El independentismo se estrella en Escocia: “Yo quería, sobre todo, echar a los conservadores del poder”

El Partido Nacional Escocés ha perdido 38 de sus 47 diputados de un electorado cansado de los escándalos internos y que no ve urgencia en la independencia

Un hombre fotografía la estatua del duque de Wellington coronado con un cono de tráfico, en Glasgow en agosto de 2023.Andrew Milligan - PA Images (PA Images via Getty Images)

Una de las maneras en la que un escocés independentista puede mofarse del nacionalismo británico es probablemente poniendo un capirote a la majestuosa estatua ecuestre del héroe nacional, el duque de Wellington, látigo de Napoleón en la batalla de Waterloo. Eso es lo que sucedió en los años ochenta en Glasgow, la ciudad más poblada de Escocia, con 612.000 habitantes, cuando alguien plantó sobre ella un cono de tráfico. Este fin de semana de resaca electoral en el Reino Unido, el cono seguía luciendo desafia...

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Una de las maneras en la que un escocés independentista puede mofarse del nacionalismo británico es probablemente poniendo un capirote a la majestuosa estatua ecuestre del héroe nacional, el duque de Wellington, látigo de Napoleón en la batalla de Waterloo. Eso es lo que sucedió en los años ochenta en Glasgow, la ciudad más poblada de Escocia, con 612.000 habitantes, cuando alguien plantó sobre ella un cono de tráfico. Este fin de semana de resaca electoral en el Reino Unido, el cono seguía luciendo desafiante sobre la aristocrática cabeza. Tras las elecciones del 4 de julio, podría pensarse que los habitantes de Glasgow han colocado también un gran capirote simbólico sobre los independentistas del Partido Nacional Escocés (SNP, por sus siglas inglesas), formación mayoritaria en Escocia y en la alcaldía de Glasgow. Porque la derrota sin precedentes sufrida el jueves por el Partido Conservador del ya ex primer ministro Rishi Sunak (121 escaños) frente al laborista Keir Starmer (412 diputados), ha opacado el otro gran cataclismo de ese día, el de los independentistas escoceses.

El SNP se ha quedado solo con nueve asientos en una Cámara de los Comunes de 650 escaños en la que Escocia aporta 57, un escalabro respecto a los 48 diputados que cosechó en 2019 y peor de lo que habían previsto los sondeos. John Swinney, ministro principal de Escocia, reconoció en la madrugada electoral del viernes que los votantes del SNP ya no tienen como prioridad la independencia del territorio. Para una parte del electorado, lo principal era echar a los conservadores del Gobierno.

La cuestión de la independencia pasó por las urnas en el referéndum que se celebró hace 10 años. El resultado fue una victoria del no con el 55% de los votos frente al 45% (dos millones de papeletas frente a 1,6 millones), aunque el sí ganó en Glasgow. El SNP retomó tras el Brexit, al que se opuso la mayoría de escoceses, y la pandemia la idea de otra consulta. La ex ministra principal y antigua líder del partido Nicola Sturgeon hizo de esa nueva consulta su caballo de batalla hasta que se vio forzada a dimitir el año pasado. El actual líder escocés, Swinney, también insistió en que si el SNP cosechaba un gran apoyo en las elecciones generales se abriría una oportunidad para presionar al Parlamento británico sobre una segunda convocatoria. Pero el viernes, tras los resultados, se vio abocado a admitir el desastre y reconoció que el partido no había “logrado convencer a la gente sobre la urgencia de la independencia”.

En el caso de Glasgow, los siete distritos electorales de la ciudad que en los comicios pasados votaron a candidatos del SNP, ahora se han inclinado por los laboristas.

Gerry Blyth, un topógrafo de 38 años, paseaba el sábado con un amigo griego por una céntrica calle de la ciudad, plagada de tiendas y restaurantes. Blyth es independentista, votó en 2019 al SNP y esta vez al laborismo. Y la razón que esgrime la irán repitiendo otros entrevistados: “Yo quería, sobre todo, echar a los conservadores del poder. Seguramente, en las elecciones autonómicas, dentro de dos años, volveré a votar al SNP”. Blyth espera que los laboristas sean “más competentes” que sus antecesores y que haya “menos drama, menos gente de la élite en el poder”. También confía en que solucionen, sobre todo, el problema de las listas de espera en el Sistema Nacional de Salud (NHS, por sus siglas en inglés). “Y la pobreza, claro. Aquí, en el centro de Glasgow nunca se vieron mendigos. Pero desde hace unos 10 años, cada vez hay más”. En cuanto a la promesa de Starmer, de que el Reino Unido no intentará volver a la Unión Europea, Blyth lo excusa: “Tiene que decir eso para que lo voten, pero yo creo que en 20 o 30 años estaremos de vuelta”.

Reform UK, el partido del populista Nigel Farage, impulsor del Brexit, ha entrado por primera vez en el Parlamento de Westminster, con cinco escaños y el 14% de los votos. En Escocia ha recabado el 7% de las papeletas. Aunque sea la mitad que en el resto del país, no deja de sorprender el auge del antieuropeísta Farage en Escocia. Blyth recurre al humor: “Yo creía que los escoceses éramos más inteligentes que los ingleses, pero ya veo que no”. Cuando intenta explicar el fenómeno esgrime: “Es un voto protesta de la gente desesperada. Pero los escoceses somos más progresistas, no estamos en contra de la inmigración”. Su amigo griego, académico que lleva 20 años en el país y prefiere no dar su nombre, asiente: “Yo nunca tuve problemas en Escocia como extranjero, pero sí en Inglaterra, donde son más colonialistas”.

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“La gran familia europea”

La alcaldía de Glasgow está gobernada desde 2017 por el SNP. Pero en la ciudad también es fácil encontrarse con gente como David Mainland, un contable de 60 años, que rechaza el independentismo y sostiene que casi siempre votó por los laboristas. “A mí no me importa pagar más impuestos”, afirma. “Eso es lo que necesita este país. No sé cómo uno puede vestirse muy bien para ir a la ópera y disfrutar de ella cuando ves indigentes en las puertas del teatro”. Mainland dice que le gustaría que el país volviera “con la gran familia europea”. “Nunca entendí la postura del laborismo respecto a la UE”, admite. En cuanto a las prioridades, antepone la sanidad: “Yo creo que llevará al menos 10 años reparar las cosas que funcionan mal. Hay que ser paciente. El problema es que es muy difícil serlo cuando eres tú la víctima de los problemas”.

Bajo la estatua de Wellington cruzaba este sábado Lowis, un biólogo investigador de 29 años que, igual que otros entrevistados, no quiso facilitar su apellido. Dice que votó al SNP porque para él la prioridad es la independencia de su tierra. “Por supuesto, yo también quería echar a los conservadores, pero daba ya por descontado que eso iba a ocurrir con el triunfo de los laboristas”.

Unas calles más arriba, Katie, de 20 años y empleada en una farmacia, comenta que ha votado por primera vez y que se inclinó por el SNP. “Para mí lo más importante es Escocia. Y me identifico plenamente con el cono que pusieron en la cabeza de Wellington”. Además de la independencia, ella reclama la despenalización de las drogas: “En Glasgow hay mucha gente que muere por las drogas. Hay que ofrecer más seguridad a la gente que está enganchada, más alternativas”.

Los conservadores han obtenido en Escocia solo el 12,1% de los votos, frente al 65% de los laboristas y el 29,9% del SNP. No es fácil encontrar por las calles de Glasgow gente que reconozca haber votado a los tories alguna vez. Pero James, de 50 años, y su esposa, Lora, de 59, lo admiten. Ella es de Glasgow, aunque viven en York. Dicen que siempre votaron a los conservadores hasta ahora, cuando han apoyado a los laboristas. El detonante fue la mala gestión de la pandemia de la covid. “Yo soy enfermera”, explica Lora, “y no pude ver a mi familia durante toda la pandemia. Me perdí el nacimiento de mi nieto porque tuve que acatar las normas. Y mientras tanto, [el ex primer ministro] Boris Johnson y sus amigos del Gobierno organizaban fiestas”.

El hecho de que Sunak no tuviera nada que ver con esas fiestas en Downing Street no les hizo cambiar de opinión. James, empresario autónomo, afirma que aunque tiene buena opinión del ex primer ministro, él ya tomó hace dos años, en plena pandemia, la decisión de no votar a los conservadores.

En cuanto a por qué los electores le han dado la espalda al SNP, el matrimonio lo tiene muy claro: “La corrupción”. Y mencionan a Sturgeon, durante más de ocho años la ministra principal más popular y valorada del territorio autónomo, envuelta el año pasado en un caso de finanzas ilegales investigado por la policía y que también afectó a su esposo, Peter Murrell, y el extesorero del partido, Colin Beattie.

Ahora, bajo la impasible mirada del duque de Wellington, los independentistas del SNP intentarán sanar las heridas abiertas. Pero tendrán que hacerlo con menos ingresos provenientes de las arcas públicas, al haber reducido su representación en el Parlamento de Westminster en casi un 80%.

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