Ir al contenido

Cuatro vías para salir del atolladero político de Francia

Sébastien Lecornu regresará en la tarde del miércoles al Palacio del Elíseo tras negociar con los partidos. Macron deberá decidir entonces si nombra a otro primer ministro, convoca elecciones o dimite

El primer ministro dimisionario, Sébastien Lecornu, en un homenaje a las víctimas del 7 de octubre en Israel.Foto: LUDOVIC MARIN / POOL (EFE)

La secuencia fue rápida, pero dolorosa. Sébastien Lecornu, 27 días en el cargo, tercer primer ministro en un año, nombró por la noche a los titulares de las carteras más importantes de su futuro Gobierno. Un calco del anterior. Fuerte presencia del macronismo. Hubo indi...

Suscríbete para seguir leyendo

Lee sin límites

La secuencia fue rápida, pero dolorosa. Sébastien Lecornu, 27 días en el cargo, tercer primer ministro en un año, nombró por la noche a los titulares de las carteras más importantes de su futuro Gobierno. Un calco del anterior. Fuerte presencia del macronismo. Hubo indignación, amenazas de los socios de la derecha. Francia se acostó imaginando la típica refriega y se levantó con la dimisión del primer ministro. Su Ejecutivo había durado exactamente 836 minutos. Otro récord. Y, sobre todo, otra enorme herida por la que se desangra la política francesa y la presidencia de Emmanuel Macron, que el lunes dio a Lecornu 48 horas para intentar negociar una salida con los partidos. El miércoles por la noche, el jefe del Estado deberá optar por uno de los cuatro escenarios que hay sobre la mesa.

No hay nada decidido. Pero Macron recibió, el martes por la tarde, a los presidentes de la Asamblea Nacional, Yaël Braun-Pivet, y del Senado, Gérard Larcher. Les vio por separado. No trascendió el contenido de la charla. Pero en virtud del artículo 12 de la Constitución, el jefe del Estado debe consultar a los presidentes de las dos Cámaras si desea disolver la Asamblea Nacional. Todo está abierto.

Lecornu bis. La primera opción para resolver esta crisis, la que probablemente desearía Macron, es que Sébastien Lecornu regrese al Palacio del Elíseo el miércoles por la noche o el jueves por la mañana con un acuerdo bajo el brazo con los principales partidos para formar un Gobierno. Una vez eliminado de la ecuación Bruno Le Maire, a quien se había asignado el Ministerio de Defensa —la derecha se negó a participar en un Gobierno en el que estuviera el viejo ministro de Economía, un macronista convencido, a quien se culpa del aumento de la deuda pública del país— es posible que se llegue a algún acuerdo. Sin embargo, parece extraño que pueda lograr en 48 horas lo que no logró en un mes entero de trabajo.

Un primer ministro de izquierda o de derecha. La segunda opción, la que se barajaba el martes por la tarde, es encontrar un perfil procedente de Los Republicanos o del Partido Socialista que permita formar una mayoría en torno a su figura. El problema —como en las adivinanzas de la barca que debe pasar al otro lado de un río un saco de grano, una gallina y una zorra— es que ambas sensibilidades son incompatibles en estos momentos. Pero si Macron quiere apostar por nuevas fórmulas, debería pulsar la tecla roja.

La izquierda reclama un primer ministro que responda a la victoria en las legislativas en verano del año pasado de la coalición que formó este espectro bajo el nombre de Nuevo Frente Popular (NFP). Los tres últimos jefes de Gobierno procedían de la derecha. Pero un Ejecutivo de izquierdas corre el riesgo de no superar una moción de censura, como los gobiernos de centroderecha desde hace un año. Ninguno de los tres bloques (centroderecha, izquierda y ultraderecha) dispone de mayoría absoluta en la Asamblea Nacional. Y la suma de las dos oposiciones provoca inevitablemente la caída del Gobierno en caso de moción de censura.

Numéricamente, los votos de Reagrupamiento Nacional (RN) de Marine Le Pen, Los Republicanos (el partido de la derecha tradicional) y Ensemble (el espacio macronista formado por Renaissance, Horizons y MoDem) es superior a la de la izquierda reunida en el Nuevo Frente Popular. Especialmente ahora, que dicho artefacto electoral ya no está vigente. La Francia Insumisa ha asegurado categóricamente que no participará en un Gobierno socialista. Pero no está claro si censuraría un Gobierno liderado por un socialista. El partido de Jean-Luc Mélenchon se ha negado a participar en esta última ronda de consultas.

Disolución de la Asamblea Nacional y elecciones legislativas. Lecornu, pocas horas después de dimitir, publicó en sus redes sociales que el presidente de la República le había encargado negociar con los partidos. En caso de no encontrar un acuerdo, de fracaso, añadió el Elíseo, Macron “asumiría sus responsabilidades”. La principal de todas ellas, de los poderes que le confiere la Constitución, sería disolver la Asamblea Nacional y convocar unas nuevas elecciones legislativas que construyesen una nueva mayoría en el Parlamento.

Los diputados temían esta opción desde el inicio del curso político. Desde el 8 de julio, cuando se cumplía un año desde la segunda vuelta de las legislativas, Macron podía volver a activarla. Además, las repetidas nominaciones y destituciones de primeros ministros, así como el estancamiento de la situación política —mientras Francia sigue esperando su Presupuesto para 2026— podrían empujar en esa dirección.

Un escenario así, que sumiría al país en otra campaña electoral y dos turnos de votación, es el que reclama el RN. Pero ni siquiera está claro que este partido obtuviese una mayoría absoluta para gobernar. Ante esa situación, el presidente del RN, Jordan Bardella, hizo un llamamiento a Los Republicanos para unir fuerzas y gobernar conjuntamente en caso de no alcanzar los 289 diputados necesarios. Una fórmula que replicaría el esquema utilizado en países como Italia o España (en algunas comunidades donde Vox y el PP han unido fuerzas).

Dimisión de Emmanuel Macron. La V República ha tenido siete presidentes desde 1958. El propio De Gaulle dimitió en 1969 después de perder un referéndum en el que propuso una mayor descentralización. Más tarde, en 1974, Georges Pompidou moriría en el cargo. Desde entonces, parecía descartado que un jefe del Estado francés pudiese interrumpir su mandato por causas no naturales. Pero la presión para que Macron considere esa opción ha aumentado enormemente. Ya no son solo los extremos de LFI y RN quienes lo reclaman, sino voces moderadas y relativamente cercanas a Macron, como el ex primer ministro Édouard Philippe o el alcalde de Cannes, David Lisnard (de Los Republicanos).

Sobre la firma

Más información

Archivado En