La UE acelera para una ampliación decisiva hacia el Este
La decisión de abrir negociaciones de adhesión con Ucrania apuntala a los Veintisiete para iniciar las reformas del club comunitario previas a admitir nuevos miembros
La próxima gran ampliación hacia el Este, que cambiará la UE para siempre, está más cerca. La decisión de los Veintisiete de abrir negociaciones de adhesión con Ucrania y con Moldavia acelera un proceso espoleado por la guerra lanzada por Rusia y las amenazas del Kremlin hacia sus vecinos. Además, pone al club comunitario de nuevo frente al espejo de sus vulnerabilidades y le fuerza a hacer reformas para seguir siendo funcional con 29 Estados miembros,...
La próxima gran ampliación hacia el Este, que cambiará la UE para siempre, está más cerca. La decisión de los Veintisiete de abrir negociaciones de adhesión con Ucrania y con Moldavia acelera un proceso espoleado por la guerra lanzada por Rusia y las amenazas del Kremlin hacia sus vecinos. Además, pone al club comunitario de nuevo frente al espejo de sus vulnerabilidades y le fuerza a hacer reformas para seguir siendo funcional con 29 Estados miembros, de entrada, y alrededor de 500 millones de habitantes. La UE debe emprender la senda de esos cambios políticos y económicos para afrontar una nueva realidad más heterodoxa, con miembros muy diversos, económica y socialmente hablando. Para la Unión, la ampliación es una cuestión existencial de seguridad y una “inversión geoestratégica en la paz y la estabilidad” de Europa, han reconocido los líderes, según apunta la declaración de la cumbre.
El de este jueves es un paso de gigante. “La decisión del Consejo Europeo es un testimonio del compromiso y la dedicación de nuestros socios hacia nuestros valores comunes y las reformas de la UE”, ha dicho el alto representante para Política Exterior, Josep Borrell. “Se trata de un paso significativo hacia una Europa unida, próspera y estable”, ha añadido en las redes sociales. “La de hoy es una decisión estratégica y un día que quedará grabado en la historia de nuestra Unión”, ha dicho la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen.
Los Veintisiete se han marcado como fecha el verano de 2024 para trazar una hoja de ruta que ponga en limpio esas reformas internas, aunque no se ha fijado un plazo para completar esos cambios institucionales. La modificación de las estructuras que podría hacerse, como ha sugerido la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, sin tocar los tratados fundacionales, será amplia: en los presupuestos, en los procesos de toma de decisiones, en las políticas agrarias.
De fondo, planean varias opciones que incluyen que la nueva gran integración —tras la de 2004, cuando entraron Polonia, Hungría, República Checa, Eslovaquia, Eslovenia, Estonia, Letonia, Lituania, Chipre y Malta— sea gradual con la participación primero de los países candidatos (cada uno a su ritmo) en elementos como el mercado único (incluso algunas voces mencionan la integración en el euro y la zona de libre movimiento Schengen), distintos organismos de representación para luego ir subiendo de niveles en su incorporación.
Eso permitiría afianzar el ancla europea a la vez que abre la puerta a que los aspirantes participen en programas que, además, les pueden ayudar a acomodarse a los estándares europeos. Esa opción, que defienden el presidente del Consejo Europeo, Charles Michel, y también el presidente francés, Emmanuel Macron, y a la que están abiertos algunos de los candidatos (como Macedonia del Norte), no convence a todos. Tampoco dentro del Ejecutivo comunitario, donde hay algunas voces reticentes.
El presidente ruso, Vladímir Putin, que lanzó la invasión sobre Ucrania para tratar de mantener al país bajo su paraguas e impedir la consolidación de su giro hacia la Unión, ha logrado lo contrario a lo que se proponía. La guerra de Rusia contra Ucrania, que va camino de cumplir dos años y sin la que la ampliación hacia los Balcanes ―años encallada―, no se habría resucitado, ha hecho consciente a la ciudadanía europea de la urgencia de la extensión.
Los europeos están dispuestos a aceptar la adhesión de Ucrania pese a los riesgos económicos y de seguridad de admitir a un país en guerra, según una encuesta hecha pública esta semana por el Consejo Europeo de Relaciones Exteriores (ECFR). Aunque la reacción hacia las de Albania, Bosnia, Georgia, Kosovo, Montenegro, Macedonia del Norte y Serbia es más bien distante. El sondeo muestra también que es la ciudadanía de los miembros más antiguos —como Francia, Austria, Dinamarca y Alemania— la más reticente a la ampliación. Un porcentaje importante en casi todos los Estados miembros (un 54% en el caso de los austriacos, por ejemplo) cree, además, que abrir las puertas a nuevos socios (sobre todo a Ucrania) no traerá beneficio económico al club comunitario.
De hecho, la extensión para asumir a Kiev, Chisinau, los cinco países de los Balcanes y a Georgia (al que este jueves han designado como país candidato) está tensionando al club comunitario. Lo ha demostrado la oposición de Hungría, pese a que su primer ministro, Viktor Orbán, ha abierto la mano y ha eludido mantener un veto, que ondeaba desde hace semanas. Lo visibilizan los bloqueos de cereal y camiones ucranios en las fronteras polacas y las fricciones con otros de sus vecinos. También la negociación de la revisión presupuestaria en la que varios socios quieren meter mano a los fondos de cohesión y agrícolas (que tendrán como beneficiarios fundamentalmente a los nuevos Estados miembros) pensando ya en las próximas cuentas, que deberán fijarse en 2027 y mirarán ya hacia la ampliación.
Las prisas con Ucrania, que en apenas dos años ha transitado por todos los estatus previos (aspirante, candidato y candidato en negociación) a la apertura de conversaciones, escuece en los países de los Balcanes occidentales. Varios de ellos han necesitado mucho más tiempo para llegar al punto que ha logrado Kiev ahora. Albania, por ejemplo, fue identificada como potencial candidata en 2003 y solo en 2020 el Consejo Europeo autorizó la apertura de negociaciones. Otros, como Serbia, pasaron menos tiempo en esa situación, pero llevan años y años contemplando con frustración que no hay avances en las negociaciones. Belgrado recibió el visto bueno en 2013 y diez años después no se aprecian muchos avances.
No obstante, el caso paradigmático es el de Turquía, país que fue designado candidato en 1999 y que recibió la autorización para comenzar las negociaciones de incorporación a la UE en 2005. Dos décadas después apenas se han abierto tres capítulos de los 33 que comprenden las conversaciones. En cualquier caso, las conversaciones con Ucrania y con el resto incluyen mucha letra pequeña y su entrada real puede tardar muchos años.
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