De los buscas y ‘walkie-talkies’ a la cúpula de Hezbolá: tres días de golpes que dejaron expuesta a la milicia

El bombardeo israelí en Beirut muestra la vulnerabilidad de la organización libanesa tras el pirateo masivo de sus dispositivos de comunicaciones, con cientos de milicianos fuera de combate y un miedo generalizado a la tecnología

Servicios de emergencias junto un edificio atacado con misiles israelíes en Beirut, este sábado.Foto: Amr Abdallah Dalsh (Reuters) | | Vídeo: EPV

Dahiye, feudo de Hezbolá en Beirut. Llantos, golpes en el pecho, cánticos de venganza y el color negro omnipresente (en las abayas de las mujeres y en las camisetas de los hombres) dominan la marcha fúnebre para transportar hasta el cementerio a cuatro de los muertos por la detonación a distancia de miles de buscas. De repente, ...

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Dahiye, feudo de Hezbolá en Beirut. Llantos, golpes en el pecho, cánticos de venganza y el color negro omnipresente (en las abayas de las mujeres y en las camisetas de los hombres) dominan la marcha fúnebre para transportar hasta el cementerio a cuatro de los muertos por la detonación a distancia de miles de buscas. De repente, un walkie-talkie estalla, las redes se llenan de imágenes de explosiones similares en otros puntos de Líbano y todo artefacto electrónico ―casi sin excepción― se convierte en sospechoso, con más o menos criterio. “¡Nada de iPhones, nada de iPhones!”, grita un guarda de seguridad a decenas de metros del lugar de la explosión. “¿¡Por qué está todavía iluminado!?”, pregunta nervioso otro joven del partido o la resistencia (como todos llaman aquí a Hezbolá) antes de requisar un móvil, sin darse cuenta de que simplemente estaba conectado a un power bank. Los ordenadores portátiles o una grabación con el móvil de manos desconocidas pasan a ser un peligro potencial.

En el mismo suburbio de Beirut, los nervios de aquel miércoles quedaron pequeños este viernes. Dos misiles acababan de matar a 37 personas, entre ellas ―según Israel― su objetivo (Ibrahim Aqil, jefe de las fuerzas de élite Radwan y uno de los principales mandos militares de Hezbolá) y todo era caos, accesos cerrados y una comprensible desconfianza generalizada. Los buscas y walkie-talkies en llamas, las imágenes de cámaras de seguridad circulando antes por los grupos israelíes de Telegram que por los libaneses, los cazas bombardeando justo después el edificio de una reunión ultrasecreta… Son tres días de golpes que parecen conectados y muestran una infiltración y vulnerabilidad que contrasta con los intentos del máximo líder, Hasan Nasralá, de transmitir confianza.

Varias personas inspeccionan el lugar del ataque israelí en un barrio del sur de Beirut, este viernes. Mohamed Azakir (REUTERS)

Según el diario israelí Haaretz, el jefe de las fuerzas de élite Radwan ya había resultado herido en el ataque con los buscas del miércoles y recibió el alta este mismo viernes. Horas más tarde, fue asesinado, junto con otros mandos, en una operación que requiere datos muy precisos de inteligencia.

El experto libanés en tecnología y análisis de datos Ralph Baydoun explica que el principal objetivo del ataque no eran, de hecho, las bajas, ni la desmoralización, sino “interrumpir” las comunicaciones y “exponer a los operativos de Hezbolá”. “No solo dañaron a los militantes, sino que también expusieron su identidad y ubicación, y ahora definitivamente están en el sistema israelí de la inteligencia artificial que asesina […] ¿Cómo se aseguran ahora, por ejemplo, de que no pueda acceder a los datos de quienes donan sangre en el hospital?”, señala Baydoun, director de investigación y comunicaciones estratégicas de la empresa InflueAnswers, en una entrevista en Beirut.

Los pirateos y ataques han extendido la desconfianza más allá de los chíies, la confesión a la que pertenece Hezbolá y en cuyos barrios y pueblos la aviación israelí centra sus bombardeos. La Autoridad Civil de Aviación prohibió el jueves “hasta nuevo aviso” despegar o aterrizar en el aeropuerto de Beirut con buscas o walkie-talkies. También si van en el equipaje de mano o facturados, en bodega. Este viernes, tras el bombardeo aéreo en Dahiye, varias aerolíneas han cancelado vuelos, como Lufthansa, Emirates y Turkish Airlines.

Un hombre herido por la explosión de un busca, este viernes en Beirut. Hussein Malla (AP)

Consciente de las capacidades de espionaje occidentales y de que cualquier conexión a una red supone un riesgo de exposición sin marcha atrás, Hezbolá venía recurriendo a este tipo de dispositivos que no necesitan conexión. Se podían ver, adosados al cinturón de algunos jóvenes en sus feudos, y servían tanto para llamar a combatientes al frente y anunciar el avistamiento de un dron como para movilizar a sus equipos sanitarios, igual que los médicos en otros países.

En 2008 la milicia probó, en una de sus mayores demostraciones de fuerza, la importancia que da a las comunicaciones y el riesgo de que acabasen convertido en su caballo de Troya. El Gobierno de Fuad Siniora intentó privarle de una red paralela y subterránea de comunicaciones que acababa de descubrir. Nasralá lo consideró una “declaración de guerra” y sus hombres armados tomaron la carretera al aeropuerto y zonas de Beirut occidental.

Hezbolá había encargado hace meses los miles de buscas y walkie-talkies que acabaron estallando y los seguía distribuyendo hace apenas una semana, lo que hace pensar que no sospechaba de su contenido letal. Lo hizo entre su entramado político, sanitario, educativo, de espionaje, pero también, por supuesto, entre su brazo armado, el que más secretismo necesita.

Fuera de combate

El resultado: cientos de sus milicianos, como mínimo, están hoy fuera de combate, hospitalizados (con heridas en las manos, los ojos o el costado) justo cuando el Gobierno de Benjamín Netanyahu más sugiere la inminencia de una invasión terrestre para crear una “franja de seguridad” en el sur de Líbano. Nasralá reiteró este jueves sus condiciones: no cesará sus ataques hasta que Israel deje de bombardear Gaza, una posibilidad que pocas veces ha parecido más lejana en los últimos meses.

Para Baydoun, Hezbolá paga estos días el precio de dos fenómenos. Uno, la incuestionable superioridad tecnológica de su enemigo, motivada en parte por la conexión entre el ámbito militar y el civil en las start-ups hasta hacerla casi indistinguible, y el apoyo de Estados Unidos, su gran aliado y mayor potencia armamentística mundial.

El otro, el amateurismo de una de las milicias más poderosas del mundo, pero cuyos integrantes colgaban alegremente hace años en las redes sociales vídeos alardeando de armas y dinero a cara descubierta cuando combatían en la guerra siria del lado del presidente, Bachar El Asad. Su prioridad entonces era proyectar una imagen de fuerza, pero casa mal hoy con las capacidades de reconocimiento facial, combinado con las posibilidades de la inteligencia artificial, de las que disponen Israel y Estados Unidos.

“Es casi como si Hezbolá fuese un libro abierto para los servicios de inteligencia israelíes”, opina el analista israelí y exmando de sus servicios de inteligencia Avi Melamed. “En solo una semana, Israel ha diezmado los sistemas de comunicaciones inalámbricas de comando y control de Hezbolá, ha incapacitado a miles de sus combatientes, incluidos muchos de la fuerza de élite Radwan, y ahora está eliminando a su liderazgo del campo de batalla”.

Hezbolá ejerce de Estado dentro del Estado y se asume que cuenta con decenas de miles de milicianos y hasta 200.000 proyectiles, pero las cámaras de vigilancia cuyas imágenes han dado ahora la vuelta al mundo (comenzando por Israel) son modelos baratos fabricados en China, recuerda Baydoun. “Sabemos que los israelíes entraron en la cadena de suministro y que Líbano importa casi todo. Tienen una enorme oportunidad de piratear casi cualquier cosa”, añade. Más aún cuando una gran cantidad de bienes entra de contrabando a través de la frontera con Siria, sin controles ni albaranes.

El jueves, en su discurso más importante desde que Hezbolá abrió el 8 de octubre lo que llama un “frente” en solidaridad con Gaza (ya bajo los primeros bombardeos tras el ataque sorpresa de Hamás), Nasralá se esforzó por quitar hierro al nivel de exposición y vulnerabilidad. Tras admitir que la detonación de los buscas el martes y, al día siguiente, los walkie-talkies supuso “un gran golpe de seguridad y militar que carece de precedentes en la historia de la resistencia y de la historia de Líbano”, insistió en que no ha afectado a los cimientos de la organización, como demuestra que ha seguido lanzando cohetes, como hace a diario. “Quiero tranquilizar a los que nos preguntan: estamos muy preparados. Lo que ha pasado no va a afectar a nuestro poder y preparación. Solo va a aumentar nuestra determinación”. Este viernes, poco antes del asesinato de Aqil, quiso subrayar su mensaje con una de sus mayores salvas contra Israel: 140 proyectiles.

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