La leyenda viva de César Chávez
Diego Luna dirige una película sobre el emblemático activista chicano defensor de los derechos laborales de los inmigrantes en EE UU que nos llega cuando el debate está más vivo que nunca

En 1966, mi familia se marchó a Estados Unidos convencida de que México los había olvidado. Yo tenía seis años. Muchos años después, Canana, una compañía cinematográfica fundada por un trío de mexicanos, se ocupó de resucitar sus historias y las de millones de compatriotas.
La película Cesar Chavez: an American hero (César Chávez: un héroe estadounidense), dirigida por el actor Diego Luna y producida por Pablo Cruz, ambos de Canana Films (el actor Gael García Bernal completa el trío), refleja la lucha de los trabajadores, la mayoría nacidos en México, encarnada en un hombre, César Chávez. Hijo de un inmigrante mexicano, el legendario activista chicano defensor de los derechos civiles y laborales fundó la Unión de Trabajadores Campesinos de Estados Unidos y lideró un boicoteo nacional contra el consumo de uvas entre 1965 y 1970. Chávez luchó por mejorar los salarios, las condiciones en los campos y los derechos de los trabajadores, incluidos los mexicanos de los que antes recelaba por considerarlos unos esquiroles, y a los que más tarde acogió dado que su número crecía sin cesar. Se ganó el apoyo de mis padres, que trabajaban el campo con la misma azada de mango corto que luego fue prohibida gracias al sindicato de Chávez.
La película, recién estrenada en México, llega en un momento crítico. Más de 33 millones de estadounidenses, es decir, más del 10% de la población del país, tienen sus raíces en México. Pero, a pesar de los números, la historia de los estadounidenses de origen mexicano sigue en gran parte sin escribirse, y su experiencia apenas cuenta con visibilidad.
Canana, conocida por su provocador trabajo en México, se trasladó a Hollywood en 2011 decidida a contar historias universales de orientación social que encontrasen eco a ambos lados de la frontera. Luna afirma que, a raíz del nacimiento de su primer hijo en Estados Unidos, se siente conectado con una población que había recibido el apodo de pochos por sus desvaídas maneras estadounidenses. Quedó fascinado por la figura de César Chávez y se dio cuenta de que apenas conocía –y no era el único– a un hombre cuyo nombre figuraba en las grandes avenidas, las bibliotecas y las escuelas.
“Lo que me deja es una sensación muy triste de la distancia terrible entre la comunidad mexicana y México-estadounidense”, me dice Luna, de 34 años. “Desde mi punto de vista, somos una nueva generación que tenemos que buscarnos y encontrarnos”. Como otros antes que ella, Canana tuvo dificultades para obtener financiación e, irónicamente, recurrió a México para lograr reunir los 10 millones de dólares que necesitaba, una cantidad modesta para lo que es habitual en Hollywood. “¿Por qué México, y no Estados Unidos?”, se pregunta Luna. “Porque los latinos no son considerados atractivos”.
Aunque la historia narrada en la película acaba en 1972, los temas todavía resuenan hoy. La falta de una reforma de las leyes de emigración ha dejado a unos seis millones de mexicanos inmigrantes en una situación de vulnerabilidad, algo que Luna describe como “una gran vergüenza”. El director ha expresado estos sentimientos al presidente Barack Obama en la Casa Blanca, donde se proyectó la película, y en el Capitolio, donde la reforma de la emigración es espinosa.
De hecho, para Canana, más que una película es un movimiento. Hay en marcha documentales, libros, programas de televisión y otros proyectos de largometrajes (Canana ha comprado los derechos de rodaje de mi libro Medianoche en México). En la última Feria del Libro de Los Angeles Times, una multitud de niños vitoreó a Luna cuando saltó al escenario para leer César Chávez y la máquina del tiempo, un libro infantil.
Ya sea en el campo o en Hollywood, la lucha está lejos de haber llegado a su fin. Hasta que los latinos no exhiban su fuerza en las urnas o en las taquillas.
Traducción de News Clips.
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