Ucrania se atasca en el relevo de los soldados en el frente de guerra
El proyecto de ley que debía ver la luz a finales del pasado diciembre para facilitar la rotación de los militares en el frente, muchos con casi tres años de combates a sus espaldas, se ha vuelto a retrasar hasta el próximo marzo
El 29 de marzo de 2023, un hombre llamado Oleksii O. Honcharenko registró una solicitud en el sitio web de la oficina del presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, donde los ciudadanos pueden iniciar campañas de recogida de firmas o apoyar las de otros. Honcharenko demandaba que los soldados con más de 18 meses de servicio en el frente fueran desmovilizados definitivamente. En tan solo dos semanas, su petición logró superar los 25.000 apoy...
El 29 de marzo de 2023, un hombre llamado Oleksii O. Honcharenko registró una solicitud en el sitio web de la oficina del presidente de Ucrania, Volodímir Zelenski, donde los ciudadanos pueden iniciar campañas de recogida de firmas o apoyar las de otros. Honcharenko demandaba que los soldados con más de 18 meses de servicio en el frente fueran desmovilizados definitivamente. En tan solo dos semanas, su petición logró superar los 25.000 apoyos necesarios para que fuera tenida en cuenta. El pasado miércoles, casi 22 meses después, Zelenski informó de que había ordenado al gabinete de ministros desarrollar un proyecto de ley “para mejorar los mecanismos de rotación del personal militar y su liberación del servicio militar”.
El Parlamento ucranio aprobó el pasado mes de abril la nueva ley de movilización para aumentar el número de efectivos disponibles para resistir a la invasión rusa. Quienes abogaban por salir del frente se llevaron entonces el primer jarro de agua fría. Contrariamente a lo que se había anunciado, la nueva norma no incluyó ninguna disposición para fijar los periodos de rotación y reingreso en la vida civil de los combatientes.
La desmovilización se ha convertido así en una necesidad apremiante para los soldados veteranos que llevan a sus espaldas dos e incluso tres años de combate contra tropas rusas, a menudo en primera línea de infantería. También en un controvertido debate cuyo último capítulo ha sido el anuncio de un nuevo aplazamiento del proyecto de ley en marcha que ha enfadado a quienes defienden la salida del ejército para miles de soldados exhaustos física y, sobre todo, psicológicamente.
Pero este problema no tiene una solución fácil debido a que la invasión a gran escala de Rusia se encuentra en un punto de especial crudeza y no existe una rotación estable. “La prioridad ahora es defender el país porque vemos que el enemigo está aumentando el número de efectivos”, advirtió recientemente el ministro de Defensa ucranio, Rustem Umerov.
El ejército de Ucrania cuenta con 980.000 efectivos y es uno de los más numerosos de Europa, según reveló Zelenski durante una entrevista con el podcaster estadounidense Lex Fridman a principios de año. Pero precisamente el de Rusia, que asedia las fronteras ucranias, es aún mayor.
Ivona Kostina es cofundadora y presidenta del Veteran Hub, una de las muchas asociaciones creadas para dar asistencia a veteranos y trabajar en políticas que les favorezcan. Bajo su punto de vista, el ejército ucranio tiene un problema de especialización, además de una falta de personal. “La mayoría de nuestros soldados entrenados eran veteranos a principios de 2022 que se incorporaron desde la reserva operativa. El resto eran civiles que no tenían entrenamiento ni experiencia previa. Tres años de experiencia en combate han convertido a algunos civiles en soldados profesionales, pero no es ni de lejos una cantidad suficiente de personas”, analiza durante una entrevista en su despacho de la asociación, ubicada en el céntrico barrio de Podil, en Kiev.
La estación central de ferrocarril de Kiev está abarrotada. En el trasiego de pasajeros abundan, como de costumbre, los varones adultos con uniforme militar que van a casa de permiso o que regresan a sus puestos. En un quiosco de café del exterior combate el frío con un expreso bien caliente en vaso de cartón el soldado Vasil Velgan. Sonríe al ser preguntado por la desmovilización, pero es una sonrisa de derrota que corroboran sus palabras. “Quiero volver a la vida normal, pero es imposible ahora, no tenemos manera de pedirlo, no hay ningún procedimiento”, asegura. Velgan, treintañero, sirve desde marzo de 2022 y estuvo un año largo en infantería. “Después de ser herido varias veces, me cambiaron y ahora estoy en una unidad de ingeniería, pero no me relevan”, dice el joven, que estudió electrónica.
También anda por la estación, en busca de su andén, Andrii Mijailov, conductor de vehículos de evacuación de heridos y muy veterano, porque ya servía en el ejército durante la época soviética (Ucrania es independiente de la URSS desde 1991). Sabe bien del desgaste de “los chicos”, como se refiere a los soldados. “Es muy necesaria la desmovilización porque tenemos mucha gente sirviendo desde el primer día en el frente y están extremadamente cansados”, alega. Coincide con él Pavlov Zharkii, químico y alistado desde febrero de 2022. “El Gobierno debería crear una nueva estructura para organizar el ejército, porque ahora tenemos muchos hombres luchando, pero no están bien y no les envían gente nueva”, coincide.
Retraso legislativo
Ante la falta de planes de rotación en la ley de movilización de abril, fue el comandante en jefe de las Fuerzas Armadas, Oleksandr Sirski, quien propuso regular esta cuestión en otro proyecto de ley por separado. El Parlamento, entonces, instó al Ministerio de Defensa a elaborarlo en el plazo de ocho meses. Este debía haberse presentado el 18 de diciembre de 2024, pero cuando se cumplió el plazo, tal norma no existía.
Finalmente, el primer viceministro de Defensa, Ivan Havriliuk, aseguró en la sesión parlamentaria del pasado viernes que el proyecto está redactado, pero se necesitan otros tres meses para elaborar los mecanismos de implementación que permitan sustituir al “gran número de personas que serán desmovilizadas”, dijo, sin ofrecer una cifra al respecto. Havriliuk enfatizó que para presentar el proyecto de ley es necesario crear las condiciones para que su implementación no conduzca “a la desaparición del Estado de Ucrania”.
Con la ley de movilización de abril, Zelenski prevé reclutar a unas 500.000 personas, aunque expertos consultados por EL PAÍS rebajan la cifra a unos 300.000. Mientras, las organizaciones de veteranos calculan que unos 200.000 militares podrían beneficiarse de la desmovilización, una opción que hasta ahora solo se contempla por razones de salud o en ciertos casos de cuidado de familiares enfermos, y no tiene por qué ser definitiva.
A la cifra hay que restarle también los 100.000 casos de deserciones registrados por la Fiscalía en lo que va de guerra. Y, por último, que Ucrania ha perdido 43.000 soldados y 370.000 más han resultado heridos, aunque cerca del 50% vuelve al servicio, según reconoció el presidente en una publicación de Telegram el pasado diciembre, en la primera revelación de Kiev del número total de víctimas en casi tres años. Mientras, los rusos tienen una superioridad de tres a uno. A grandes rasgos, con estas cuentas no se llega a superar los más de un millón de soldados en activo que dispone Rusia.
El ejército ucranio cuenta, además, con unos 2,7 millones de ciudadanos en la reserva, pero Kostina advierte de que su preparación para pasar a la fuerza activa es insuficiente. “No se trata de la preparación emocional, sino de la formación, de que la gente tenga el equipo y todo lo necesario para unirse al ejército. No veo un escenario realista de desmovilización; no hay forma de liberar a alguien sin sustituirlo con fuerza humana capaz y cualificada”, sentencia.
Una cuestión de salud mental
Como atestiguan los soldados entrevistados en la estación de Kiev, la desmovilización es muy deseada, principalmente, por el daño que estar en el frente causa en la salud mental. “Mentalmente, es más duro que estar allí físicamente”, tercia el conductor de ambulancias Mijailov. Es un problema del que solo se conoce la punta del iceberg, apuntan en el Veteran Hub, donde la actividad es incesante. Todas las salas donde se ofrece asistencia legal y psicológica están llenas; los puestos de atención telefónica también se ven a pleno rendimiento, aunque sea sábado. “Para la asistencia psicológica solemos tener lista de espera” reconoce Halina Alomova, directora de comunicación, mientras recorre las instalaciones. En ese momento entra un joven fornido con indumentaria civil, pero de tonos militares. Le tiemblan las mano cuando le dice a una de las recepcionistas que ha escuchado que allí ofrecen ayuda psicológica. Al cabo de unos minutos, una mujer se presenta y le conduce a una sala donde inician una charla.
Kostina también es esposa de un militar activo desde el inicio de la invasión y, por tanto, es muy consciente de la necesidad de desmovilizarlos: “Es muy difícil, especialmente porque hay tan poca gente que para los comandantes se hace más difícil permitir vacaciones; están obligados, pero simplemente no pueden permitirlo. Mi esposo no tuvo vacaciones el año pasado, y es agotador”, lamenta.
El recluta Velgan lleva un año en tratamiento con psicoterapia y medicación. Pero el daño ya está hecho. “Perdemos gente cada día en el frente, no es un chiste, es algo muy serio. Mi sueño, por ejemplo, es encerrarme en un apartamento vacío un mes, sin teléfono, y solo dormir y no hacer nada”, reconoce antes de tirar el vaso de cartón a una papelera y poner rumbo de nuevo a su destino.