Brasil registró el año pasado 47.500 asesinatos, la menor cifra en 11 años

Los especialistas alertan de que la tendencia a la baja que se inició en 2017 se está ralentizando y piden tomar medidas

Un grupo de personas carga el cuerpo de un hombre durante un operativo policial, en una favela de Río de Janeiro.André Coelho (EFE)

Para un país acostumbrado a contar a sus muertos por decenas de miles, cada pequeña mejora supone un respiro. Aunque sean muchos, los 47.507 brasileños que perdieron la vida de forma violenta en 2022 representan la cifra más baja de los últimos 11 años. Es lo que muestra el Anuario del Fórum Brasileño de Seguridad Pública, el principal informe que se publica cada año sobre la violencia en el país. Cuenta a las víctimas de homicidio, latrocinio, lesión corporal seguida de muerte, y las bajas provocadas por la policía. El número del año pasado supone una reducción del 2,4 respecto al año anterio...

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Para un país acostumbrado a contar a sus muertos por decenas de miles, cada pequeña mejora supone un respiro. Aunque sean muchos, los 47.507 brasileños que perdieron la vida de forma violenta en 2022 representan la cifra más baja de los últimos 11 años. Es lo que muestra el Anuario del Fórum Brasileño de Seguridad Pública, el principal informe que se publica cada año sobre la violencia en el país. Cuenta a las víctimas de homicidio, latrocinio, lesión corporal seguida de muerte, y las bajas provocadas por la policía. El número del año pasado supone una reducción del 2,4 respecto al año anterior y es el menor desde 2011, cuando arrancó el estudio y fueron asesinadas 47.500 personas. A partir de ese año la curva fue subiendo, en 2017 alcanzó su tope (más de 64.000 asesinatos) y desde entonces ha ido bajando lentamente.

Los especialistas atribuyen la mejora del último año a una mezcla de factores, pero ven poca influencia del Ejecutivo de Jair Bolsonaro, que gobernó el país hasta el 31 de diciembre de 2022. “¿Cuál fue la política de Bolsonaro? ¿La del tiro en la cabecita? Ni siquiera esa, porque los datos muestran que la letalidad cayó. Bolsonaro no tuvo ninguna política”, decía al diario O Globo el director del Fórum, Renato Sérgio de Lima. A pesar de un discurso oficial que buscaba legitimar e incentivar las muertes provocadas por la policía, lo cierto es que el año pasado la policía mató un 1,4% menos (aun así, fueron 6.430 personas) y el número de agentes asesinados aumentó un 30%; fueron 173.

Para Lima, la mejora de los datos se explica, sobre todo, por el cambio en la estructura demográfica de Brasil, más que por una estrategia clara por parte de las autoridades. El perfil del asesinado en Brasil es muy nítido: la inmensa mayoría son hombres (el 91,4%), negros (76,9%) y jóvenes, el 50,2% tiene entre 12 y 29 años. La población de Brasil está envejeciendo y el grupo de jóvenes no ha crecido en los últimos años. No hay más muertes porque las personas que suelen recibir esos tiros han dejado de crecer. También hay que tener en cuenta la dinámica interna del crimen organizado, principal factor tras el abultado número de asesinatos en Brasil. Entre 2016 y 2017 las facciones del narcotráfico nacidas en Río y São Paulo trabaron una guerra que se extendió por todo el país, incluyendo escabrosas matanzas en las cárceles. Una tregua posterior ayudó a reducir los asesinatos.

Al margen de estos factores externos, los especialistas destacan que también ha habido iniciativas positivas en los gobiernos de los estados, que en Brasil son quienes tienen la competencia sobre la Policía Militar, principal garante de la seguridad en las calles. Estos gobiernos regionales, sobre todo en la región noreste de Brasil (la más pobre y en los últimos años la más castigada por la violencia) hace tiempo que están invirtiendo en programas de prevención y en sistemas de inteligencia y ahora empiezan a cosechar los resultados. Los especialistas piden no acomodarse y pensar en nuevas políticas públicas desde ya, también en el ámbito nacional, porque el ritmo de caída de los asesinatos se está ralentizando.

Y es que los desafíos son enormes y se van desplazando. El punto más caliente, donde más creció el crimen en el último año, es el norte del país, la región de la Amazonía. Sus ciudades, empobrecidas y en muchos casos muy dependientes de la ganadería, la deforestación ilegal y otros delitos ambientales, han sido tomadas por el narcotráfico; la vasta superficie de selva es un territorio donde a duras penas el Estado está presente, y las fronteras, un coladero por donde entran drogas, armas y delincuentes. El ministro de Justicia y Seguridad Pública, Flávio Dino, reconoció en Twitter que los delitos en la Amazonía “están aumentando” y prometió un plan específico para la región. También habló de mejorar la coordinación con estados y municipios y un control de las armas más estricto, después de los años de barra libre de Bolsonaro.

Aunque la foto macro del informe es positiva, el desglose arroja datos muy preocupantes: el número de violaciones en 2022, por ejemplo, fue récord: 74.930 denuncias, un 8,2% más que el año anterior, y lo más alarmante: la mayoría de víctimas (un 61,4%) tenían menos de 13 años. Los delitos de racismo, homofobia y transfobia (no necesariamente agresiones físicas) también aumentaron notablemente. Los casos de injuria racial aumentaron un 67%, hasta los 2.458, y los delitos contra la población LGTBQIA+ crecieron un 54%, llegando a 488 denuncias. Los autores del informe alertan de que los números reales podrían ser mucho mayores, ya que diversos estados brasileños no entregaron los datos sobre este tipo de delitos.

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