Carlos Alzugaray: “La política de Obama hacia Cuba fue inteligente”

El exdiplomático cubano reflexiona sobre las elecciones presidenciales en Estados Unidos. “De Trump no se puede esperar nada”, dice

El exdiplomático cubano Carlos Alzugaray posa para la cámara tras una entrevista con EL PAÍS, el pasado 23 de octubre, en su casa en La Habana, Cuba.Yander Zamora

Carlos Alzugaray (La Habana, 1943) fue embajador de Cuba ante la UE y durante más de 30 años perteneció al servicio diplomático de su país. Dedicado hoy a la docencia y a escribir, este experto en las relaciones Cuba-Estados Unidos ha sido profesor invitado en Harvard, la Universidad John Hopkins y otras prestigiosas instituciones norteamericanas hasta que, el año pasado, la Administración Trump le retiró el visado múltiple de entrada que le había concedido el Gob...

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Carlos Alzugaray (La Habana, 1943) fue embajador de Cuba ante la UE y durante más de 30 años perteneció al servicio diplomático de su país. Dedicado hoy a la docencia y a escribir, este experto en las relaciones Cuba-Estados Unidos ha sido profesor invitado en Harvard, la Universidad John Hopkins y otras prestigiosas instituciones norteamericanas hasta que, el año pasado, la Administración Trump le retiró el visado múltiple de entrada que le había concedido el Gobierno de Obama. Considera que estas elecciones en EE UU son muy importantes para su país, pues llegan en un momento especialmente delicado, cuando la isla atraviesa una grave crisis por el recrudecimiento del embargo y el Gobierno cubano se dispone a implementar una serie de reformas económicas liberalizadoras largamente esperadas. Piensa que una victoria del Partido Demócrata permitiría volver a la política de acercamiento que impulsó Obama, que él considera “inteligente”, lo que ayudaría a crear un clima para que las reformas prosperasen. Mejor ni pensar qué pasará si gana Trump.

Pregunta. ¿Hasta qué punto estas elecciones en EE UU son cruciales para Cuba?

Respuesta. Estas elecciones son cruciales para Estados Unidos, para el mundo y, por supuesto, para Cuba. Dada la situación de hostilidad y la agresividad de la Administración contra Cuba, un cambio hacia el Partido Demócrata puede ser muy importante. Pero el futuro de Cuba se juega en Cuba, donde el Gobierno ha decidido que no puede esperar más y que tiene que acometer las reformas económicas que ha aprobado hace diez años. No se tiene otra opción que llevarlas adelante, cualquiera que sea el resultado de las elecciones.

P. Dada la situación de extrema debilidad de la economía cubana, ¿qué se juega Cuba en estas elecciones?

R. Obviamente, una relación económica más normal con EE UU, en la que se levante el bloqueo y se pueda acceder al mercado norteamericano, es lo ideal para la economía cubana. Cuba ha sufrido mucho con las sanciones económicas, comerciales y financieras que Estados Unidos ha impuesto desde hace 60 años. Con Donald Trump esas sanciones se han incrementado hasta lo inaudito. Ha buscado asfixiar a la economía cubana y ahuyentar a otros actores económicos mundiales al instigarles el miedo de que se adopten represalias. Por tanto, el solo hecho de que venga una Administración que esté más interesada en la política de compromiso, que abra espacios económicos, debe facilitarle el camino a Cuba. Pero, insisto, salir de la crisis económica, como dijo el propio Obama en La Habana en el 2016, depende de lo que haga el Gobierno cubano. Ambos factores influirán sobre la comunidad internacional.

P. Hay quienes piensan que en un segundo mandato Trump podría aflojar las sanciones y cambiar su política hacia Cuba.

R. De Trump no se puede esperar nada. Probablemente más bloqueo y más sanciones. Es una persona carente de cualquier moralidad y manejará la política hacia Cuba con presiones. Es su modus operandi preferido. Se rodea de personas que abogan por la política de “cambio de régimen” y creen, falsamente, que lograrán lo que buscan mediante la presión y la coacción. Hay otro factor. En los últimos meses han justificado sus acciones con la “excusa” venezolana, y lo seguirá haciendo. Como su política hacia Venezuela es un rotundo fracaso -que ni él ni los que la apoyan quieren reconocer-, la forma de encubrir ese fracaso es echarle la culpa a Cuba. Así que seguirá haciendo lo mismo.

P. ¿Y si gana Joe Biden?

R. Biden y sus asesores sobre América Latina y el Caribe han insistido en que volverán a la política de Obama. Biden tiene en las manos los instrumentos para hacerlo. Una Directiva Presidencial que Obama emitió en octubre del 2016 y que Trump revirtió en el 2017. Lo único que tendría que hacer Biden es derogar la de Trump y volver a poner en vigor la de Obama. Eso le permitiría volver a emitir las licencias que emitió Obama, y que, entre paréntesis, no fueron tan excepcionales ni magnánimas desde el punto de vista instrumental. Y eso sin tener que recorrer el azaroso camino que siguió Obama cuando estuvo 12 o 13 meses negociando secretamente con Raúl Castro. Ese camino ya está andado. Qué decidirá hacer Biden depende de muchas cosas, pero, según lo veo, además de volver de inmediato al momento diplomático que dejó Obama (embajadas funcionando, cumplimiento de los 22 acuerdos firmados entre ambos países, puesta en marcha nuevamente de los grupos de trabajo de cooperación, restablecer los servicios consulares) podría tomar medidas económicas mínimas que tendrían alto impacto, como eliminar las prohibiciones de Trump en materia de remesas y de viajes de cubanoamericanos, eliminar las restricciones de vuelos, restablecer los cruceros, volver a permitir los viajes en las 12 categorías. Todos esos pasos le darían oxígeno a la economía cubana en un momento crítico y facilitaría el camino de las reformas. Es un buen momento porque Cuba ha flexibilizado y liberalizado su política económica.

P. ¿Biden llegaría adonde llegó Obama o avanzaría más?

R. Biden fue vicepresidente del Gobierno de Obama. Hasta donde conozco, participó en todo el proceso de toma de decisiones y fue partidario de avanzar lo más posible. Así que hay un compromiso personal con esa política. Del cúmulo de políticas exteriores de Obama que Trump ha revertido, la seguida con Cuba es de las que tiene menos riesgos y más beneficios. Los aliados le darán la bienvenida. Algunos círculos económicos norteamericanos, incluyendo gobernadores de Estados sureños que aspiran a hacer negocios en Cuba, le darán la bienvenida. Realmente hay pocos grupos que se oponen, fuera de ciertos grupos de la comunidad cubana en la Florida. Y repito, realmente Obama no hizo mucho comparado con todo lo que hay que hacer para llegar a la normalidad. Es una política que puede dar beneficios inmediatos sin mucho costo. Además, mientras que Obama solo tuvo dos años para avanzar en la normalización, pues pasó 12-13 meses de su segundo mandato negociando el acuerdo, Biden tiene cuatro años.

P. Muchos piensan que cuando el acercamiento de Obama los sectores más ortodoxos en Cuba frenaron por temor a la posibilidad de llegar más lejos, y que se desperdició una gran oportunidad ¿Sería distinto ahora?

R. Los sectores que se oponían a la reforma y la torpedeaban ya habían comenzado a manifestarse mucho antes del acercamiento a Obama, que además sucedió en un momento de transición generacional en Cuba. Los constantes llamados de Raúl Castro a superar la “vieja mentalidad” no pueden ser interpretados de otra forma. A mi juicio, Obama cometió un error táctico en su acercamiento a Cuba que posibilitó a estos sectores agarrarse al argumento del “peligro imperialista”, frenando unas reformas internas que ya estaban aprobadas y que son las mismas que hoy se impulsan. El error de Obama fue la propia visita a Cuba y su discurso en La Habana.

Siempre me he preguntado sobre la oportunidad de esa visita y el discurso pudo ser más cuidadoso y respetuoso de las sensibilidades cubanas. Pero la idea de que en Cuba se desperdiciaron oportunidades me parece exagerada. Realmente no eran tantas. Obama enfrentó la complejidad del bloqueo. Te pongo un ejemplo: entre las primeras licencias que se emitieron fue permitir el uso de tarjetas de crédito norteamericanas en Cuba, pero no se calculó que los bancos son adversos al riesgo y el bloqueo es un complejo entramado que, si no se levanta en pleno, pueden quedar prohibiciones que si se violan abren la posibilidad de sanciones muy costosas contra los actores económicos. Así que la reticencia de los bancos, basadas en las recomendaciones de sus abogados, impidió que se materializara esta medida. Creo que la gran lección de esa etapa es que la acción contra el bloqueo tiene que ser más intencionada y abarcadora. Si lo que persigue Biden o cualquier Administración futura es ganar influencia por medio de aperturas, lo que me parece inevitable, no tiene otra alternativa que levantar el bloqueo. En cuanto a la parte cubana y el momento actual, habría que ver. Es muy difícil escudriñar cuál es la correlación de fuerzas, pero yo apostaría porque la situación económica es tan difícil que los decisores irán hacia adelante en todo lo que puedan. De hecho, pareciera que se están preparando para ello. No hay otra forma de explicar el elevado ritmo de construcción de hoteles cuando no hay turismo. Evidentemente se está apostando por el aumento del turismo y la gran fuente de ese aumento no puede ser otra que EE UU.

P. El proceso de reformas en curso, que dará mayores márgenes a la iniciativa privada, es precisamente una de las cosas que EE UU estaba reclamando. ¿Puede abrir esto un nuevo escenario entre ambos países?

R. Por supuesto que sí. Pero las autoridades norteamericanas tienen que ajustar el blanco. Las medidas de liberalización de Washington no deberían hacer exclusiones. En la renovación de la política económica cubana, el sector privado y el estatal se imbricarán cada vez más. Por eso, si se quieren liberalizar las posibilidades de relacionamiento económico, el único blanco no puede ser el sector privado que está naciendo y desarrollándose. Tiene que ser todo el entramado de la economía cubana. El turismo entra en esta categoría. En el sector turístico cubano actúan empresas de todo tipo, pero las estatales y las coinversiones son primordiales. Si Meliá, Iberostar o Barceló, por poner solo tres ejemplos de empresas españolas que fomentan esta liberalización con empresas como Gaviota (propiedad de la corporación militar GAESA) ¿por qué no lo pueden hacerlo Marriott, Hyatt o Radisson? Esto no es nada excepcional. Por supuesto, si la reforma cubana se enrumba por el camino trazado las empresas norteamericanas tendrán muchas posibilidades tanto en el sector privado como en el estatal y cooperativo. Pero siempre que el marco regulatorio estadounidense se modifique sustancialmente.

P. ¿Cuáles son las claves de la política cubana de Obama que se retomarían con Biden?

R. La política de Obama es la política del engagement, o compromiso. Lo que busca EE UU es hacerse presente en Cuba como un actor más, como esta, por ejemplo, España y la Unión Europea. Eso le permite a EE UU dos cosas: establecer acciones de cooperación con Cuba en temas que son de su interés, sobre todo en el área de seguridad o lucha contra el narcotráfico; y por otra parte ganar un espacio de influencia sobre el Gobierno y la sociedad cubanas, que no ha podido tener a lo largo de los años. Quiero subrayar que un secreto muy bien guardado por ambos Gobiernos es que cuando se han iniciado acciones de cooperación en temas de seguridad, las cosas han funcionado muy bien. Los militares y otras instituciones de seguridad norteamericanas han dejado claro que no les interesa un conflicto con Cuba y que les preocupa que se provoque un conflicto con Cuba o un escenario de pesadilla. Eso es inaceptable para sus intereses y lo que quieren hacer es expandir la relación de seguridad con Cuba, para prevenir los peores escenarios. El Gobierno cubano ha dejado claro que acepta esa cooperación sobre la base del respeto a su soberanía. Así que EE UU no corre ningún riesgo con avanzar aún más que con Obama.

P. ¿Pero incluso dentro del Partido Demócrata hay diferentes posiciones sobre cuáles deben ser los objetivos a conseguir con un acercamiento a Cuba?

R. En el plano de la influencia de Estados Unidos en Cuba, hay dos corrientes de opinión. Los que son partidarios de buscar influencia para producir el ansiado “cambio de régimen” por otra vía lo más pronto posible. Se argumenta que sería algo similar a la política que se siguió con los países socialistas de Europa. La llamo la “doctrina de Roberta Flack”, por aquella canción titulada Killing me softly with your song [Matándome suavemente con tu canción]. Y los que argumentan que no hay que apresurarse ni presionar para buscar concesiones ni cambios espectaculares inmediatos, sino simplemente estar presentes y ejercer influencia mediante intercambios científicos, culturales, educacionales y que sean las propias fuerzas internas cubanas (dentro y fuera del Gobierno) las que producirán un cambio, que será el que quieran los propios cubanos. Pero que en todo caso, piensan, será mejor que ahora para Estados Unidos. Llamo a esa política “estimular la evolución gradual del régimen desde adentro”. Esa es la política que inició Obama, que no era una política de corto plazo. Era una política de luz larga y yo la calificaría de inteligente. Probablemente la única viable, pues aún si no producía el ansiado “cambio de régimen”, al menos se lograrían otros objetivos de cierta significación. Diría además que es una política a la que distintos factores al interior del estado norteamericano llegaron después de pensar profundamente el tema y de analizar los errores. El énfasis táctico de esta política es llevarla adelante y no hacerla depender de respuestas cubanas, pues eso les restaría capacidad de iniciativa y subordinaría su avance a las acciones de La Habana, donde puede haber resistencia. Hasta donde se sabe, Biden estuvo de acuerdo con este enfoque y hasta lo defendió en los círculos de poder.

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