Los populares europeos aceleran su acercamiento a la ultraderecha en pleno ciclo electoral
El líder de los conservadores en la Eurocámara intenta ampliar su espacio político coqueteando con partidos como el de Meloni en Italia
El Partido Popular Europeo (PPE) intensifica el guiño a la ultraderecha. En un momento particularmente intenso en el campo electoral —con varias elecciones clave en lo que queda de año, entre ellas las generales españolas—, los conservadores aceleran su coqueteo con partidos a su derecha. En esa lógica, buscan acercarse a mandatarios como la italiana ultra Giorgia Meloni y estudian tantear al populista Movimiento Campesino-Ciudadano (BBB) holandés, que dio la sorpresa en los comicios provinciales de Países Bajos al situarse como la fuerza más votada. El entendimiento es ya un hecho en Finlandi...
El Partido Popular Europeo (PPE) intensifica el guiño a la ultraderecha. En un momento particularmente intenso en el campo electoral —con varias elecciones clave en lo que queda de año, entre ellas las generales españolas—, los conservadores aceleran su coqueteo con partidos a su derecha. En esa lógica, buscan acercarse a mandatarios como la italiana ultra Giorgia Meloni y estudian tantear al populista Movimiento Campesino-Ciudadano (BBB) holandés, que dio la sorpresa en los comicios provinciales de Países Bajos al situarse como la fuerza más votada. El entendimiento es ya un hecho en Finlandia, donde la derecha moderada está negociando con los ultras del Partido de los Finlandeses. Con esa estrategia, el PPE trata de capear su pérdida de poder en toda la Unión Europea. Los partidos que integran la formación no gobiernan en ninguno de los seis países de mayor peso (Alemania, Francia, Italia, España, Polonia y Países Bajos). Ahora, cuando Grecia, Eslovaquia, Polonia y España afrontan unos comicios cruciales este año y con las elecciones europeas previstas para 2024, al líder del Grupo Popular Europeo en la Eurocámara, el alemán Manfred Weber, no le salen los cálculos para mantener la jugosa cuota de poder que tiene en Bruselas. Y eso genera divisiones en el seno del partido europeo.
Con tres elecciones en los próximos 15 meses (algunas regionales, nacionales y europeas), España es una variable particularmente importante y Manfred Weber no ha dudado en dar otro paso en apoyo del Partido Popular de Alberto Núñez Feijóo al salir el miércoles en defensa de la proposición de ley de los populares andaluces y la ultraderecha de Vox para regularizar regadíos en el parque nacional de Doñana. Y eso, a pesar de que existe una sentencia judicial europea que condenó a España por no proteger el humedal. Weber lo ha hecho, además, con un ataque contra la Comisión Europea, que integra a nueve correligionarios suyos; entre ellos a su presidenta, Ursula von der Leyen.
La jugada, en forma de crítica directa al comisario Virginijus Sinkevicius (cercano a los Verdes, aunque más bien conservador), pero que se considera un ataque en diferido a Von der Leyen, ha suscitado malestar entre algunos populares. Fuentes del partido aseguran que este no es el primer roce con Sinkevicius. Pero de fondo subyace otra confrontación más trascendente con la jefa del Ejecutivo comunitario, la baza mejor situada para que el PPE conserve la presidencia de la Comisión y con la que Weber tiene una guerra particular desde que ella se hizo con ese puesto, que él ansiaba (Weber fue la primera opción de la gran familia popular para ocupar el sillón en 2019). Algunos líderes nacionales consideran a la democristiana Von der Leyen tóxica (por ejemplo, por su buena relación con Pedro Sánchez) o demasiado cercana a socialistas españoles y socialdemócratas alemanes, porque aunque es conservadora tiene una visión muy social en algunos temas; sobre todo desde la pandemia. La alemana ha decidido no entrar en la pelea y mirar al socialcristiano desde arriba.
Lejos de acercarse a liberales o verdes —aunque en su país hay un Gobierno de coalición y anteriormente otro de conservadores y socialdemócratas— y pese al férreo cordón sanitario que existe en Alemania contra la ultraderecha, el germano ha elegido a algunas formaciones ultraconservadoras que considera más asimilables. Como el checo Fiala, conservador pero moderado, que según fuentes del partido podría abandonar el grupo de los reformistas y conservadores del Parlamento Europeo ECR y unirse a los populares en el próximo congreso. Y sobre todo, Meloni, atlantista y partidaria del sostén de la UE a Ucrania y que en Italia ha arrinconado a los populares de Forza Italia casi hasta la irrelevancia. Weber, contrario al aborto y con una posición dura en inmigración, ha trazado al menos un par de líneas rojas: los potenciales socios deben apoyar a Kiev y no pueden ser públicamente euroescépticos. “Meloni es constructiva en Europa, apoya a Ucrania y no hay problemas con el Estado de derecho en Italia”, apuntó en febrero.
Weber, que tiene una inusual concentración de poder en la familia conservadora europea —es el líder del Grupo Popular en el Parlamento Europeo y el presidente del Partido Popular Europeo, un doble papel que solo se ha dado en dos ocasiones anteriores, con el belga Wilfried Martens y el francés Joseph Daul— está radicalizando el PPE, convirtiéndolo en un ariete contra los gobiernos de la izquierda y abriendo las puertas a la ultraderecha. Ya el año pasado, cuando el PPE decidió convertir Italia en el laboratorio ese acercamiento con el pacto entre la Forza Italia de Silvio Berlusconi y los Hermanos de Italia de la ultra Meloni, Markus Söder, jefe del Gobierno de Baviera y presidente del partido de Weber (CSU), le acuso de cometer un “serio error estratégico” al apoyar ese acuerdo.
La idea de una alianza en Europa entre la derecha liberal y los ultraconservadores de ERC está ganando terreno, como apunta Alberto Alemanno, profesor de Derecho y Política Comunitaria en la escuela HEC de París. Aunque la fórmula, advierte, está lejos de contar con apoyo unánime dentro del grupo. “Los polacos están en contra y los franceses no están convencidos”, dice Alemanno. En el caso de ambos países, una alianza con los más ultras condenaría a sus ramas populares: los Republicanos franceses y Plataforma Cívica polaca.
Weber fue elegido presidente del PPE hace menos de un año. La cronología de estos 11 meses muestra el acercamiento a los ultraconservadores de ECR, algo que con su predecesor, el polaco Donald Tusk, era un anatema. A la vuelta del verano, se fraguaron dos coaliciones entre miembros del PPE y de ECR en Suecia. Italia, donde Forza Italia se ha convertido en una fuerza residual, actúa como gran laboratorio de la alianza. El acercamiento puede continuar en Finlandia, donde Petteri Orpo, líder del Partido Moderado, de la familia popular, declaró el jueves su intención de negociar con el Partido de los Finlandeses, de ECR.
Camino Mortera, directora de la oficina en Bruselas del think tank CER, cree que una fusión entre el Partido Popular Europeo y ECR es improbable. “El grupo ECR lo fundaron los británicos con los polacos y los checos porque se sentían fuera del PPE, al que veían demasiado partidario de la integración. Esa perspectiva europea une a los partidos que integran el Partido Popular Europeo, pero a nivel nacional no es tan determinante”, apunta la analista, que sostiene que ese eje debería tener un papel decisivo en el campo político continental.
Caso a caso
El PPE, que suele decir que intenta ampliar la base de respaldo al proyecto europeo ante el deterioro de la gran coalición de populares (con 175 parlamentarios), socialdemócratas de S&D (144) y liberales (101), no busca una aproximación a ECR en bloque —cosa que, además, suscitaría mucha mayor resistencia dentro— sino caso a caso. ECR tiene 66 eurodiputados.
Esa gran alianza entre las tres grandes familias políticas como pilares de la UE, clave para aprobar la Comisión Europea de Von der Leyen, se ha erosionado. Ahora, el gran temor es que los movimientos de Weber la terminen de resquebrajar, apunta Iratxe García, presidenta del Grupo de los Socialistas y Demócratas en el Parlamento Europeo. “Esa alianza incluía un cordón sanitario para excluir a la extrema derecha de los cargos institucionales en el Parlamento. Con ese entendimiento, más allá de nuestras diferencias ideológicas, afrontamos la crisis de la covid, el paquete de recuperación o la respuesta a la invasión rusa de Ucrania. Pero ahora el PPE de Weber ha decidido romper esa alianza tradicional para aliarse con la extrema derecha”, remarca. “Si la batalla interna en el PPE la ganan Weber y los suyos, el futuro de la UE está en riesgo, porque este es un proyecto que se basa en la cooperación y en la confianza más allá de los intereses partidistas y nacionales”, añade García.
El politólogo neerlandés Cas Mudde cree que el PPE está haciendo un movimiento táctico que refleja la radicalización a largo plazo de la derecha, algo que es “más visible” en ECR. “Dada la radicalización de los partidos del PPE y la creciente relevancia de los partidos de ECR, una colaboración más estrecha tiene sentido para un grupo orientado al poder como el PPE”, añade el también profesor de la Universidad de Georgia, en Estados Unidos, con varios estudios sobre la ultraderecha y el populismo en Europa.
Mudde apunta, además, a uno de los talones de Aquiles desde que la CDU salió del poder en Berlín: el PPE no gobierna en ninguno de los grandes Estados de la UE. El primero que gobiernan por volumen de población es Rumania. La alianza, añade este holandés, “no solo les haría mucho más fuertes en el Parlamento Europeo, sino, lo que quizá sea aún más importante, en el Consejo Europeo, donde ECR tiene ahora tres representantes, lo que representa a más ciudadanos europeos —y quizá incluso más poder económico y militar— que el mayor número de diputados del PPE, que representan principalmente a países más pequeños”.
Para uno de los históricos de la política europea, Guy Verhofstadt, ex primer ministro belga y, por tanto, con experiencia en el Consejo Europeo y actual eurodiputado, este movimiento de los conservadores europeos es viejo: “El enfoque de gran tienda del PPE está bien asentado desde que Berlusconi se integró en el grupo hace una generación. Eso ya debería decirlo todo. En lugar de atraer a los extremos políticos, solo ha servido para que el partido pierda centralidad en favor de los extremos”, añade este liberal de dilatada experiencia.
El análisis crítico de Verhofstadt aumenta conforme avanza en su argumento: “El atractivo político exterior de las fuerzas de centroderecha también ha perdido terreno frente a los partidos de derecha más radicales, y el resultado final es un desplazamiento aún mayor hacia la derecha. Ver ahora al PPE acercándose a Meloni y a un Berlusconi vendiendo abiertamente la narrativa de Putin sobre Ucrania... Uno se pregunta dónde están las líneas rojas. Si es que las hay”.
Sigue toda la información internacional en Facebook y Twitter, o en nuestra newsletter semanal.