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Starmer destituye al embajador británico en Washington por el “alcance” de su amistad con Epstein

Varios documentos divulgados en los últimos días vinculaban estrechamente a Peter Mandelson con el pederasta. El escándalo salpica al primer ministro poco antes de la visita de Trump

El primer ministro británico, Keir Starmer, ha sufrido este jueves un nuevo revés con el despido del embajador del Reino Unido en Estados Unidos, Peter Mandelson, a raíz de renovadas acusaciones sobre su amistad con el millonario estadounidense Jeffrey Epstein, condenado por pederastia en 2006 y fallecido en prisión en 2019. Menos de una semana después de la dimisión de su número dos en el Gobierno por irregularidades fiscales en la compra de una vivienda, el laborista hace frente a una nueva baja inesperada. De nuevo, por una controversia personal y no de gestión.

El Gobierno ha justificado su decisión por la “información adicional en correos electrónicos escritos por Peter Mandelson”, según ha explicado en la Cámara de los Comunes el secretario de Estado de Exteriores, Stephen Doughty. Esos correos, dice, muestran que “la profundidad y el alcance de la relación con Epstein es materialmente diferente a lo que se sabía cuando fue nombrado”. El comunicado se refiere al email en el que el ya cesado embajador ponía en duda la primera condena por pederastia de Epstein, que data de 2006, y animaba al multimillonario estadounidense a contraatacar.

La marcha de Mandelson, figura clave del Nuevo Laborismo que en la década de los noventa puso fin a 18 años de hegemonía conservadora, llega a solo seis días del inicio de la visita de Estado de Donald Trump al Reino Unido, considerada clave para la relación entre los dos países. El propio presidente estadounidense también hace frente estos días a la polémica por su proximidad a Epstein, tras la difusión de su supuesta felicitación al millonario norteamericano por su 50º cumpleaños. Tanto el mandatario estadounidense como su círculo niegan la veracidad del documento, que forma parte de un libro por el cumpleaños de Epstein publicado esta semana por el Congreso estadounidense, tras haberlo recibido de los herederos del pederasta, junto a otros escritos, tras un requerimiento judicial.

El nombramiento de Mandelson, en febrero, rompía la tendencia habitual de situar a diplomáticos de carrera al frente de la embajada británica en Washington y era una clara apuesta política ante el segundo mandato de Trump. El propósito: capitalizar ante la Casa Blanca el particular perfil de Mandelson, apodado popularmente como El príncipe de las tinieblas (The prince of darkness), precisamente por su supuesta habilidad de manejarse en los círculos políticos y sociales y facilitar acuerdos en la sombra.

La maniobra, sin embargo, acarreó también polémica, debido al controvertido historial del hasta este jueves embajador, quien ya había dimitido de cargos públicos en dos ocasiones por conflicto de intereses: en 1998, por no declarar un préstamo personal y en 2001, por su intervención en un caso de concesión de pasaportes que implicaba a un empresario millonario.

Su caída —y reemplazo por James Roscoe, según ha confirmado este jueves el propio Gobierno— pone ahora el foco sobre Starmer, quien durante la sesión de preguntas al primer ministro en el Parlamento, menos de 24 horas antes de la destitución, había expresado públicamente su apoyo a Mandelson pese a las acusaciones sobre su proximidad a Epstein.

En los últimos días, Mandelson había intentado detener la hemorragia con un acto de contrición pública, a través de una entrevista en un pódcast en la que expresaba su arrepentimiento por haber creído a Epstein y mantenido la amistad. El daño, sin embargo, ya estaba hecho.

Las imágenes de ambos en la mansión del pederasta, con Mandelson en albornoz, dominaban las portadas de la prensa británica, aumentando la presión sobre el primer ministro, y la admisión del propio embajador de que habría más documentos comprometedores ha forzado su tercera y probablemente definitiva salida de la vida pública.

El problema ahora es la repercusión que el caso pueda tener para Starmer, ya que la atención pasa a un primer ministro que hace apenas 10 días prometía la “fase dos” de su Gobierno, una supuesta misión de relanzamiento tras 14 meses en el poder en los que ha sufrido una caída récord de popularidad.

Desde entonces, el saldo para Starmer es de dos bajas, una por semana, y una complicada remontada en el umbral de la controvertida segunda visita de Estado de Trump, en plena resaca por el cese del embajador británico en EE UU, envuelto en un escándalo que salpica también al propio Trump.

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