Las caceroladas asedian a Macron y sus ministros
Los sindicatos franceses, que han convocado otra manifestación para el 6 de junio, reciben a los altos cargos del Gobierno con ‘conciertos’ de cazos y sartenes
Y ahora, ¿qué?, se preguntan los sindicatos franceses. Tras las multitudinarias manifestaciones del Primero de Mayo repartidas en toda Francia en contra de la reforma de las pensiones, ¿cómo seguir? ¿Cómo mantener en el aire una protesta contra una ley ya promulgada, que previsiblemente va a aplicarse en otoño? ¿Qué hacer para que no languidezca?
En una reunión mantenida el martes para dar una respuesta a la cuestión, la...
Y ahora, ¿qué?, se preguntan los sindicatos franceses. Tras las multitudinarias manifestaciones del Primero de Mayo repartidas en toda Francia en contra de la reforma de las pensiones, ¿cómo seguir? ¿Cómo mantener en el aire una protesta contra una ley ya promulgada, que previsiblemente va a aplicarse en otoño? ¿Qué hacer para que no languidezca?
En una reunión mantenida el martes para dar una respuesta a la cuestión, las ocho principales fuerzas sindicales francesas acordaron convocar otra jornada de huelgas y manifestaciones para el 6 de junio, dos días antes de que la Asamblea Nacional discuta y vote, a iniciativa de un grupo de diputados regionalistas, una propuesta parlamentaria encaminada a la derogación de la reforma.
Pero hasta el 6 de junio falta más de un mes, de modo que será difícil que la reforma de las pensiones siga comandando la agenda política francesa, como ha hecho desde enero. Esto supondría un perjuicio para los sindicatos y un profundo alivio para el presidente francés, Emmanuel Macron, y su Gobierno, que nada desean más que pasar página de una vez y que el país hable de otra cosa.
Todo empezó el 17 de abril
Los sindicatos, es cierto, disponen de un recurso que ha resultado exitoso en las últimas semanas y que no dudarán en seguir utilizando: la cacerola. La idea es simple: desde hace 15 días, cada desplazamiento de ministros, de secretarios de Estado y, por supuesto, del propio presidente de la República, se ha visto acompañado por grupos de personas armadas con cacerolas, cazos, sartenes, pequeñas ollas o, incluso, lecheras de latón que hacen sonar con un cucharón o un palo. Basta que un alto cargo de Emmanuel Macron asista a un acto cualquiera en cualquier provincia francesa para que una comitiva de personas antirreforma de las pensiones se presente en el lugar previsto para recibirlo con una cacerolada retumbante y fastidiosa.
Todo empezó el 17 de abril, cuando Macron, días después de haber promulgado la ley que alargará la jubilación de los franceses de 62 a 64 años, se dispuso a aparecer en televisión. Los contrarios a la ley decidieron reunirse a la hora de la alocución televisada en las plazas de los ayuntamientos de sus ciudades con el cazo y la cuchara en la mano para hacer ruido, mientras el presidente hablaba a sus compatriotas de calmar los ánimos y de reconciliación nacional.
Esto ha llevado, claro, a que los ministros y secretarios de Estado terminen por anular actos en los que se ven abocados a sufrir caceroladas. Le Monde aseguraba el domingo que varias comparecencias ministeriales habían sido anuladas recientemente a fin de escapar al oprobio de verse bajo la matraca de la cacerola: Charlotte Caubel, secretaria de Estado de la Infancia, en Val-de-Marne; Bérangère Couillard, ministra de Ecología en Charente-Maritime o Sébastien Lecornu, de Defensa, son algunos. Otros cambian el lugar del acto a última hora para esquivar a los comandos del cazo. Bienvenidos al juego del gato y el ratón.
De este modo, la cacerola se ha ido convirtiendo, acto a acto, día a día, en un símbolo de la oposición a la reforma de las pensiones de Macron. En la citada manifestación del Primero de Mayo hubo muchas personas que acudieron con cacerolas en la mano. Hubo también numerosos carteles y pancartas aludiendo a las caceroladas o con cacerolas dibujadas. Incluso al final de la marcha, en la plaza de la Nación, cuando centenares de policías se enfrentaban a jóvenes radicales en uno de los momentos más tensos y violentos de toda la jornada, alguien apareció enarbolando una cacerola gigante hecha de cartón y se interpuso entre los gendarmes y los extremistas.
Mientras, la empresa Ikea aprovechó el momento publicitario y sacó un anuncio en el que promocionaba un cazo de acero inoxidable por 12,99 euros con un eslogan equívoco: “A este precio, puede hacer ruido”.
El mismo Macron aludió a las dichosas cacerolas en una visita a Alsacia el 19 de abril. Lo hizo a su modo: un poquito pedante y estirado: “No van a ser las cacerolas las que hagan avanzar a Francia”. Poco después, le contestó en su cuenta de Twitter la empresa francesa de menaje y útiles de cocina Cristel con la foto en blanco y negro de un operario en mono con una cacerola reluciente en la mano. Como añadido, el siguiente mensaje dedicado a Macron: “Señor presidente, en Cristel fabricamos cacerolas que sí hacen avanzar a Francia”.
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