Un juez prohíbe a los Proud Boys usar su nombre y se lo da a una iglesia afroamericana a la que atacaron

La decisión persigue que la congregación pueda satisfacer con los beneficios del merchandising de la milicia trumpista una deuda de 2,8 millones de dólares en concepto de daños

Enrique llega el pasado 22 de enero al aeropuerto de Miami tras ser indultado por Trump. Giorgio Viera (REUTERS)

Los Proud Boys (muchachos orgullosos) perdieron este lunes el nombre por orden de un juez. La milicia trumpista —que conquistó la fama en el convulso 2020 por sembrar el caos y la violencia en las calles de Estados Unidos y por el apoyo público que recibieron de Donald Trump— no podrá seguir usando su título, que pasa a ser propiedad, también como marca comercial, de una iglesia afroamericana de la ciudad de Washington que el grupo, liderado por su cabecilla, el cubanoestadounidense Enrique Tarrio, atacó en diciembre de aquel año, tras asistir a un mitin del entonces presidente.

La decisión la ha tomado la jueza del Tribunal Superior del Distrito de Columbia Tanya M. Jones Bosier, y es consecuencia de una sentencia en rebeldía que condenó en junio de 2023 a Tarrio y unos cuantos de sus secuaces a pagar 2,8 millones de dólares a la congregación en concepto de daños y perjuicios.

A partir de ahora, no podrán usar el nombre de Proud Boys, porque la marca registrada, con la que financiaban sus actividades con la venta de camisetas y gorras estampadas con su logotipo en letras amarillas rodeadas por una corona de laurel, pasa a ser propiedad de la Iglesia Metodista Episcopal Africana Metropolitana, situada en la calle M del centro de Washington. La congregación se convierte también en propietaria de los beneficios provenientes de la venta de merchandising, con los que satisfarán, espera la jueza en el auto, parte de su deuda.

El ataque se produjo el 12 de diciembre de 2020, cuando varios miembros del grupo extremista violento, compuesto exclusivamente por hombres simpatizantes del supremacismo blanco, saltaron la valla de la iglesia, de larga tradición en la comunidad afroamericana de la ciudad, y destruyeron un gran cartel de Black Lives Matter, el movimiento antirracista que eclosionó en el verano de 2020 tras el asesinato de George Floyd, un hombre negro, a manos de un policía blanco de Minneapolis.

“La conducta de los Proud Boys [aquel día]”, se puede leer en la denuncia que presentó la iglesia, “marcó un nuevo y peligroso capítulo en la larga y terrible historia de violencia de las turbas supremacistas blancas contra los lugares de culto negros”. Esa noche, otro líder de los Proud Boys, Jeremy Bertino, fue apuñalado en la calle durante un enfrentamiento con contramanifestantes de izquierda.

La iglesia interpuso su demanda el 4 de enero de 2021, dos días antes de que miles de seguidores arengados por Trump, entre los que se hallaban decenas de proud boys, atacara el Capitolio tras un mitin que aquel ofreció frente a la Casa Blanca. Pretendían interrumpir la transferencia pacífica del poder presidencial y certificar la victoria legítima del demócrata Joe Biden, una victoria que Trump y los suyos se negaron (y aún se niegan) a admitir.

El asalto al Capitolio

El día del asalto al Congreso, Tarrio no estaba en Washington, sino en la habitación de un hotel de la cercana Baltimore, desde donde siguió los hechos, porque la policía le había prohibido la entrada en la capital estadounidense como consecuencia del ataque a la iglesia. Su ausencia no impidió que un juez federal condenara en mayo de 2023 a Tarrio y a otros cuatro miembros de la milicia por conspiración sediciosa para mantener a Trump en el poder. La Fiscalía consideró que desde el destierro Tarrio instigó a decenas de Proud Boys a marchar sobre el Capitolio y que les envió mensajes mientras se desarrollaba el ataque.

En septiembre de 2023, fue condenado a 22 años de prisión. El juez, que lo definió como el “cabecilla último de la conspiración” y le aplicó la agravante por “terrorismo”, le impuso la pena más alta de las centenares impuestas a los participantes en el asalto al Capitolio. Como el resto de los más de 1500 procesados y condenados por sus hechos aquel día, el líder de los Proud Boys fue indultado por Trump en su primer día de regreso en la Casa Blanca, el pasado 20 de enero.

Miembros de los Proud Boys, en un mitin de Trump en 2023 en Salem, Nuevo Hampshire. Reba Saldanha (AP)

Los Proud Boys se hicieron en 2020 un nombre, ese nombre que ahora han perdido, a base de reventar por todo el país, entre otras, las protestas que siguieron al asesinato de George Floyd. El grupo, que solo admite miembros masculinos, lo fundó en 2016, durante la primera campaña de Trump a la Casa Blanca, el activista de ultraderecha canadiense-británico Gavin McInnes. Al año siguiente, participaron en los disturbios que desataron simpatizantes neonazis en Charlottesville que protestaban por la retirada de una estatua del general confederado Robert E. Lee. En la algarada, un manifestante neonazi arrolló con su vehículo una protesta antirracista. Mató a una persona e hirió a 19.

Trump responsabilizó entonces a ambos bandos y dijo que “había gente muy buena en los dos lados”. Durante un debate presidencial en 2020 que lo enfrentó en Fox News al candidato demócrata, Joe Biden, no solo se negó a condenar las acciones de los Proud Boys, sino que les dio una orden en directo, ante millones de televidentes: “Retroceded y permaneced a la espera”, les dijo. El día de su segunda toma de posesión, hace un par de semanas, se pudo ver a un grupo de Proud Boys marchar por las calles de Washington, celebrando el regreso del republicano al poder.

Tras conocer la sentencia que despoja a los Proud Boys de su nombre, Tarrio declaró a The New York Times que consideraba la decisión como “una traición a la justicia”.

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