Un obispo contra el destierro: reconstrucción del segundo intento fallido para expulsar a Rolando Álvarez de Nicaragua

El régimen de Ortega y Murillo no ha podido sacudirse al preso político más incómodo y la voz pastoral más crítica con el sandinismo, que pidió su liberación sin condiciones y la de todos los sacerdotes condenados

Rolando Álvarez en su ciudad natal, Matagalpa (Nicaragua), en una fotografía de 2021.Carlos Herrera

La pretensión de Daniel Ortega y Rosario Murillo fue, de nuevo, muy simple: que monseñor Rolando Álvarez aceptara el destierro, esta vez a través de los “contactos” que establecieron con el Vaticano para negociar la liberación del obispo de Matagalpa, la voz de la Iglesia católica más crítica con el régimen sandinista. Pero la negociación intentada esta semana fue todo menos simple: fue hermética y “tensa”; se trabó y naufragó e...

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La pretensión de Daniel Ortega y Rosario Murillo fue, de nuevo, muy simple: que monseñor Rolando Álvarez aceptara el destierro, esta vez a través de los “contactos” que establecieron con el Vaticano para negociar la liberación del obispo de Matagalpa, la voz de la Iglesia católica más crítica con el régimen sandinista. Pero la negociación intentada esta semana fue todo menos simple: fue hermética y “tensa”; se trabó y naufragó en menos de 30 horas. La pretensión de enviarlo en un avión a Roma se estrelló, sin embargo, con la misma y férrea convicción del religioso, condenado a 26 de cárcel en febrero pasado: que él no se va de su “patria”, porque “no ha cometido ningún delito”.

Esta es la segunda ocasión en que la pareja presidencial intenta sacudirse —sin éxito— al prelado. En febrero, cuando 222 presos políticos fueron expulsados a Estados Unidos, monseñor Álvarez se negó a subirse al avión del destierro fletado hacia Estados Unidos. De esa forma, empañó el movimiento del régimen, que pretendía librarse del costo político que significaba mantener a los reos de conciencia en condiciones inhumanas en las prisiones desde junio de 2021. Sin embargo, la tozudez del obispo contra el destierro no sólo mantuvo el reclamo nacional e internacional por su liberación, sino sobre una treintena de presos políticos que quedaron en Managua junto a él.

El primer amago infructuoso por desterrarlo desató la ira de Ortega y Murillo. El obispo de Matagalpa fue condenado de inmediato a 26 años de prisión por el delito político de “traición a la patria”. El régimen lo trasladó a la penitenciaría, ya que desde su captura en agosto de 2022 lo habían mantenido bajo casa por cárcel o arresto domiciliario. En un discurso ofrecido el día de su condena, Ortega catalogó a Álvarez como “terrorista”, “energúmeno” y “desquiciado”. A partir de ese momento la persecución religiosa contra los católicos se ha recrudecido.

Analistas políticos consultados para este artículo creen que la razón de atacar al catolicismo sin descanso (al punto de prohibir las procesiones de Semana Santa, expulsar monjas del país, apresar sacerdotes, imponer impuestos a los templos, cerrar colegios, ONG, medios de comunicación católicos, congelar las cuentas bancarias de las diócesis y parroquias del país) está, en cierta medida, encaminada a forzar al Vaticano a sacar de Nicaragua al obispo incómodo para el Gobierno. Monseñor Álvarez se ha erigido como el soporte moral más fuerte que le queda a la iglesia en este contexto de avasallamiento contra la libertad de profesión de la fe católica. Una encuesta de CID Gallup, contratada por el medio Confidencial, revela que la condena del prelado es rechazada por el 79% de los nicaragüenses.

Rolando Álvarez habla en una iglesia en 2021.Carlos Herrera

Se arma una negociación hermetica

Los Ortega-Murillo atraviesan un hondo aislamiento internacional por la imposición de un estado represivo y totalitario. Tender puentes con ellos resulta casi imposible porque los dinamitan. El régimen “suspendió” relaciones diplomáticas con el Vaticano en marzo pasado, después que el papa Fransisco catalogara a la administración sandinista como una “dictadura hitleriana”. De modo que el vínculo de la Santa Sede para abogar por la liberación de su obispo quedó roto. No obstante, el presidente de la Conferencia Episcopal de Nicaragua (CEN), el obispo Carlos Herrera, insistió en ese momento en la apertura de un diálogo con el oficialismo para liberar a su par diocesano. Ese intento no dio frutos. Fue hace menos de 15 días que el presidente de Brasil, Luis Inácio Lula da Silva, anunció en Roma que intercedería por la excarcelación de Álvarez.

Los acercamientos que existieron se mantuvieron en secreto y fue este martes cuando fuentes diplomáticas revelaron que monseñor Álvarez fue sacado de la prisión La Modelo. Trascendió que el régimen inició una negociación con el Vaticano y la CEN para abordar la liberación del obispo. La intriga sobre el paradero del preso político creció y se mantuvo durante el tiempo que las pláticas fueron sostenidas.

Las otras fuentes diplomáticas y eclesiales consultadas por EL PAÍS coincidieron en que la negociación fue “dura y tensa”. Un representante de la Secretaría de Relaciones Exteriores del Vaticano participó por videollamada con el régimen y los obispos. Sin embargo, monseñor Álvarez repudió los términos impuestos por la pareja presidencial para su destierro.

La negociación no se destrabó y naufragó cuando monseñor Álvarez sentó su inamovible postura: aparte de no irse de Nicaragua, demandó su liberación sin condiciones y la de todos los sacerdotes condenados por Ortega y Murillo. Además, el prelado exigió el descongelamiento de las cuentas bancarias de las diócesis, parroquias y curas. Todas sus demandas también fueron rechazadas por la pareja presidencial.

Como es habitual a su estilo timorato, el cardenal Leopoldo Brenes trató de bajar el interés público en torno a la negociación fallida. Brindó declaraciones a algunos medios de comunicación y tildó de “pura especulación” la noticia de la excarcelación de Álvarez. “Él se mantiene en la cárcel La Modelo”, dijo el purpurado. Además, criticó a los periodistas por informar y agregó que no ha tenido contacto con el preso político que es su hermano de fe.

Por otro lado, Álvarez insistió que él abandonaría Nicaragua sólo si el papa Francisco se lo ordena expresamente. Sin embargo, hasta ahora no se ha confirmado si el Pontífice emitió alguna orden en ese particular. “Francisco no le ha ordenado abandonar su país y viajar a Roma, ni antes ni en esta negociación”, añade la fuente diplomática. De modo que el obispo mantuvo su postura inquebrantable de quedarse en su “patria”. Al no haber más que hablar entre las partes negociadoras, monseñor Álvarez fue devuelto la mañana de este miércoles 5 de julio a La Modelo, donde está recluido en una celda de aislamiento desde febrero.

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