Los médicos residentes inician la mayor huelga de la sanidad británica
Los cuatro días de paros amenazan con provocar la cancelación de hasta 350.000 citas y operaciones y demorar el tratamiento de pacientes vulnerables como los de cáncer
El azote de la huelga golpea de nuevo a la sanidad británica, esta vez con los médicos residentes de Inglaterra como protagonistas de una sacudida que amenaza con dejar las secuelas más severas de la historia del Servicio Nacional de Salud (NHS, en sus siglas en inglés). El diagnóstico no procede de los convocantes, la Asociación Médica Británica (BMA en sus siglas en inglés), sino de unas autoridades sanitarias que han pedido a la población responsabilidad para evitar agravar la crisis ...
El azote de la huelga golpea de nuevo a la sanidad británica, esta vez con los médicos residentes de Inglaterra como protagonistas de una sacudida que amenaza con dejar las secuelas más severas de la historia del Servicio Nacional de Salud (NHS, en sus siglas en inglés). El diagnóstico no procede de los convocantes, la Asociación Médica Británica (BMA en sus siglas en inglés), sino de unas autoridades sanitarias que han pedido a la población responsabilidad para evitar agravar la crisis en un sistema que quedará críticamente paralizado durante cuatro días desde las siete de la mañana de este martes. Entre 250.000 y 350.000 citas y operaciones serán canceladas, según estimaciones del propio NHS, y ni siquiera los tratamientos contra el cáncer se salvarán de retrasos adicionales que podrían durar hasta un mes.
Se trata del paro de mayor envergadura jamás organizado en el NHS, un gigante con pies de barro que ha pasado de fuente de orgullo nacional, homenajeado incluso en la ceremonia inaugural de los Juegos Olímpicos de Londres, en 2012, a convertirse en un paciente agonizante, lastrado por listas de espera, éxodo laboral y acciones industriales. La huelga de los residentes es la segunda en menos de un mes, una hiperactividad que sostiene el pulso a un Gobierno al que acusan de abandono salarial, tras 15 años de subidas de sueldo por debajo de la inflación y que ha motivado, en términos reales, un recorte retributivo de un 26%. Su demanda actual exige una corrección histórica, con un aumento de un 35%, pero el ministro de Sanidad, Steve Barclay, la considera en absoluto razonable y ha advertido a los sindicatos de que “tendrán que moverse significativamente de esta posición para alcanzar un acuerdo”.
Las primeras tres jornadas, organizadas a mediados de marzo también por el sindicato BMA, habían motivado ya la cancelación de 175.000 citas, pero estos cuatro días dejarán un impacto mayor, no solo por las 24 horas extra, sino por llegar justo después de los festivos de Semana Santa, un período tras el que tiende a haber más libranzas de personal. Además, a diferencia de similares iniciativas recientes como las del personal de enfermería, o ambulancias, esta vez ningún departamento se salva, ni siquiera las urgencias hospitalarias. Inglaterra cuenta actualmente con unos 75.000 residentes, es decir, sanitarios que se encuentran cumpliendo un periodo de formación de hasta ocho años después de finalizar la carrera universitaria, mientras que el número de médicos en ejercicio que los han completado ronda los 140.000.
La BMA ha aclarado que accederá al traspaso de sanitarios de las protestas a los hospitales cuando haya vidas en peligro, y la propia legislación sindical estipula que la cobertura en caso de pronóstico reservado desde estar siempre garantizada, pero el problema es de largo alcance: a lo que más temen los gestores sanitarios es a los perniciosos efectos secundarios de cuatro días de parálisis del sistema. El director médico de NHS Inglaterra, Stephen Powes, había sido el primero en hablar de “la acción industrial más disruptiva en la historia” del servicio y, como máximo responsable del mismo, lidera las voces que han reforzado las apelaciones a la prudencia ciudadana para tratar de aliviar la presión sobre el sistema. “Intenta evitar cualquier comportamiento arriesgado porque el NHS no va a ser capaz de facilitar el nivel de cuidado que queremos dar”, ha dicho directamente a los británicos en las sucesivas entrevistas concedidas con motivo de la huelga.
Este endurecimiento retórico no es fortuito, sino que forma parte de una estrategia intencionada que pretende evitar que se repita la dinámica de marzo, cuando los hospitales se quejaron de que el flujo de pacientes no había decaído durante las 72 horas de paro, pese a las advertencias públicas a la contención.
Ante los cuatro días de esta huelga, la preocupación es que el número considerablemente mayor de cancelaciones provoque daños irreparables, ya que pacientes especialmente vulnerables, como los de cáncer, sufrirán demoras en el tratamiento. De igual manera, unidades como las de salud mental también padecerán el impacto de paros que han obligado a priorizar los cuidados intensivos, la atención materna, neonatal y las operaciones de trauma.
El ministro de Sanidad ha acusado a los organizadores y a quienes participan en la huelga de “poner vidas en riesgo”, pero estos se defienden asegurando que su activismo no solo está justificado en sus demandas de sueldo, que insisten en que son legítimas, sino a la propia seguridad de los pacientes. Los actuales salarios están afectando a la capacidad del sistema de reclutar médicos y han provocado una hemorragia de personal, con “miles” de residentes que deciden abandonar el NHS, según denuncia la BMA, hastiados de las condiciones de trabajo y de nóminas que ni siquiera mejoran en sintonía con el IPC.
Un desafío “imparable”
El símbolo de su protesta aparecía este martes en la entrada principal de muchos hospitales de Inglaterra. En el University College London Hospital (UCLH, en sus siglas en inglés), uno de los principales de la capital británica, la apariencia era casi de normalidad, si no fuera por el rótulo que daba cuenta del paro y un reducido grupo de huelguistas, reconocibles por el gorro naranja de lana de la BMA, que definieron el desafío al Gobierno como “imparable”.
“No estamos pidiendo nada que no sea razonable, es una cuestión puramente aritmética”, explicó uno de ellos, que elude dar su nombre, a este periódico. Luego admitió que, aunque sus 27 meses como residente han horadado su “salud física y mental”, no se plantea, de momento, abandonar. La mayoría de la docena de sus colegas que lo acompañaba en el piquete coincidía con él, pero ninguno parecía estar seguro de su futuro dentro de 25 años. “Veremos dónde llega el NHS en 25 años”, declaró con escepticismo contenido una médica que salió de la universidad el año pasado.
Como muchos otros huelguistas, quienes custodiaban la entrada del UCLH abandonaron sus puestos para unirse a la marcha en la céntrica plaza londinense de Trafalgar Square, donde las pancartas que demandaban una “paga justa” compartían espacio con aquellas que recordaban al Gobierno la contribución de los sanitarios durante la pandemia. Y si las diferencias no bastasen, el diálogo entre ambas partes está muy deteriorado y los respectivos posicionamientos de los últimos días no han hecho más que agrandar la brecha, con los sindicatos evaluando ya cómo redoblar el pulso al Gobierno con estrategias como aumentar la duración de los paros hasta una semana y continuar hasta las elecciones generales, previstas el próximo año.
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