El dilema de los cascos azules en el sur de Líbano

Los mandos de la Unifil niegan que Hezbolá utilice a sus militares de escudos humanos, como alega Israel. La misión no tiene capacidad ni voluntad para entrar en combate pese a los ataques que sufre.

Un convoy de la misión de la ONU en Líbano (Unifil) patrullaba el pasado 5 de julio en Nabatieh.Ramiz Dallah (Anadolu/Getty Images)

Los mandos de la Unifil (Fuerza Interina de Naciones Unidas para Líbano, por sus siglas en inglés) han recibido con estupor la excusa del ejército israelí de que ha atacado repetidamente a los cascos azules desplegados en el sur del país, con un balance hasta ahora de casi una veintena de heridos, porque Hezbolá los utiliza como “escudos humanos”. “Es mentira”, replica un militar español de alto rango en términos poco diplomáticos....

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Los mandos de la Unifil (Fuerza Interina de Naciones Unidas para Líbano, por sus siglas en inglés) han recibido con estupor la excusa del ejército israelí de que ha atacado repetidamente a los cascos azules desplegados en el sur del país, con un balance hasta ahora de casi una veintena de heridos, porque Hezbolá los utiliza como “escudos humanos”. “Es mentira”, replica un militar español de alto rango en términos poco diplomáticos. “En todo caso”, añade, “será al revés”. Se refiere a que, en la primera semana de octubre, las FDI (Fuerzas de Defensa de Israel) emplazaron carros de combate y blindados junto a la posición 6-52 de la misión de la ONU, a cargo del contingente irlandés. Las tropas israelíes solo se retiraron después de que, a través de los cauces habituales, la misión de Naciones Unidas advirtiera de que estaban convirtiendo a los cascos azules en blanco de una eventual represalia de la milicia libanesa. Sucedió junto a la aldea de Marun al Ras, donde los soldados israelíes habían izado una bandera con la estrella de David sobre las ruinas de un parque patrocinado por Irán.

Los expertos militares barajan dos hipótesis para explicar los “repetidos y deliberados” ataques de Israel contra las fuerzas de paz de la ONU, 10.500 soldados de medio centenar de países, cuyo comandante en jefe hasta febrero del año próximo es el teniente general español Aroldo Lázaro. La primera es que quiere forzar a los cascos azules a retirarse, para que no haya testigos de sus operaciones. El pasado 30 de septiembre, víspera del inicio de la invasión terrestre de Líbano, las FDI instaron a las fuerzas de Naciones Unidas a evacuar sus puestos de observación a lo largo de la Línea Azul, que sirve de separación entre los dos países, con la advertencia de que iban a convertirse en zona de combate contra Hezbolá y no podía garantizar su seguridad.

El jefe del departamento de Operaciones de Paz de Naciones Unidas, Jean-Pierre Lacroix, rechazó de plano el emplazamiento de Israel, siguiendo las recomendaciones del general Lázaro. La retirada no solo suponía dejar de tener información de primera mano sobre lo que sucedía en una de las zonas más calientes del mundo, sino también perder unas posiciones que sería muy difícil recuperar en el futuro. Lo que sí hizo el cuartel general de la Unifil es reducir al mínimo el personal en esas instalaciones, ya que al cancelarse las patrullas se recortaba drásticamente su actividad, y adoptar las máximas medidas de seguridad. También se ha evacuado, en este caso hacia el norte del país, al personal civil que trabajaba para la Unifil, unas 800 personas.

Este domingo, carros de combate Merkava israelíes irrumpieron por la fuerza en el puesto avanzado de la ONU en Ramya, en el sector bajo responsabilidad italiana, y una quincena de cascos azules resultaron intoxicados por proyectiles de humo, mientras que el sábado fue bloqueado un convoy logístico “de importancia esencial” cerca de Marjayún, base de la brigada española. En un mensaje televisado, el primer ministro israelí, Benjamín Netanyahu, ha instando al secretario general de Naciones Unidas, António Guterres, a retirar “ya, inmediatamente,” a los cascos azules “de los feudos de Hezbolá y zonas de combate”, con el argumento de que se han convertido en “rehenes” del grupo chíi.

Fuentes militares apuntan otra explicación para los ataques israelíes, compatible con la anterior. El ejército israelí ha recurrido a reservistas para nutrir las fuerzas desplegadas en Líbano y estas adolecen de una acusada falta de profesionalidad. Aún peor: sus cuadros de mando están exhaustos por la intervención en Gaza, que se prolonga ya un año, y, sobre todo, acostumbrados a actuar con total autonomía e impunidad.

Reglas de combate

Las reglas de enfrentamiento empleadas por el ejército israelí en la Franja, explican las mismas fuentes, se basan en dos principios: la misión debe cumplirse sin importar los daños colaterales, y la vida de un soldado israelí vale más que la de 100 civiles palestinos. Eso explica el altísimo número de muertos en Gaza, más de 42.000, pese al uso de tecnología avanzada e inteligencia artificial. En cambio, en Líbano, los militares israelíes no pueden atacar indiscriminadamente, sino que están obligados a diferenciar entre los milicianos de Hezbolá, los miembros de las Fuerzas Armadas de Líbano y las tropas de la ONU, protegidas por el derecho internacional. En teoría, no pueden disparar primero y preguntar después.

En realidad, quienes sí tienen atadas las manos son los soldados de la ONU. El ministro de Defensa italiano, Guido Crosetto, cuyo país tiene 870 soldados en Líbano, se preguntaba la semana pasada si los cascos azules deberían responder a las agresiones de Israel y entrar en combate con las FDI. Se trataba de una pregunta retórica y una “provocación”, según él mismo reconoció, pero que puede no estar tan lejos.

La resolución 1701 del Consejo de Seguridad de la ONU de 2006 (que amplió las resoluciones 425 y 426 de 1978, por las que se creó Unifil) autoriza a su misión en Líbano a “que tome todas las medidas necesarias y que estime que están dentro de sus capacidades” para “proteger al personal, los servicios y las instalaciones y el equipo de Naciones Unidas”, “resistir los intentos de impedirle por medios coercitivos cumplir sus funciones” y velar “por la seguridad y libertad de circulación”, tanto del personal de la ONU como de los trabajadores humanitarios. Además, insta a los cascos azules a que protejan, “sin perjuicio de la responsabilidad del Gobierno de Líbano, a los civiles que se encuentren bajo amenaza inminente de sufrir violencia física”.

No obstante, las capacidades de la Unifil y la voluntad de los países que aportan tropas a la misma están muy lejos de contemplar su entrada en combate. La misión se puso en marcha bajo la premisa de que existía un alto el fuego entre Israel y Hezbolá que se trataba de verificar. El papel de los cascos azules se concibió como subsidiario de las Fuerzas Armadas de Líbano, para apoyar su despliegue en el sur del país. Cuando los miembros de la misión de Naciones Unidas sospechan de la presencia de una instalación de Hezbolá en su zona, avisan a los militares libaneses para que la registren. Y estos pueden acudir o no; la mayor parte de las veces, no.

El papel de la Unifil se ha limitado hasta ahora a tomar nota de los incumplimientos del alto el fuego, a ser meros notarios de la realidad. Sin embargo, las Fuerzas Armadas libanesas se han retirado del sur, el alto el fuego que vinieron a verificar ha saltado por los aires y los ataques de Israel han convertido a las fuerzas de paz en protagonistas involuntarias de la guerra. Antes de Navidad, muchos contingentes de Naciones Unidas, incluido el español, deben ser relevados. Algo que en las actuales condiciones, según fuentes militares, resulta inviable. Será el momento de plantearse si continuar y en qué condiciones. Con 326 fallecidos en sus 46 años de existencia, Unifil es una de las misiones de la ONU más costosas en vidas de cascos azules.

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