Rusia inicia unas elecciones a medida de Putin que le garantizan el poder hasta 2030

Los tres supuestos rivales del presidente apoyan al Kremlin. Los comicios, que se celebrarán de viernes a domingo sin observadores internacionales, recurren al opaco sistema de voto electrónico

Un miembro de la comisión electoral del territorio ocupado de Donetsk transportaba el jueves una urna en un punto de voto situado en la calle.Foto: ALEXANDER ERMOCHENKO (REUTERS) | Vídeo: EPV

Las elecciones presidenciales que Rusia celebra entre este viernes y el domingo presentan un panorama desolador para los votantes: nunca antes Vladímir Putin, que prorrogará su mandato hasta 2030, se enfrentó a tan pocos candidatos, y sus tres supuestos adversarios apoyan incondicionalmente al Kremlin. Además, serán los primeros comicios pr...

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Las elecciones presidenciales que Rusia celebra entre este viernes y el domingo presentan un panorama desolador para los votantes: nunca antes Vladímir Putin, que prorrogará su mandato hasta 2030, se enfrentó a tan pocos candidatos, y sus tres supuestos adversarios apoyan incondicionalmente al Kremlin. Además, serán los primeros comicios presidenciales con el opaco sistema de voto por internet, y no estarán presentes los observadores de la Organización para la Seguridad y la Cooperación en Europa (OSCE). El objetivo del Kremlin es convertir las elecciones en un plebiscito, una demostración de apoyo masivo, con el que Putin pueda justificar ante su pueblo las duras medidas que adopte en el futuro.

De los 25 partidos permitidos en Rusia, solo 8, incluido el del mandatario, se han atrevido a presentar un aspirante. El filtro presidencial ha sido inflexible. Apenas tres formaciones fieles al poder (el Partido Comunista, el Partido Liberal-Demócrata de Rusia y Gente Nueva) lograron pasar el corte. Por su parte, el mayor partido del país, Rusia Unida, no nominó a nadie de su organización, sino al candidato “independiente” Vladímir Putin.

El mandatario se ha blindado en el poder en los seis años que han transcurrido desde las anteriores elecciones presidenciales de 2018. Con su reforma constitucional de 2020 dejó a cero todos sus mandatos acumulados desde 2000, y puede seguir en el Kremlin hasta 2036. Las leyes promulgadas esta legislatura y las celdas de las cárceles han apartado de la carrera electoral a cualquier candidato que la administración presidencial considere peligroso para sus planes.

“Y aun así, el Kremlin teme registrar a un candidato liberal”, recalca a este periódico Stanislav Andreichuk, miembro de la junta directiva de Golos, la mayor organización independiente rusa para la transparencia electoral. “Es el menor número de candidatos presidenciales en toda la historia de las elecciones rusas, solo lo iguala 2008, cuando Dmitri Medvédev se turnó con Putin”, subraya el activista.

Las cabezas visibles de la oposición rusa están en la cárcel, en el exilio o han muerto. Uno de los líderes de la disidencia, Alexéi Navalni, falleció repentinamente en prisión a un mes de celebrarse los comicios. Su funeral congregó a decenas de miles de rusos pese al boicot del Kremlin y las detenciones de cientos de manifestantes pacíficos tras su extraña muerte.

Candidatos vetados

Sin referentes, la población crítica con el Gobierno se aferra a cualquier clavo para mostrar su descontento. Por ello, la Comisión Electoral Central de Rusia ha vetado a dos candidatos que movilizaron enormes colas de gente dispuesta a firmar para avalar su candidatura. El politólogo Borís Nadezhdin, supuestamente opositor a la guerra aunque participa en los medios de propaganda del Kremlin, recolectó unas 300.000 firmas, pero la junta electoral anuló las suficientes como para prohibir su participación. Algo parecido le sucedió a la periodista Yekaterina Duntsova, arrestada cuando presentaba un partido nuevo en enero.

El partido opositor Yábloko cumplió 30 años en octubre. No ha podido presentar candidato, pero aún mantiene su pugna dentro del sistema, en ayuntamientos y asambleas regionales, con el lema “por la paz y la libertad”. “La política clásica, luchar contra las decisiones de las autoridades en las elecciones, está prohibida, es prácticamente imposible. Pero es posible luchar por las ideas, por las almas de las personas”, responde a EL PAÍS el presidente de la formación, Nikolái Ribakov.

“Con nuestra actividad demostramos que hay un número significativo de rusos que apoyan la paz y la libertad, y es importante para que se preserve la esperanza de un futuro mejor, pacífico. Si esto no se hace ahora, no se podrá hacer en el futuro”, afirma Ribakov.

Estas serán las segundas elecciones rusas —las primeras presidenciales— desde 1993 sin una misión de observadores de la OSCE. Como en los pseudorreferendos de anexión de los territorios ucranios ocupados de 2022, el Kremlin traerá sus propios “observadores internacionales”, algunos de ellos ciudadanos españoles, para simular que han sido los comicios más limpios del mundo.

Voto por internet bajo la atenta mirada del jefe

Además, esta vez las autoridades han puesto en marcha el polémico voto electrónico en 27 puntos electorales, la mayoría de ellos zonas problemáticas para la reelección de Putin, incluidas sus dos metrópolis cosmopolitas, Moscú y San Petersburgo. En los comicios locales de 2021, el partido del presidente perdía en varios distritos de la capital al acabar el conteo de las papeletas físicas. De madrugada, tras un “escrutinio” de más de 15 horas de los votos por internet, los dos millones de votos electrónicos que cayeron en el sistema dieron una victoria aplastante a Rusia Unida.

Golos denuncia que se trata de un sistema absolutamente opaco porque solo son visibles las cifras finales en una pantalla, pero el acceso al código está restringido a los informáticos del Kremlin. Además, con este método es más fácil comprobar si el ciudadano ha votado como desean las autoridades.

“Si tu jefe te exige votar, pero lo haces con una papeleta en un colegio electoral tradicional, nadie puede controlar a quién votaste. Con el voto por internet no tenemos esa certeza”, afirma Andreichuk. Además, la mayoría de los votos electrónicos llegan al sistema los viernes por la mañana, “justo cuando la gente está en el trabajo con los jefes a sus espaldas”.

La otra alternativa con la que cuenta el Kremlin para forzar a votar a su población es una aplicación ideada por Rusia Unida (GEO-SMS) para que los empleados públicos certifiquen con la geolocalización de su teléfono que acudieron a la urna que les corresponde. Esta coacción es inconstitucional, porque no votar también es una opción política.

Otro aspecto controvertido de las elecciones es su celebración en los territorios ocupados, incluida Crimea. La comunidad internacional no reconoce su anexión —ni siquiera China—, gran parte de la población ha huido de sus hogares y el miedo está presente en muchas casas, por las bombas y por las fuerzas de seguridad rusas. “Además, la organización de las elecciones en estos territorios contradice la legislación rusa”, apunta el miembro de Golos, que pone como ejemplo que allí se puede acudir a las urnas sin el pasaporte ruso y mostrar el ucranio o el de las “repúblicas populares” de Donetsk y Lugansk. “Las comisiones electorales de esas zonas han sido formadas sin representantes de los partidos y prácticamente no hay observadores”, agrega.

La Plataforma Europea para las Elecciones Democráticas (EPDE) reclama a la comunidad internacional que no reconozca los comicios por tener lugar en terreno ocupado. “Cinco millones de votantes de esos territorios son forzados a participar en los comicios, aproximadamente un 4,8% del total de los votantes”, enfatiza la organización. Un porcentaje altísimo: como comparación, la comisión electoral central rusa veta a los candidatos si considera que el 5% de las firmas que presentan para postularse tiene —a sus ojos— algún tipo de irregularidad.

El investigador electoral Serguéi Shpilkin —declarado agente extranjero por el Kremlin— publicó en 2008 un sistema para estimar la cifra de votos fraudulentos en las elecciones rusas. Según sus cálculos, en todos los comicios celebrados desde entonces, incluidos los legislativos, hubo entre 10 y 15 millones de votos irregulares, aunque en 2020, gracias a las restricciones aplicadas por la pandemia de coronavirus, esta cifra se disparó por encima de los 25 millones de papeletas.

También es llamativa la contradicción entre los esfuerzos de las autoridades para promover una participación alta en el “plebiscito” de Putin, tanto con sistemas de control remoto como con millones de regalos y entradas gratis a eventos por acudir a votar, al mismo tiempo que fomenta el desinterés por los candidatos.

El presidente ruso no ha acudido a ningún debate electoral, donde el tema central era Occidente y no el Kremlin, y a medida que se han acercado las elecciones, las televisiones federales han dedicado un espacio mínimo a sus “rivales”. Según Golos, el candidato del Partido Comunista recibió 17 minutos en total de los seis canales nacionales a lo largo de una semana completa, mientras que los otros dos postulantes obtuvieron menos de 10 minutos. Putin, el presidente eterno, apareció exultante a todas horas en las pantallas de los hogares rusos.

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