Dolores Huerta: “El voto es nuestra revancha contra todos los ataques del presidente Trump”

La histórica líder de los derechos de los campesinos habla de las elecciones de noviembre y de su rechazo al mandatario, que cree que ha “usado a los latinos como una piñata”

La activista Dolores Huerta, tras una entrevista con EL PAÍS, en 2018.A. Fernández

Dolores Huerta (Nuevo México, 1930) libra estos días su enésima batalla para defender los derechos de los latinos. La pandemia no ha frenado su intento de movilizar el voto para sacar a Donald Trump de la Casa Blanca en las elecciones presidenciales del 3 de noviembre, las vigésimo terceras que se celebran desde que nació. A sus 90 años, se muestr...

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Dolores Huerta (Nuevo México, 1930) libra estos días su enésima batalla para defender los derechos de los latinos. La pandemia no ha frenado su intento de movilizar el voto para sacar a Donald Trump de la Casa Blanca en las elecciones presidenciales del 3 de noviembre, las vigésimo terceras que se celebran desde que nació. A sus 90 años, se muestra optimista con la gente joven porque son “conscientes del racismo, de la homofobia y en contra del sexismo” y, desde su casa y la sede de su fundación en Bakersfield, California, sigue haciendo llamadas, entrevistas y organizando reuniones virtuales “para que la gente pobre sepa que tiene poder”.

Es lo que lleva haciendo más de 60 años desde que, en la década de 1950, con poco más de 20 años, decidiera unirse a organizaciones comunitarias en el Valle de San Joaquín, en California, donde creció viendo que los campesinos trabajaban en condiciones cercanas a la esclavitud y tomó conciencia de la brutalidad policial contra los mexicanos y los afroestadounidenses. En 1962, con 32 años y siete hijos pequeños, Huerta cofundó la Asociación Nacional de Trabajadores del Campo junto a César Chávez. En 1969, lideró el boicot de la uva, por el que llegaron a un acuerdo con los productores, después de que unos 17 millones de estadounidenses dejaran de consumir esa fruta para apoyar sus demandas.

Su sindicato ha conseguido beneficios de salud, asistencia migratoria o cooperativas para los campesinos, entre otras cosas, pero Huerta suele decir que lo que más le agradecen los jornaleros es que pusieran agua potable y baños en los campos porque les da “la dignidad que merecen por el trabajo que hacen para alimentar” al país. La lucha de Dolores Huerta no ha estado exenta de golpes. En su expediente suma una veintena de arrestos por desobediencia civil y huelgas y, en 1988, durante una manifestación, una carga policial la dejó convaleciente durante meses, con tres costillas rotas y una operación por la que tuvieron que extirparle el bazo. La recuperación le sirvió para pasar tiempo con sus 11 hijos, a los que en ocasiones dejó de lado por su activismo, algo por lo que le llovieron las críticas. “Siempre llevaba a mis hijos a las juntas, a las marchas, a las protestas. Y han salido muy bien”, presume, al enumerar que entre ellos hay un médico, una abogada, un chef, una enfermera, una maestra y una que dirige un centro de ayuda a mujeres.

Además de los campos y la calle, donde en los años 60 acogió la causa feminista, la lucha de la líder de los derechos civiles ha estado también en los despachos de las legislaturas estatales y en Washington, donde hizo lobby para que se aprobaran leyes que beneficiaban a inmigrantes y campesinos, como la amnistía migratoria de 1986.

Perteneciente a la quinta generación de una familia estadounidense de origen mexicano, en sus charlas y entrevistas Huerta suele recomendar mirar un mapa de Estados Unidos de antes de la guerra de 1848 para que vean que su familia, como millones de chicanos, no cruzaron la frontera, sino que la frontera los cruzó a ellos. "Cuando nos dicen que debemos regresarnos de donde vinimos, yo digo: “Nosotros estamos aquí, de donde vinimos”.

La madre del Sí se puede, la frase que décadas más tarde se convirtió en lema de campaña de Barack Obama, mantiene el legado mexicano con sus blusas coloridas y sus referencias a la Virgen de Guadalupe y a Benito Juárez, cuya frase “el respeto al derecho ajeno es la paz” cita para defender el derecho al aborto o el matrimonio igualitario.

Dolores Huerta responde a EL PAÍS en una entrevista en español a través de Zoom, en el rincón de su casa destinado a las videollamadas, desde donde el pasado mes de mayo celebró su 90 cumpleaños, con un mes de retraso, en una fiesta virtual por la que pasaron actores como Salma Hayek, Alec Baldwin, Rosario Dawson y Danny Glover, músicos como Alicia Keys y Carlos Santana y políticos demócratas como la líder de la Cámara de Representantes, Nancy Pelosi, Bill y Hillary Clinton o la dupla que representará al Partido Demócrata el 3 de noviembre, Joe Biden y Kamala Harris, a los que la líder de los derechos civiles ha prestado su apoyo.

Obama coloca a Dolores Huerta la medalla de la Libertad en 2012.Getty

Pregunta. Usted lleva más de 60 años luchando por los derechos de las minorías y contra el racismo y la brutalidad policial, unos temas que hoy parecen más vigentes que nunca y que, durante la presidencia de Donald Trump, han polarizado al país. ¿En qué se diferencian estas luchas de las de décadas pasadas?

Respuesta. Parece que tenemos la misma lucha, pero se puede decir que está más al frente en términos de publicidad, en términos de lo que está en frente de todo el mundo. Pienso que estamos viviendo un momento muy importante, porque ahorita se miran todas las injusticias que están delante de nuestras caras y no se pueden ignorar. Es tiempo para que cambie todo eso y que se quite la discriminación, especialmente en contra de la gente de color.

P. En parte, las luchas sociales son más visibles gracias a la tecnología y las redes sociales. Este año muchos estadounidenses se manifestaron contra el racismo después de ver el vídeo de la muerte de George Floyd. ¿Qué opina de la movilización que generó?

R. La reacción fue tremenda, especialmente con los jóvenes. Las protestas saltaron en todas las ciudades y no solamente aquí, sino también en otros países del mundo. Aquí donde vivo, en el condado de Kern, en California, es muy conservador y aquí se puede decir que no solamente han matado los policías a muchas personas negras, sino también a latinos. Es una cosa que sigue sucediendo y desde el asesinato de George Floyd siguen matando a gente. Lo que nosotros vemos es que hay una esperanza, con tanta gente ahorita que está demandando justicia y que se cambien las tácticas de los policías. Los policías no pueden ser juez, jurado y la persona que mata a la gente, ¿no? Eso no puede seguir, se tiene que cambiar.

P. En los últimos años se ha visto un auge del discurso de odio legitimado desde la Casa Blanca: ataques a los mexicanos en la campaña de 2016, la idea de que todos problemas vienen de fuera, sea a través de los migrantes centroamericanos o de China, y la negativa del presidente a condenar a los supremacistas blancos. ¿Está Donald Trump poniendo al país en un punto irreconciliable?

R. Todas las acciones del presidente se hacen para dividir a la gente, para oprimir a la gente latina, a la gente de color y yo creo que nosotros, los latinos, estamos sufriendo esto. Ahorita estamos trabajando muy duro en el censo. El presidente Trump trató de poner una pregunta sobre la ciudadanía en el censo (por la que los ciudadanos tenían que dar información sobre su estatus migratorio). Nosotros, la Fundación Dolores Huerta, demandamos al presidente y ganamos. Ya no está la pregunta, pero nuestra gente latina no está participando en el censo y vamos a perder millones de dólares para nuestras comunidades. Y ese dinero que viene del Gobierno federal cada año se usa para escuelas, para programas de salud, para calles y parques, las cosas que necesitamos, y nuestra gente tiene tanto miedo que, aunque en el censo es privado y confidencial, no cooperan. Es como si fueran invisibles, como si no existieran.

Y lo mismo pasa con el voto. Tenemos 32 millones de latinos en EE UU que pueden votar y también les estamos rogando [que lo hagan]. Los latinos ahorita somos un gran pueblo. No solamente en Estados como California, Arizona o Nuevo México, Texas, sino también en Georgia, Louisiana, en Carolina del Norte … En todos estos Estados los latinos podemos hacer la diferencia. Podemos elegir al próximo presidente de EE UU, pero tenemos que registrarnos para votar y tenemos que votar. El voto es muy importante. Ese boleto es nuestra revancha contra todos los ataques que nos ha tirado el presidente Trump. Es nuestra arma, es un arma sin violencia.

P. ¿Cómo describiría a Trump?

R. En realidad a mí me da tristeza con el presidente porque es una persona muy ignorante. Se me hace que nunca pudo convivir con personas de otros grupos étnicos y por eso está muy enfocado en la supremacía blanca. Otra cosa que se me hace es que no trabajó un día en su vida con sus manos, así como la gente que está trabajando en los campos, en la construcción, en los hoteles, en los servicios, cuidando a niños o a personas de la tercera edad. Y se me hace que le faltó una educación al pobre presidente y por eso estamos mirando la ignorancia. Es muy peligroso cuando una persona tan ignorante tiene tanto poder y es vengativo, es racista, no respeta a las mujeres. Ojalá con las elecciones nos podamos deshacer de él.

Hay personas como él que también tienen esas ideas del racismo y que son supremacistas blancos y sabemos que siguen al presidente. Y es una tristeza que no denuncie a las personas racistas. En vez de denunciarlos, les da más apoyo a ellos para que se sientan más fuertes. Y cuando miramos a estas personas racistas como el que viajó casi 200 millas a El Paso (Texas) para matar a gente solamente porque eran mexicanos, es muy peligroso para nuestro país. Vamos a ver qué pasa de aquí a la elección y después porque está diciendo también el presidente que, aunque pierda la elección, no va a dejar el puesto. Va a ser una novela muy interesante. Y muy peligrosa también porque EE UU es el país más fuerte y más rico en todo el mundo y tenemos mucha influencia en todo lo que va a pasar en otros países.

P. ¿Por qué decidió apoyar a Joe Biden en estas elecciones?

R. A Biden lo conocemos no solamente porque era parte de la presidencia de Obama, pero en años pasados, cuando era senador, él siempre apoyaba una reforma de migración como la amnistía que ganamos en 1986. Ahorita no se está hablando mucho de la reforma de migración, pero yo estoy segura que, ganando Joe Biden, vamos a poder trabajar de vuelta en un programa de legalización, que siempre ha sido la historia de EE UU. Todos los emigrantes que llegaron aquí, fueran de donde fueran, con el tiempo se hicieron ciudadanos y ahorita nos falta hacer eso, porque ya tenemos más de 20 años que no se ha hecho un plan de legalización.

P. Sin embargo, el año pasado usted criticó a Biden cuando en uno de los debates demócratas habló de criminalizar el cruce ilegal de la frontera.

R. Esperamos que cambie su posición. Sabemos que tenemos muchos más latinos ahorita en el Congreso. Él depende de nosotros para la elección. Pero él es una persona decente, una persona con la que creo que uno puede razonar. No es loco [se ríe]. No es una persona que nomás piensa en sí misma. Tengo muchas esperanzas de que podamos hablar con Joe Biden, porque es una persona de razón y que podamos seguir adelante con la reforma de inmigración, pero siempre tenemos que recordarle a la gente que el Congreso es el que hace las leyes.

P. Desde que Trump llegó a la presidencia, hemos visto algunas de las medidas más duras contra la inmigración, como la separación de niños migrantes de sus padres o el programa por el que EE UU manda a los solicitantes de asilo a México. Sin embargo, la opinión pública parece haber perdido interés por el tema. ¿Por qué es tan difícil sensibilizar a los estadounidenses de un tema tan intrínseco a este país como la inmigración?

R. Esto tiene base en el racismo y este presidente ha usado a los latinos como una piñata, siempre dándonos golpes y diciendo cosas malas en contra de los emigrantes. Nos ha usado para ganar más gente que lo siga de los racistas en EE UU y usa el miedo de la gente a los emigrantes. Se tiene que cambiar ese diálogo del presidente y nosotros los latinos tenemos que hacer eso.

P. ¿Qué espera que pase el 3 de noviembre?

R. Esperamos una elección que sea favorable para nosotros los latinos, las personas de color, la gente trabajadora, las mujeres y las personas que están trabajando para un mundo sano, sin la energía de petróleo y del carbón.

P. En EE UU, al contrario que otros países, la idea de tener una mujer presidenta todavía parece lejana. ¿Por qué cree que pasa esto?

R. A mí lo que se me hace que falta en EE UU es educación. Se tienen que enseñar los estudios de género para que los muchachitos desde chiquitos sepan que las mujeres no somos objetos, que somos iguales que los hombres. Puede ser que no tengamos la fuerza física que ellos tienen, pero tenemos toda la inteligencia y podemos hacer lo que hacen ellos también. En EE UU hay una ignorancia masiva y de ahí viene toda la discriminación, también la discriminación racial.

P. Usted acuñó el famoso lema Sí se puede, pero primero se lo atribuyeron a César Chávez y después a Barack Obama, que lo convirtió en su eslogan. Cuando le entregó la Medalla Presidencial de la Libertad, el expresidente le dijo que se lo había robado y usted se rió. Entiendo que no le molesta, pero, ¿no cree que es un síntoma del liderazgo femenino eso de quedarse más a la sombra, sin destacar?

R. A las mujeres se nos hace difícil muchas veces atribuirnos las cosas que hacemos, porque siempre se nos ha impuesto que tenemos que apoyar a los hombres. Y muchas veces no pensamos en nosotras y siempre se nos hace difícil darnos crédito por lo que hacemos, porque, cuando una mujer habla por sí misma, dicen: ‘No, esta mujer es muy agresiva o muy ambiciosa’. Mi madre se llamaba Alicia Chávez. Era una mujer que tenía un restaurante y muchas personas la criticaban. Y decían: “Alicia es muy ambiciosa”, porque siempre quería tener una mejor vida para ella y para nosotros, sus hijos. Pero la criticaban y también he agarrado esas críticas. “¿Por qué no estás en tu casa con tus hijos? ¿Por qué andas ahí, en las salas de los concilios de la ciudad, en la legislatura de Sacramento o en Washington, DC, peleando por los derechos de los emigrantes? Debes estar en tu casa”. Necesitamos también la voz de las mujeres, es muy importante y por eso siempre les digo a las mujeres: “Las necesitamos y no se sientan culpables cuando tienen que pedir ayuda, sea para su hogar o para cuidar a sus niños”.

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