La política irrumpe en los escenarios de China: Pekín paraliza actuaciones de artistas japoneses en plena escalada diplomática
La tensión entre los dos países por los comentarios de la primera ministra nipona sobre Taiwán llega al terreno cultural
La cantante japonesa Maki Otsuki aparece sobre el escenario de una sala de conciertos de la ciudad china de Shanghái. Suenan los primeros compases de Memories, uno de los temas más icónicos del célebre anime One Piece. A sus espaldas aparece proyectada la imagen de un mar en calma, al que tocan los anaranjados rayos del atardecer. Comienza a cantar. Extiende el micrófono al público, que corea el estribillo. De repente, la sala queda a oscuras...
La cantante japonesa Maki Otsuki aparece sobre el escenario de una sala de conciertos de la ciudad china de Shanghái. Suenan los primeros compases de Memories, uno de los temas más icónicos del célebre anime One Piece. A sus espaldas aparece proyectada la imagen de un mar en calma, al que tocan los anaranjados rayos del atardecer. Comienza a cantar. Extiende el micrófono al público, que corea el estribillo. De repente, la sala queda a oscuras y la música se detiene. “¿Eh?”, exclaman varios asistentes.
Vuelve la luz. Dos personas, aparentemente miembros de la organización, hablan con Otsuki. La intérprete de 52 años, visiblemente desconcertada y con la boca entreabierta, escucha sus indicaciones y en cuestión de segundos abandona el lugar. Por megafonía, una voz en mandarín avisa de que el concierto ha sido cancelado. El vídeo del momento ha circulado con rapidez en las redes sociales (chinas y occidentales), donde muchos usuarios han interpretado la interrupción como un gesto cargado de significado político.
El caso de Otsuki se suma a una cascada de cancelaciones que se han intensificado en las últimas semanas, después de que la primera ministra japonesa, la ultraconservadora Sanae Takaichi, asegurara el 7 de noviembre en una respuesta parlamentaria que un eventual ataque militar de China contra Taiwán podría suponer “una amenaza existencial” para su país, lo que justificaría el despliegue de las Fuerzas de Autodefensa de Japón. El comentario suponía un distanciamiento de la estrategia de ambigüedad que ha mantenido durante años Tokio sobre cómo respondería ante una acción del ejército chino en la región.
China considera a Taiwán (la isla en la que se exiliaron las fuerzas nacionalistas tras perder la guerra civil en 1949) una parte inalienable de su territorio y afirma que la reunificación es “inevitable”. Aunque el Partido Comunista nunca ha ejercido autoridad efectiva sobre ella, Pekín no descarta el uso de la fuerza para lograr ese “hecho histórico y legal”, en palabras del propio presidente Xi Jinping.
Takaichi, una política de corte nacionalista y fiel defensora de un Japón con mayor empaque militar, ha evitado retractarse, a pesar de las crecientes demandas de las autoridades chinas exigiendo que lo haga. De momento, solo ha especificado que sus palabras eran “hipotéticas”, pero desde que las pronunció las relaciones Tokio-Pekín se encuentran en caída libre.
China ha respondido al ataque dialéctico con represalias económicas y amenazando con ir más allá. Ha pedido a sus ciudadanos que eviten viajar o estudiar en Japón ―lo que derivó en la cancelación de 12 rutas aéreas, alegando “baja demanda”―, ha bloqueado la importación de pescado y marisco procedente del país, ha congelado varios canales de diálogo oficiales, ha suspendido el estreno de al menos cuatro películas japonesas y ha paralizado los programas de intercambio de grupos escolares.
El tenso clima político ha terminado por impregnar la esfera cultural. La suspensión de la actuación de Otsuki el pasado viernes en el Bandai Namco Carnival, un festival de cultura otaku, coincidió con el anuncio de la cancelación del concierto de la reina del J-Pop, Ayumi Hamasaki, que debía celebrarse al día siguiente, también en Shanghái. “Esta mañana se nos convocó apresuradamente y recibimos una orden de anular el show”, escribió la propia Ayu (como la conocen sus fans) en Instagram. “No puedo creer que tengamos que desmontar este escenario sin tener siquiera la oportunidad de ver y disculparnos en persona con los más de 14.000 TAs [sus seguidores] que han venido desde China, Japón y otros países. Lo siento muchísimo”, agregó.
La estrella del pop japonés decidió no obstante cantar “desde la primera canción hasta la última” ante un estadio desierto como muestra de gratitud hacia “las 200 personas de la compañía, el personal chino y la gran familia japonesa que ha luchado tanto por sacar adelante esta gira”, escribió en sus redes, donde compartió varias fotos del espectáculo sin público. Varios aficionados escucharon su música desde afuera, según comentaron en redes.
En Xiaohongshu y Weibo ―las plataformas que en China cumplen funciones similares a Instagram y X, en un entorno digital donde la mayoría de servicios occidentales están bloqueados―, muchos usuarios han tachado estos incidentes de “berrinche” y lamentan que, al final, sea el ciudadano de a pie quien acabe pagando las consecuencias.
Desde mediados de noviembre, más de una decena de conciertos de artistas japoneses han sido cancelados en las mayores ciudades de China. Entre los casos más sonados destacan el del reconocido músico de jazz Yoshio Suzuki, notificado durante la prueba de sonido en Pekín por un par de policías vestidos de paisano, y el de la cantante Kokia, también suspendido a última hora, mientras sus seguidores esperaban en la cola a que abriesen las puertas del recinto.
Fuentes de la industria han confirmado a EL PAÍS que las salas de conciertos de toda China han recibido advertencias para que no publiciten futuros conciertos de cantantes japoneses. Están avisados, además, de que las actuaciones ya previstas podrían cancelarse.