La sombra de la mafia vuelve a Marsella
El asesinato hace una semana del hermano de un activista contra el narcotráfico es, según el ministerio del Interior, un punto de inflexión que dispara todas las alarmas del Estado y remite a los años ochenta
El jueves 13 de noviembre, poco después de las 14.30, Mehdi Kessaci aparcó su coche en el centro de la ciudad, junto a una sala de conciertos. Cuando iba a salir del automóvil, una moto con dos pasajeros pasó junto a la ventanilla y uno de ellos abrió fuego con una pistola de calibre 9 milímetros. Kessaci, de 20 años, hermano de un activista contra el narcotráfico en Marsella, murió en el acto. La moto desapareció entre el tráfico marsellés. Los investigadores concluyeron que el ataque fue premeditado y con medios profesionales. El fiscal de la ciudad, Nicolas Bessone, fue más allá y lo califi...
El jueves 13 de noviembre, poco después de las 14.30, Mehdi Kessaci aparcó su coche en el centro de la ciudad, junto a una sala de conciertos. Cuando iba a salir del automóvil, una moto con dos pasajeros pasó junto a la ventanilla y uno de ellos abrió fuego con una pistola de calibre 9 milímetros. Kessaci, de 20 años, hermano de un activista contra el narcotráfico en Marsella, murió en el acto. La moto desapareció entre el tráfico marsellés. Los investigadores concluyeron que el ataque fue premeditado y con medios profesionales. El fiscal de la ciudad, Nicolas Bessone, fue más allá y lo calificó de “intimidatorio”.
El asesinato del jueves representa un salto de calidad en la amenaza que representa el crimen organizado en Marsella. Este martes, Emmanuel Macron convocó una reunión de urgencia en el Palacio del Elíseo con varios ministros, así como varios responsables policiales y el fiscal de Marsella. “No era un ajuste de cuentas clásico, sino un crimen de intimidación. Y eso es un punto de inflexión claro. Una muerte preparada e inédita. Hemos intentado analizar las razones que pueden haber conducido a este punto. Es evidente que los narcotraficantes que dirigen el crimen marsellés son cada vez más peligrosos”, admitió el ministro del Interior, Laurent Nuñez.
Amine Kessaci, hermano de Medhi (el hombre asesinado) es una figura conocida de la lucha contra el narcotráfico en los barrios populares de Marsella. También una voz emergente en la política local (es candidato a la diputación) y desde el pasado agosto llevaba escolta policial. Nadie duda ahora de que su hermano, dos años menor y cuyo funeral se celebra el martes bajo fuertes medidas de seguridad, fue víctima indirecta de su trabajo como activista.
La subprefecta de Policía Corinne Simon acudió al lugar del crimen el jueves. También lo hizo el alcalde de Marsella, Benoît Payan (Divers gauche), que conoce bien a Amine Kessaci por haberle apoyado en las legislativas de 2024, en las que se presentó bajo la etiqueta del Nuevo Frente Popular (NFP). “Si la investigación confirma que se trata de un asesinato de intimidación, una voluntad de silenciar a Amine, entramos colectivamente en otra dimensión, y eso es muy preocupante. Se remite a Marsella a la época del asesinato del juez Michel [en 1981, cuando estaba encargado de asuntos de drogas]. Es un desafío lanzado al Estado de derecho que requiere respuestas a la altura”, señaló el primer edil.
Nadie ha puesto paños calientes esta vez. Y la respuesta comenzó el martes, cuando la cuestión llegó también al Parlamento e incluso tuvo que responder el primer ministro, Sébastien Lecornu. “Es un combate que no hace más que comenzar, lamentablemente, y por lo tanto, lo que se ha hecho con éxito en el pasado (…) en la lucha contra el terrorismo debe también inspirarnos en la lucha contra el narcotráfico", afirmó el primer ministro ante la Asamblea Nacional, donde admitió también el cambio de paradigma que representa este asesinato. Este jueves, los ministros de Justicia e Interior viajarán a Marsella y el jefe del Estado, anunció este martes, lo hará a mitad de diciembre.
Amine Kessaci no parecía una amenaza directa para el narcotráfico, sus finanzas o su organización. Sin embargo, a través de investigaciones paralelas, habían surgido amenazas dirigidas contra él y tenía que vivir escoltado. El asesinato de su hermano ha provocado ya el efecto deseado, el miedo, la omertà impuesta por la violencia. “La situación nunca ha sido tan grave. Nunca hemos vivido esto. Atacan directamente a una persona inocente. No es una bala perdida, alguien implicado en el narcotráfico. Tenemos miedo, ya no osamos hablar. No queremos convertirnos en objetivos de las bandas por haber tomado posición contra el narcotráfico públicamente. Y menos aún que ataquen a nuestros familiares”, opina Mohamed Benmedoour, educador social que trabajó en los barrios con alto índice de criminalidad. “Ya hemos visto al presidente Macron venir a Marsella otras veces. Las medidas tomadas hasta ahora son ineficaces. El Estado no ayuda a las asociaciones pequeñas que estamos sobre el terreno, prefiere financiar a las grandes estructuras que no sirven para nada. Yo no sé si continuaré, no vale la pena jugarse la vida”, lamenta.
¿Existe hoy una organización lo suficientemente segura de su poder como para permitirse este tipo de intimidación? La respuesta conduce a la DZ Mafia, un grupo hegemónico ya en Marsella y en el sur de Francia que controla el narcotráfico después de haber exterminado a las bandas rivales. La policía, después de que el año pasado grabasen y emitiesen en redes un vídeo con pasamontañas y armas de guerra, tiene pocas dudas. “Es algo verdaderamente mafioso. La paradoja es que hay menos muertos, pero a nivel de empresa es mayor. La DZ Mafia liquidó al otro grupo en 2024 y hoy está solo. Desarrolla su negocio y su propaganda como quiere. Y eso es muy inquietante. Estamos ante un cambio de paradigma. El problema es que provocará que mucha gente renuncie a sus ambiciones políticas o de activismo”, señala una fuente policial a EL PAÍS.
El salto de calidad conduce directamente al concepto de mafia y a los métodos de intimidación utilizados en Italia durante años contra personajes incómodos. También en Córcega y en los ochenta, en Marsella. El 21 de octubre de 1981, dos pistoleros a lomos de una moto de gran cilindrada cosieron a tiros al juez de instrucción Pierre Michel en un bulevar de la ciudad francesa. El magistrado, conocido como el Eliot Ness francés, mantenía una obstinada cruzada contra la mafia del narcotráfico en Marsella y, en particular, contra uno de los grandes capos del negocio, Gaëtan Tany Zampa, de origen italiano.
Eran los tiempos en los que Marsella era el laboratorio de la heroína que se distribuía en EE UU, una suerte de hub internacional conocido como la French Connection (igual que la película de William Friedkin protagonizada por Gene Hackman). El puerto, la situación central en el Mediterráneo y una configuración urbanística y social siempre fueron un imán para la delincuencia. El problema es que, desde entonces, la situación solo ha empeorado.