El nuevo perfil del yihadista en Francia diez años después de Bataclan: joven, aislado y con arma blanca
Los intentos de atentar en Francia han disminuido enormemente en la última década, pero la amenaza ha mutado y sigue siendo objeto de preocupación de la inteligencia
El pasado 5 de noviembre, un coche recorrió durante 35 minutos una carretera de la isla de Oléron (Nouvelle-Aquitaine) embistiendo a los peatones que encontraba a su paso. Dos personas fueron heridas de máxima gravedad. Otras tantas tuvieron que ser atendidas. El hombre gritó “¡Allahu Akbar!” (Dios es...
El pasado 5 de noviembre, un coche recorrió durante 35 minutos una carretera de la isla de Oléron (Nouvelle-Aquitaine) embistiendo a los peatones que encontraba a su paso. Dos personas fueron heridas de máxima gravedad. Otras tantas tuvieron que ser atendidas. El hombre gritó “¡Allahu Akbar!” (Dios es el más grande) en el momento de ser detenido. También intentó incendiar el coche, donde transportaba varias bombonas de butano. Su recorrido duró poco más de media hora, pero abrió de golpe la puerta por donde salieron los fantasmas del terrorismo de los últimos diez años.
La tensión yihadista en Francia ha bajado desde el 13 de noviembre de 2015, cuando tres comandos de nueve hombres con armas automáticas y cinturones explosivos, en una acción sincronizada entre las 21.20 del viernes y las 01.40 del sábado, mataron a 130 personas y dejaron 350 heridos; 90 personas perdieron la vida en la sala de conciertos Bataclan. En varias terrazas y restaurantes del distrito 10 y 11 de París, otras 39. En el Stade de France, una más. El grupo terrorista Estado Islámico (ISIS, por sus siglas en inglés), que controlaba todavía ciudades como Raqa, en Siria, o Mosul, en Irak, reivindicó los ataques horas después. Era una respuesta, anunciaron, a la participación de Francia en la coalición internacional que bombardeaba sus posiciones en los dos países árabes.
Las preguntas que se abrieron fueron infinitas. Una hizo mella en los fundamentos del país. ¿Los asesinos eran hijos de la República? ¿Franceses y europeos de tercera generación? Dos escuelas se oponen desde entonces, representadas por dos grandes estudiosos del fenómeno: Olivier Roy y Gilles Kepel. El primero cree que el yihadismo no nace del islam en sí, sino de un proceso de rebelión juvenil y nihilista que utiliza el islam como marco simbólico. Jóvenes marginados o en crisis existencial que islamizan su radicalidad. El segundo opina que el fenómeno es resultado de un proceso ideológico y teológico interno al islam político. Es decir, la ideología islamista (predicación salafista, discurso político-religioso) crea un clima cultural y social que termina por producir yihadistas.
Roy, autor del libro La yihad y la muerte, cree que este fenómeno, como ideología, “se descompuso con la desaparición del califato”. “Bataclan radicalizó las opiniones públicas. Pero estamos en un descenso. La burbuja yihadista se ha deshinchado. Lo comparo con los años setenta, con una gran ola revolucionaria mundial que pasó al terrorismo y que, poco a poco, se redujo a acciones individuales. Y la prueba es que el debate público hoy, la polémica, no es el yihadismo, sino los Hermanos Musulmanes, que no tiene nada que ver. Al contrario, se infiltran, trabajan en profundidad. Antes el peligro era el yihadismo, el salafismo. Y ahora es esa infiltración”, apunta Roy.
La amenaza se ha diluido. Pero es más joven. Desde 2023, de los 37 individuos arrestados por proyectos de terrorismo yihadista, el 70% tenía menos de 21 años, según publicó Le Monde esta semana basándose en datos de los servicios de inteligencia. Algunos eran menores de 15 o 16 años. Las fuerzas de seguridad han llegado a aplicar micas (medidas administrativas de confinamiento a un perímetro restringido o al domicilio familiar) a menores de 15 años. Desde principios de 2025, seis proyectos de atentado han sido frustrados, con acusados de entre 17 y 22 años.
Kepel acaba de publicar Antiterrorismo: la caza de los yihadistas (Éditions Plon), un libro profundo y exhaustivo, escrito con el exfiscal antiterrorista de Francia, Jean-François Ricard, que ofrece un balance de cuatro décadas de terrorismo islamista. El politólogo y arabista subraya que la “amenaza ha mutado”. Hoy no podría repetirse algo parecido a lo ocurrido hace 10 años. “Porque el califato fue destruido. Por eso había atentados en Francia, para presionar a los Estados europeos para que parasen los bombardeos en Siria e Irak, que buscaban destruirlo”, apunta al teléfono.
La desaparición del ISIS ha desarmado al yihadismo, ha liquidado sus métodos de guerra, insiste Kepel, que ha acuñado el término “yihadismo de atmósfera”. “Hoy es un terrorismo endógeno que funciona en las redes sociales con gente cada vez más joven, difícilmente detectables pese a que los Estados tienen máquinas más potentes que los idiotas que deciden radicalizarse. Eso no impide que haya ataques aislados con cuchillo, porque en esa juventud hay una desinhibición total. Destruir un avatar en internet o matar a alguien en la vida real es casi lo mismo. Y eso está ligado a una crisis en la sociedad muy fuerte. Todo pasa por internet, y cuando ahí aprendes cómo fabricar una bomba o matar a un infiel, hay pocos discursos que puedan enfrentarse a ello”, apunta.
El informe publicado por Le Monde señala que tras una disminución constante de los atentados y proyectos terroristas entre 2017 y 2023, se observa desde finales de ese último año un repunte. También alertó de ello esta semana el ministro del Interior, Laurent Nuñez. Esta evolución coincide con los ataques de Hamás del 7 de octubre de 2023 y con la guerra de aniquilación emprendida por el ejército israelí en Gaza como represalia. Este contexto ha sido ampliamente retomado en la propaganda de los grandes grupos terroristas. En junio de 2025, el emir de la rama yemení de Al Qaeda exhortó a perpetrar atentados en Occidente para vengar al pueblo palestino, víctima de Israel y sus aliados.
Los ataques, sin embargo, se producen hoy por parte de individuos aislados y con medios rudimentarios: tres cuartas partes de los cometidos desde 2020 en Francia se llevaron a cabo con armas blancas. Según los servicios de inteligencia, dos tercios de los autores de atentados desde 2020 eran desconocidos para las bases de datos especializadas, es decir, no estaban fichados en ningún registro. Actúan de forma autónoma, eligiendo sus propias víctimas sin esperar órdenes.
La amenaza es menor que la que representaban los comandos endurecidos por el yihadismo armado, entrenados en Siria y que perpetraron atentados con armas de guerra, como en 2015. Sin embargo, ha habido casos muy graves que traumatizaron al país, como las muertes de Samuel Paty (2020) y Dominique Bernard (2023), ambos profesores asesinados frente a sus centros escolares por jóvenes radicalizados.
Hoy los terroristas proceden de otras regiones, como recuerda Roy. “El asesino de Samuel Paty era checheno”. La comunidad afgana, que ha crecido considerablemente desde la caída de Kabul en manos de los talibanes (agosto de 2021), también se encuentra bajo alta vigilancia.
Nacido en los ochenta, como reacción a la presencia rusa en Afganistán, el yihadismo global es a la vez un proyecto defensivo y un programa ideológico, el de un retorno a los orígenes del islam. Pero en los últimos tiempos ha mantenido un vínculo directo con otros conflictos fuera de las fronteras de lugar donde se producían los atentados.
Desde los ataques de Hamás del 7 de octubre de 2023, más de la mitad de los atentados o ataques frustrados están vinculados, directa o indirectamente, con la situación en Gaza (ya sea por el tipo de blanco o por la reivindicación). En los años 2015 y 2016, el ISIS —bajo la influencia de Rachid Kassim— recomendaba evitar objetivos judíos, para que su “firma” no se confundiera con el antisemitismo.
Una de las mayores heridas de los atentados de 2015 fue la polarización que crearon, analiza Kepel. También por el hecho de que hubiese jóvenes franceses de origen musulmán entre los atacantes y el efecto político que tuvo en determinados partidos situados en los extremos del arco parlamentario. “Había gente en una carrera de ascensión social entre ellos. Hoy la extrema izquierda, desde que Jean-Luc Mélenchon [líder de La Francia Insumisa] asistió a la manifestación contra la islamofobia en 2019, ha hecho alianza con los islamistas para intentar recuperar votos de electores originarios del mundo musulmán. Y fue un gran éxito: tienen muchos diputados. Pero el resultado se traduce en una polarización terrible donde Jordan Bardella [presidente del ultraderechista Reagrupamiento Nacional] tiene el 35% de apoyo en los sondeos”, concluye.