Mark Rutte: un final abrupto para el segundo líder más resistente de la UE

El recorte a la política de asilo y el escándalo de la discriminación por las ayudas familiares retiradas a padres en su mayoría de origen inmigrante marcan la marcha del primer ministro dimisionario holandés

El primer ministro saliente holandés, Mark Rutte, saluda a la prensa en la Cámara de Representantes en La Haya, Países Bajos, este lunes. Foto: REMKO DE WAAL (EFE) | Vídeo: EPV

Una brecha aparentemente salvable de la política de refugiados —las discrepancias respecto a la reunificación familiar de los demandantes de asilo— ha puesto un final abrupto a la consolidada carrera política de Mark Rutte (56 años), el primer ministro dimisionario de Países Bajos. Rutte ha decidido por sorpresa este lunes abandonar la política activa, aunque debe mantenerse al frente hasta las ...

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Una brecha aparentemente salvable de la política de refugiados —las discrepancias respecto a la reunificación familiar de los demandantes de asilo— ha puesto un final abrupto a la consolidada carrera política de Mark Rutte (56 años), el primer ministro dimisionario de Países Bajos. Rutte ha decidido por sorpresa este lunes abandonar la política activa, aunque debe mantenerse al frente hasta las próximas elecciones de noviembre. Tras casi 13 años consecutivos ejerciendo como primer ministro, se había convertido en el segundo más resistente de toda la Unión Europea, prácticamente igualado al que encabeza la lista, el primer ministro húngaro, Viktor Orbán. Durante todo este tiempo, partido —el VVD, liberales de derecha— ha sido el más votado. La fragmentación que caracteriza la política holandesa desde hace tiempo obliga a pactar alianzas gubernamentales, y él ha sabido mantenerse a flote desde 2010. El final, por el contrario, ha sido rápido. Muy rápido: el Ejecutivo cayó este viernes por la noche, Rutte presentó su dimisión al rey Guillermo el sábado, y a primera hora del lunes anunció su despedida asegurando que no le mueve otro interés superior que el de su país. Lo inesperado de su anuncio, dentro y fuera del arco parlamentario, ha dado paso a las loas y a los puentes metafóricos, más o menos plateados, que suelen tenderse al rival político para agilizar su marcha.

Maletín en mano y vestido de azul oscuro, su imagen de político en retirada contrastaba con la talla de estadista ganada en 2014. Fue tras el atentado que costó la vida a los 298 pasajeros —196 eran holandeses— del vuelo MH17 de las líneas aéreas malasias abatido sobre Ucrania por un misil de fabricación rusa. Entonces supo unir a la ciudadanía con serenidad y unos discursos ponderados. Hizo otro tanto con la crisis de la covid-19. Luego, los titubeos con la contaminación generada por el sector agrario, y la evidencia de que la extracción de gas del yacimiento de Groningen, al norte del país, primó sobre la seguridad ciudadana, han mellado su reputación. En 2021, el escándalo de la retirada de subsidios familiares en función del origen de los padres, muchas veces inmigrante, provocó incluso la dimisión en bloque del Ejecutivo. Era ya su tercera coalición y el bochorno causado por una discriminación de índole institucional resultó imposible de ocultar. Sin embargo, él seguía al frente con su aparente optimismo vital y su rutina externa: su bici, su ropa casi siempre homogénea y la manzana y el café que solía tomar camino de su despacho.

A lo largo de su vida pública y aunque su seguridad —y la de la princesa heredera, Amalia— se ha reforzado por las amenazas del crimen organizado, Rutte tampoco ha cambiado otras costumbres. Conserva la casa de toda la vida en un barrio de clase media-alta, en La Haya, y condujo el coche que tiene desde hace 14 años hasta las escaleras de la residencia real. Allí, en el palacio Huis ten Bosch, de la misma ciudad, habló con el rey de su dimisión. Al día siguiente, resolvió cerrar este capítulo. “Podemos decirnos cosas terribles sobre el contenido de los asuntos que tratamos, pero cuando se trata de cosas importantes, nos apoyamos como marido y esposa”, ha aseverado este lunes dirigiéndose a todos los diputados, en referencia a la relación que ha mantenido con grupos políticos durante estos años.

Al final, la reunificación familiar de los refugiados ha marcado a su vez el adiós de un mandatario capaz de mantener una media sonrisa hasta en los peores momentos. Los ayuntamientos holandeses son reacios a repartirse a los asilados, y el VVD buscaba una ley del Gobierno para contener el flujo. Este lunes, con el eco de la despedida de Rutte todavía en el ambiente, Sophie Hermans, portavoz del partido en el Congreso, ha dicho que la posibilidad de apoyar una norma en los términos actuales “es pequeña”. La formación espera presentar un nuevo líder en los próximos días. “He tomado esta decisión con sentimientos encontrados y con emoción”, ha dicho el primer ministro dimisionario en el hemiciclo. Durante sus casi 13 años en el poder, ha habido tres presidentes distintos en Francia y en Estados Unidos, cinco primeros ministros en el Reino Unido y Bélgica, y dos cancilleres en Alemania, según cálculos de la prensa holandesa. Le queda la tarea pendiente de llegar a los comicios de noviembre con dignidad y el activo de su buena reputación como líder experimentado en la Unión Europea.

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