El avance de la extrema derecha flamenca complica el laberinto electoral de Bélgica

El país celebra este domingo elecciones federales, regionales y europeas. Las encuestas prevén una fuerte subida del partido ultra Vlaams Belang, lo que complicará la formación de gobierno

Carteles de candidatos a las elecciones federales belgas, el 7 de junio en Bruselas.OLIVIER MATTHYS (EFE)

Los carteles electorales se multiplican y superponen en Bruselas y en otras partes de Bélgica. El domingo, los belgas están llamados a votar, como millones de ciudadanos europeos más, en las elecciones europeas. Pero también elegirán a sus representantes a nivel federal y regional, en un históricamente enrevesado puzle electoral (el país tiene el récord mundial absoluto de días sin...

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Los carteles electorales se multiplican y superponen en Bruselas y en otras partes de Bélgica. El domingo, los belgas están llamados a votar, como millones de ciudadanos europeos más, en las elecciones europeas. Pero también elegirán a sus representantes a nivel federal y regional, en un históricamente enrevesado puzle electoral (el país tiene el récord mundial absoluto de días sin Gobierno, 541, entre 2010 y 2011) que ahora añade una pieza que puede desbaratar el tablero: el fuerte avance del partido de ultraderecha flamenco Vlaams Belang (VB), según los pronósticos, que podría convertirse en la fuerza más votada del país. Ello complicaría aún más la formación de un gobierno, sobre todo si el resto de fuerzas se compromete a mantener el tradicional cordón sanitario a la extrema derecha.

Los sondeos confirman la ventaja en la región flamenca del partido ultra independentista, antimusulmán y antiinmigrantes, además de euroescéptico (promete suprimir el Parlamento Europeo). El VB, con casi el 27% de la intención de voto, se coloca, por primera vez, a la cabeza, desplazando al segundo lugar al hasta ahora líder de Flandes, los nacionalistas —pero no extremos— de N-VA. El avance de la formación separatista liderada por Tom Van Grieken ha sido fulgurante: desde un marginal 3,7% en 2014 a ser, probablemente, la fuerza más votada del país una década más tarde.

En un gran mitin el pasado domingo en Amberes, el líder de VB aseguró que la formación aspira a obtener al menos un millón de votos en Flandes para “darle la vuelta al país”. La formación tiene en su programa la declaración unilateral de independencia en el Parlamento flamenco. No obstante, en declaraciones a la emisora Radio 2, Van Grieken se declaró dispuesto a no dividir al país si logra gobernar: “Si me ofrecen el puesto de primer ministro y me permiten implementar todas mis otras posiciones, no sería necesario dividir Bélgica”, dijo el político ultra. “No significa que vaya a aceptar la estructura de Bélgica, pero si solo queda una capa fina, diré que sí”, agregó, según la agencia de noticias nacional Belga. Los demás partidos, incluso la N-VA, siguen, no obstante, sin fiarse de la formación ultra.

Más allá de confirmar el giro a la extrema derecha de la región más rica del país, como en el vecino Países Bajos, una victoria del VB, que podría obtener hasta 26 de los 150 escaños en la Cámara de Representantes federal, complicaría enormemente la formación de un gobierno nacional si se quiere seguir evitando su participación.

Coalición de siete partidos

Los sondeos indican también que la actual coalición de gobierno, liderada por el liberal Alexander De Croo y formada por siete partidos de las familias flamencas y valonas de los socialistas, los liberales y los ecologistas, y los democristianos de Flandes, no lograría, a día de hoy, sumar los 76 escaños necesarios (mayoría absoluta) para mantenerse al frente del país. Tampoco lo haría, si excluyeran al VB, una coalición de partidos de derecha y liberales. Igualmente de poco viable se presenta una alianza de partidos de izquierda y verdes, sobre todo con la debacle de los ecologistas que vaticinan los sondeos.

La alternativa, una coalición sin el Vlaams Belang, pero con N-VA (como hizo el entonces primer ministro belga Charles Michel en 2014, aunque fue precisamente el partido nacionalista flamenco el que hizo caer a su Gobierno en 2018 por una disputa sobre migración), también pinta difícil. Aunque con la sombra del Vlaams Belang creciendo, cada vez parece menos imposible. Consciente de la oportunidad, el líder de N-VA, Bart de Wever, ha ido en los últimos días moderando su mensaje y, esta misma semana, ha dicho que la independencia de Flandes —hasta ahora la prioridad de su partido— no es necesaria en estos momentos. “El confederalismo es el siguiente paso lógico. Y si eso lleva a reforzar y proteger la prosperidad en Flandes, me basta”, dijo el jueves en una emisora regional. “No tengo obsesiones, el nacionalismo es un instrumento de buena gobernanza, no un fin en sí mismo”.

El primer ministro saliente, el liberal De Croo, que ha llamado a conformar una coalición de centroderecha para el próximo mandato, se ha mostrado dispuesto a aceptar a De Wever como primer ministro “si se trata de reforzar el país y no dividirlo en dos”, según dijo en un debate electoral ante el líder de N-VA.

La casi imposible combinación de partidos —solo aquellos que obtengan al menos el 5% del total de votos pueden aspirar a formar gobierno— se producirá después de que los belgas acudan previsiblemente de forma masiva a las urnas este domingo. Y no solo porque hacerlo sea obligatorio —no el hecho en sí de votar, pero sí acudir al colegio electoral y presentar la identificación personal—, sino porque tradicionalmente hay una gran participación. Y eso que no es fácil: votar en Bélgica es tan complicado que hasta los periódicos publican guías básicas de forma reiterada.

“Si crees que entiendes la política belga, es que probablemente no te la han explicado bien”, bromeaba el politólogo Dave Sinardet durante un evento en un teatro de Bruselas para explicar el proceso al electorado más joven, que no fue capaz de contestar correctamente a la mayoría de preguntas (tampoco muchos de los adultos presentes).

En Bélgica, el poder está dividido entre el Gobierno federal, tres comunidades (la flamenca, la francófona valona y una pequeña comunidad alemana) y tres regiones: Flandes, Valonia y Bruselas. En total, hay cinco gobiernos regionales (la comunidad y región flamencas están fusionadas) y uno federal, que toma las decisiones en nombre del país, pero que no puede desautorizar las asumidas a nivel regional en materias como educación o cultura, lo que lleva a múltiples parálisis políticas. Además, dependiendo de dónde vivan, los belgas solo pueden elegir a determinados partidos, en función del idioma: en la neerlandesa Flandes, solo se puede votar por partidos neerlandeses, mientras que en Valonia solo por los francoparlantes. Ello lleva a una duplicidad de la mayoría de partidos —por ejemplo, el valón Partido Socialista y el flamenco Vooruit—, aunque tampoco necesariamente comparten el mismo programa o ideario.

Un complejo organigrama que lleva a que nadie espere que el nuevo gobierno sea conocido pronto. Bélgica tiene el récord mundial —formalizado por el Libro Guinness de los Récords— de días sin gobierno, los 541 que pasaron desde las elecciones en junio de 2010 y el 6 de diciembre de 2011, el día en que el socialista Elio Di Rupo se convirtió en primer ministro. Casi se bate a sí misma tras los comicios de 2019, cuando pasaron 493 días —y la irrupción de una pandemia— hasta que se logró formar el actual gobierno de De Croo, a costa de dejar fuera a N-VA, pese a ser, con el 28% de los sufragios, el partido más votado en esa ocasión.

Las largas esperas no parecen, sin embargo, hacer demasiada mella en unos belgas acostumbrados a estos vaivenes. Cuando Pedro Sánchez anunció el año pasado el adelanto de las elecciones generales al 23 de julio y se multiplicaron las críticas por coincidir con la presidencia española de turno de la UE, en Bélgica se partían de risa. Al fin y al cabo, ironizaba una fuente diplomática, pocas veces le ha ido al país tan bien como en los periodos sin un gobierno formal.

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