Cada fin de semana, el barrio de Pochaina de Kiev acoge un universo comercial añejo y destartalado pero muy interesante en forma de mercadillo. Sobrevive pese al muro que la guerra ha levantado frente al turismo y a muchos ciudadanos desplazados por la invasión rusa. El visitante ha de estar preparado para encontrarse con casi todo.
Un vendedor ofrece su mercancía en el capó de un coche Lada, reliquia de los años de la URSS y un vehículo todavía muy fácil de ver en Ucrania tanto lejos como cerca del frente de batalla.Luis De Vega HernándezLos cuchillos perfectamente alineados de este puesto parecen jugar con el paso del tiempo que marca el reloj que los acompaña.Luis De Vega HernándezLa historia pervive en este mercadillo en forma de objetos desechados de muchos a paradores y paredes de las viviendas como los bustos de Stalin y Lenin.Luis De Vega Hernández
Una importante sección de Pochaina está dedicada a la venta de libros usados.Luis De Vega HernándezEl variado catálogo de objetos a la venta -y también de sus vendedores- es amplio, inabarcable e inclasificable.Luis De Vega HernándezLlaveros, pines, broches, bisutería, antiguas condecoraciones soviéticas… el visitante curioso tiene donde entretenerse.Luis De Vega Hernández
Numerosas muñecas, de todo tipo y tamaño, fijan sus rostros en los posibles compradores como implorando que se las lleven.Luis De Vega HernándezAletas para nadar, gafas de buceo, bicicletas, maletas sin viajero, televisiones… Todo vale, todo se ofrece.Luis De Vega HernándezAbundan los juguetes que parecen recién volcados de una mudanza o abandonados por alguna familia que se ha deshecho de ellos en medio de un inventario estacional de los que a veces nos obliga la excesiva acumulación de objetos.Luis De Vega HernándezMuchos de los puestos están dedicados a efectos militares, ropa o calzado desfasado con cierto aroma a la serie Chernóbil.Luis De Vega HernándezLa guerra no es ajena en uno de los comercios del mercadillo de Pochaina, donde está a la venta un juego de las tradicionales matrioskas que representan, por este orden, al presidente ruso, Vladímir Putin; al líder nazi, Adolf Hitler, y al mandatario soviético Iosif Stalin.Luis De Vega HernándezLos artículos de mercería también tienen su hueco, como estas coloridas bobinas de hilo.Luis De Vega HernándezLlama la atención la especialización de algunos de los puestos, como este con decenas de tijeras quirúrgicas.Luis De Vega HernándezImprovisadas ferreterías donde el óxido pone a prueba el paso del tiempo por las herramientas.Luis De Vega HernándezLa presencia de compradores no es masiva. Nada que ver con la madrileña Ribera de Curtidores y sus aledaños del Rastro madrileño cualquier domingo.Luis De Vega HernándezHay estanterías que presentan cámaras fotográficas de factura soviética, muchas son copias de la mítica alemana Leica. Otras corren peor suerte y acaban tiradas en cajas de cartón como esta.Luis De Vega HernándezArrumbados en un rincón, visibles pero sin ningún ánimo de alardear de ellos, una mujer dispone de dos lienzos con retratos de Hitler.Luis De Vega HernándezAlgunos vendedores abren sus comercios en contenedores metálicos y pasan el domingo a la espera de compradores.Luis De Vega HernándezColecciones de coches, más viejos que antiguos, se agolpan en algunos de los tenderetes.Luis De Vega HernándezEstas fundas huérfanas de sus cámaras de fotos representan bien el amplio muestrario de baratijas que el visitante puede encontrar en el mercadillo de Pochaina.Luis De Vega HernándezAlgunos libros envejecen al sol mientras detrás del vallado se escucha el tren que forma parte de la banda sonora del mercadillo de Pochaina.Luis De Vega HernándezHay objetos que cobran una segunda vida como expositor de colgantes junto a cintas de audio, tazas, botellas o cajas de cerilla.Luis De Vega HernándezDos hombres matan el tiempo jugando al ajedrez a la espera de clientes.Luis De Vega Hernández
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