Estados Unidos estrecha el cerco contra TikTok

El Gobierno ha advertido a la plataforma que se separe de su empresa matriz, la china ByteDance, o quedará prohibida en el país

Logo de TikTok ante las oficinas de la red social en Culver City, en CaliforniaPATRICK T. FALLON (AFP)

“Es una herramienta que, al final, está bajo el control del Gobierno chino. Y a mí eso me desata preocupaciones sobre la seguridad nacional”, ha dicho el director del FBI, Christopher Wray. TikTok se encuentra cada vez más en el centro de la diana del Gobierno estadounidense, que sospecha que la popular red social de vídeos cortos creada en China pueda utilizarse para la manipulación ideológica o para el espionaje por orden de Pekín.

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“Es una herramienta que, al final, está bajo el control del Gobierno chino. Y a mí eso me desata preocupaciones sobre la seguridad nacional”, ha dicho el director del FBI, Christopher Wray. TikTok se encuentra cada vez más en el centro de la diana del Gobierno estadounidense, que sospecha que la popular red social de vídeos cortos creada en China pueda utilizarse para la manipulación ideológica o para el espionaje por orden de Pekín.

Ya está en vigor una ley que prohíbe esa plataforma en los terminales y sistemas informáticos de propiedad federal. Ahora, el Departamento de Justicia investiga a la empresa propietaria, la china ByteDance, por un posible delito de espionaje a ciudadanos estadounidenses, incluidos periodistas, según han publicado medios de este país este viernes. Y la Administración Biden, según la compañía, le reclama que se independice de su matriz y que sus accionistas chinos vendan su participación. De lo contrario, esa aplicación quedará prohibida en Estados Unidos.

La instrucción de venta ―que portavoces del Gobierno estadounidense han rechazado confirmar― procede de un organismo gubernamental conocido como Comité para la Inversión Extranjera en Estados Unidos (CFIUS, por sus siglas en inglés), que regula las inversiones que llegan del exterior. El CFIUS negocia desde hace más de un año con la empresa tecnológica para tratar de resolver las preocupaciones de Washington en torno a una red social que utilizan cien millones de estadounidenses, la gran mayoría de ellos menores de 35 años. La media de tiempo que pasa cada uno de ellos frente a los vídeos cortos de la plataforma, para entretenerse o informarse, es de 90 minutos diarios.

“Si proteger la seguridad nacional es el objetivo, la desinversión no resolverá el problema”, ha indicado la portavoz de TikTok, Maureen Shanahan, en un comunicado. “Un cambio en la titularidad no va a imponer nuevas restricciones a los flujos de datos o a su acceso. La mejor manera de resolver las preocupaciones sobre la seguridad nacional es con la protección transparente, radicada en Estados Unidos, de los sistemas y datos de los usuarios estadounidenses, con un estricto control y verificación llevados a cabo por una parte independiente, algo que ya estamos poniendo en marcha”, ha agregado Shanahan. El consejero delegado de la plataforma, Shou Zi Chew, comparecerá el próximo jueves en una audiencia en la Cámara de Representantes.

El Gobierno estadounidense subraya su preocupación por el impacto que TikTok pueda tener en su seguridad nacional. Por un lado, teme que la plataforma pueda manipular lo que ven en sus terminales esos cien millones de estadounidenses enganchados a sus vídeos. Por ejemplo, que muestre vídeos favorables a las posiciones chinas en torno a Taiwán. Douyin, la versión de la plataforma para consumo chino, se ve sometida regularmente a censura que limita sus contenidos, como es habitual en el ámbito cultural, también en la comunicación, en la República Popular.

La Administración Biden y diversos legisladores en el Congreso temen además que TikTok pueda utilizar su tecnología para espiar en los terminales de sus usuarios estadounidenses, o poner sus datos a disposición del Gobierno chino. La ley de ciberseguridad aprobada por Pekín en 2017 obliga a todas las empresas en sectores considerados “clave” para la seguridad nacional a someterse a revisiones periódicas de las autoridades.

Preguntado en una audiencia en el Senado, la semana pasada, sobre la posibilidad de que China usara el software de la empresa para espiar o promover propaganda, el director del FBI replicaba: “Sí, y me gustaría remarcar sobre este último punto, en particular, que no estamos seguros de que fuéramos a ver señales externas de que estuviera pasando, si ocurriese”.

Justamente, es lo que investiga desde hace meses el Departamento de Justicia. El aparente detonante lo constituyó una admisión de ByteDance en diciembre: reconoció que empleados suyos en suelo chino habían accedido a los datos de usuarios estadounidenses, incluidos dos periodistas y personas relacionadas con ambos. Esos trabajadores, cesados desde entonces, trataban de encontrar la fuente de supuestas filtraciones desde la compañía a los medios.

TikTok niega que el Gobierno chino le haya exigido nunca la cesión de los datos de sus usuarios en el exterior. También sostiene que, de llegar a ese extremo, se negaría. Sí reconoce que empleados suyos en territorio chino tuvieron acceso a los datos extranjeros, pero asegura que se trató de un acceso limitado y que no se extendió a las autoridades chinas. Y puntualiza que, para atajar las preocupaciones de Washington y otros gobiernos, acomete proyectos para alojar los datos de sus usuarios en territorio estadounidense ―bajo custodia de la tecnológica Oracle― y de Europa.

Pero la posición de la Casa Blanca y del Congreso estadounidense parece cada vez más dura contra la plataforma fundada por el emprendedor Zhang Yiming. “Una venta forzosa es el paso adecuado”, opina Lindsay Gorman, de la Alianza para Garantizar la Democracia del German Marshall Fund y antigua funcionaria de la Administración Biden. “Esta app da nombre y cara a la exportación del modelo chino de control de Estado al mundo. Pero ahora hay un consenso entre los partidos acerca de que TitkTok representa una amenaza para la seguridad nacional de la democracia estadounidense”.

La disputa es similar a la que mantiene Washington con el gigante tecnológico chino Huawei, al que impide el acceso a tecnología de Estados Unidos para sus productos, al considerar que puede utilizarlos para espiar a los usuarios estadounidenses. Ambas pugnas, que comenzaron durante el mandato del presidente Donald Trump, forman parte de toda una pelea entre los dos grandes colosos mundiales por el dominio económico, tecnológico y geopolítico en el mundo. Así, ambos gobiernos han dado pasos para fomentar su respectiva industria nacional. Y han impuesto barreras a los productos del rival, con aumento de aranceles, pero también vetos, como en el caso de EE UU, a la exportación de tecnología de semiconductores hacia China.

En el caso de TikTok, los problemas comenzaron en 2020, cuando Trump se planteó obligar a la plataforma a ser adquirida por una empresa estadounidense para poder seguir operando en este país. Aquella pretensión se abandonó discretamente entre recomendaciones de asesores y advertencias legales de que la exigencia tenía poca base legal. El anuncio de que se había llegado a un acuerdo para vender parte del negocio al grupo de grandes superficies Walmart y a la tecnológica Oracle nunca se hizo efectivo, pero permitió a las dos partes salvar la cara y ganar tiempo.

Desde entonces, CFIUS ha continuado las negociaciones con la compañía para tratar de llegar a un acuerdo. Una posibilidad que cada vez se percibe más lejana.

El mes pasado, varios legisladores republicanos en la Cámara de Representantes presentaban un proyecto de ley, con pocos visos de prosperar en el Senado, que autorizaría a Biden para prohibir la plataforma en el territorio estadounidense. Este marzo, otro proyecto de ley comparecía en el Senado.

Esta propuesta, conocida por el acrónimo RESTRICT, ha sido presentada por los senadores Mark Warner, demócrata, y John Thune, republicano, y cuenta con el respaldo explícito de la Casa Blanca. Su propósito es responder a la “amenaza procedente de la tecnología de los adversarios extranjeros”, en especial China. La medida, de convertirse en ley, permitiría a la secretaria de Comercio, Gina Raimondo, prohibir TikTok en Estados Unidos.

“Pekín es ahora un competidor casi al mismo nivel que Estados Unidos en su capacidad económica, militar y tecnológica”, declaraba Warner al presentar el borrador de la medida. Y la semana pasada, en la audiencia en la que hablaba el director del FBI, el senador republicano Marco Rubio describía TikTok como una plataforma que “puede recolectar datos, manipular información, envenenar mentes y alimentar con basura las ideas de millones de personas”.

No todo el mundo está de acuerdo, sin embargo. Los tribunales de EE UU ya se han pronunciado contra los intentos de bloquear el acceso a la red social en las plataformas de apps de Apple y Google. Y la principal organización defensora de los derechos civiles, ACLU, ha advertido que prohibir TikTok vulneraría la sacrosanta primera enmienda de la Constitución de EE UU. La que protege el derecho a la libertad de expresión.

Para el propio Gobierno estadounidense, proceder a la venta no sería algo sencillo. Pekín podría bloquear esa iniciativa. Además, encontrar un comprador con los bolsillos lo suficientemente llenos y que no fuera a desatar acusaciones de monopolio podría resultar un desafío. Por otro lado, TikTok se ha consolidado como una herramienta clave para llegar a los votantes más jóvenes ―generalmente, más inclinados a votar demócrata― en épocas electorales, como la que se abre ante los comicios presidenciales de 2024.

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