la frontera han interrumpido de momento su tratamiento, aunque su madre sigue cruzando la línea para consultas médicas.
Al menos en El Paso, una ciudad donde el 67% de la población tiene familia en Juárez, el atentado pesa sobre los votantes. “Creo que el tiroteo fue un horrible recordatorio para muchos latinos de El Paso de que la población negra y café no está a salvo del racismo. Es un llamado de atención a permanecer unidos”, afirma Verónica Carbajal, una abogada de ascendencia mexicana que busca convertirse este martes en la primera alcaldesa latina de la ciudad. Carbajal lucha contra cinco candidatos, incluyendo a Dee Margo, un republicano moderado que busca reelegirse.
Carbajal cree que los años de discurso xenófobo y racista de la Administración Trump han dejado secuelas. “Se ha utilizado El Paso como una zona piloto para implementar las más horribles políticas de inmigración. Estas incluyen el separar a niños de sus familias, no liberar a los menores no acompañados, impedir a los solicitantes de asilo su entrada al país a pesar de que tienen el derecho de hacerlo y son obligados a quedarse en México", enlista en una entrevista. A esto se le suman otros ejemplos altamente impopulares entre la población latina, como el muro de la frontera. “Creo que todas las atrocidades que hemos visto han hecho que nos demos cuenta del racismo que permea a través del sistema y del cual tenemos que defendernos”, añade. “Las decisiones de la Administración Trump han ayudado a movilizar el voto latino”, finaliza.
El voto latino, sin embargo, no es monolítico. En un debate reciente organizado por medios locales, un joven trumpista de nombre Joshua Rojas se quejaba de cómo los mexicanos saturaban las escuelas públicas y los hospitales en la crisis del coronavirus. Al menos la segunda afirmación ha sido tajantemente rechazada por las autoridades, que se han tenido que manifestar ante los rumores que aseguran que los hospitales texanos se llenan con pacientes provenientes de Chihuahua. En la misma mesa, JJ Martínez, un joven simpatizante demócrata, le respondía que “es evidente que en los últimos años, el presidente no respeta a la población que no es blanca”.
El Partido Demócrata ha aumentado sus esfuerzos por capitalizar el descontento de la comunidad latina, que en Texas representa el 40% de la población. La cúpula del partido del candidato Joe Biden se enfoca en lograr que los hispanos acudan a votar. A pesar de ser la primera minoría, su peso en las casillas es poco. “En 2016, votó apenas el 40% de los latinos registrados. Y eso no es bueno. Tenemos que mejorarlo”, señaló el viernes Tom Pérez, el jefe del partido, en una visita a Texas. La participación de otros grupos raciales superó el 60% en 2016. Para conseguir la anhelada e histórica victoria demócrata en Texas, los latinos tendrían que mostrar su máximo desempeño. La pregunta que está en el aire es si el hartazgo ante el racismo será el combustible necesario para llevarlos a los centros de votación.
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