Leopard: historia del plantón de Alemania
Las reticencias de Berlín a permitir la entrega de tanques y las fricciones con los socios visibiliza las divergencias en Occidente sobre el apoyo a Kiev en un momento crucial
Ni la más enérgica de las presiones ha podido doblegar a Alemania. Berlín tiene en sus manos la entrega de los muy necesarios carros de combate de fabricación occidental para Ucrania, donde la guerra de agresión rusa va camino de cumplir un año. La mayoría de aliados había acorralado al canciller, Olaf Scholz, con declaraciones públicas o directamente anunciando la entrega de sus Leopard 2. Y parecía que el viernes, en la reunión de los miembros del grupo de apoyo a Ucrania en la base de Ramstein (Alemania),...
Ni la más enérgica de las presiones ha podido doblegar a Alemania. Berlín tiene en sus manos la entrega de los muy necesarios carros de combate de fabricación occidental para Ucrania, donde la guerra de agresión rusa va camino de cumplir un año. La mayoría de aliados había acorralado al canciller, Olaf Scholz, con declaraciones públicas o directamente anunciando la entrega de sus Leopard 2. Y parecía que el viernes, en la reunión de los miembros del grupo de apoyo a Ucrania en la base de Ramstein (Alemania), se daría el esperado punto de inflexión. Pero la presión no hizo efecto. Berlín volvió a retrasar la decisión y a decepcionar a sus aliados internacionales. La reunión de representantes de más de 50 países en un momento clave para la guerra, y cuando algunas informaciones de inteligencia apuntan a que Moscú puede estar preparando otra gran ofensiva para primavera, visibilizó de una forma cristalina la existencia de divergencias dentro de Occidente.
La frustración con Berlín es mayúscula. Cunde la impresión de que Scholz no quiere que otros le marquen los tiempos. Cuando abra la mano, si finalmente supera sus cautelas, lo hará a su manera. Polonia, uno de los países más insistentes sobre la necesidad de apoyo a Kiev, ha rebajado un poco el tono sobre Alemania, pero sigue insistiendo en que terminará por enviar los Leopard que tiene en su arsenal. La demora en el envío de los ágiles tanques de fabricación alemana se está pagando con “sangre ucrania”, recalcó el viernes por la noche el ministro de Exteriores polaco, Zbigniew Rau.
Ucrania insiste. “Todavía tendremos que luchar por el suministro de tanques modernos, pero cada día hacemos más evidente que no hay otra alternativa que tomar una decisión sobre los tanques”, dijo en su discurso del viernes por la noche el presidente Volodímir Zelenski. Mientras, en la región de Donbás, donde los ágiles Leopard 2 son largamente esperados y cruciales por la orografía del terreno y el tipo de batalla, los combates son sangrientos. Y todos los ojos vuelven a estar en Berlín. No solo porque los tanques de fabricación alemana son muy necesarios, sino también por el simbolismo de su entrega.
Entrenamiento con Leopard: ¿un primer paso?
El ministro de Defensa ucranio, Oleksi Reznikov, que acudió a Ramstein, se ha mostrado más optimista. No hay permiso para entregar los Leopard, pero sí se va a ofrecer entrenamiento para manejar estos tanques a los soldados ucranios, anunció, en lo que consideró “un primer paso”. Tras asegurar en una entrevista a la Voz de América estar “satisfecho” con los resultados de la cumbre, explicó que no todos los acuerdos se han hecho públicos. La iniciativa de Polonia y el Reino Unido ―ambos dispuestos a entregar carros de combate occidentales; Varsovia, los Leopard alemanes, y Londres sus Challenger 2― es la que ha permitido acordar que al menos empiece la formación para poder usarlos.
Los tres países Bálticos han vuelto a apelar este sábado a Alemania para que desbloquee los tanques, que por sus características se perciben como un elemento esencial para que Kiev recupere terreno. “Se necesitan para detener la agresión rusa, ayudar a Ucrania y restaurar rápidamente la paz en Europa”, recalcó Edgars Rinkevics, ministro de Exteriores de Letonia, que habló también en nombre de Estonia y Lituania. “Alemania, como primera potencia europea, tiene una responsabilidad especial en este sentido”, dijo en un comentario en las redes sociales.
Así, la mayoría de países en el espacio nórdico-báltico, Polonia y el Reino Unido se muestran bastante alineados en torno a la necesidad de reforzar el frente con armamento cada vez más significativo —tanques, capacidades anti-tanque, artillería, etc.—, destaca Luis Simón, director del Centro para la Seguridad, Diplomacia y Estrategia y de la oficina en Bruselas del Real Instituto Elcano. “En el otro campo está Alemania, que se ha situado en una situación muy incómoda. Sobre todo porque las explicaciones que está dando sobre la no autorización a que otros aliados envíen tanques de fabricación alemana no parecen estar convenciendo a nadie”, dice.
“Además de tener consecuencias directas en el frente, esta indefinición por parte de Alemania podría repercutir en su imagen y fiabilidad como socio o aliado”, incide Simón. Está por ver ahora hasta qué punto la decisión de Berlín de permitir entrenar a soldados ucranios en tanques de fabricación alemana podría contribuir a mitigar esa percepción. O en que medida es un paso intermedio y un signo de que Alemania acabará moviéndose. En Berlín, Scholz se enfrenta a una creciente presión interna, tanto de la oposición como de sus socios de Gobierno, que han tildado de “fracaso”, “catástrofe” y “ridículo” el papel de Alemania en la cumbre de Ramstein. “La historia nos está mirando. Y Alemania lamentablemente ha fracasado”, lamentó la presidenta de la Comisión de Defensa del Parlamento alemán, Marie-Agnes Strack-Zimmermann, del Partido Liberal con el que gobierna en coalición el canciller.
El nuevo ministro de Defensa alemán, Boris Pistorius —recién llegado tras la dimisión de su predecesora por su incapacidad para gestionar la guerra en Ucrania— no excluyó que finalmente Alemania dé el visto bueno al envío de Leopard 2. Anunció que ha ordenado un inventario para saber en qué estado están los tanques que tiene la Bundeswehr (el ejército alemán) y los que almacena el fabricante, el consorcio Rheinmetall. Pero está por ver si se trata de una nueva táctica de dilación —¿cómo es posible que Alemania, pasado casi un año del inicio de la invasión, no sepa cuántos Leopard tiene preparados para el combate?— o si realmente Berlín se prepara para dar el sí a sus aliados.
Los analistas no se atreven a aventurarlo. El hermetismo con el que la Cancillería está tratando este asunto es total. Pistorius dio alguna pista, pocas, en Ramstein. El ministro alemán dijo que Berlín sopesa argumentos válidos a favor y en contra. Es decir, es consciente de que el envío de carros de combate occidentales es el siguiente paso lógico en la ayuda a Ucrania, que los necesita para romper las líneas enemigas y retomar posiciones tomadas por el Ejército ruso. Pero los miedos de Scholz, un canciller que ha demostrado ser tan reflexivo y lento de reflejos como Angela Merkel, no se han disipado. El socialdemócrata evitó toda mención a los Leopard en Davos esta semana, pero ante una pregunta directa contestó: “Queremos evitar que esto se convierta en una guerra entre Rusia y la OTAN”.
Para Scholz, y para muchos alemanes, el riesgo de escalada del conflicto es una amenaza real. En la Cancillería preocupa que Vladímir Putin pueda interpretar la llegada de los poderosos tanques alemanes como un ataque. O que lo use como excusa. La opinión pública alemana está dividida. Según una encuesta publicada esta semana, el apoyo al envío de los Leopard supera solo ligeramente el 50%. Berlín quiere evitar por todos los medios el protagonismo en la cuestión de los tanques. Necesita que se trate de una decisión colectiva y exige, por tanto, una coalición internacional.
Aunque Berlín lo ha negado, distintas fuentes relatan que Scholz pidió al presidente estadounidense, Joe Biden, que Washington enviara sus tanques Abrams como condición para mandar él los alemanes. Los Abrams, coinciden los expertos militares, no son la mejor opción para Ucrania por su complejidad y la dificultad de su mantenimiento. Los Leopard, en cambio, están disponibles ―los miembros de la OTAN tienen más de 2.000 en sus reservas― y con la adecuada formación podrían entrar en combate mucho más rápido. Biden fue claro cuando se le preguntó si apoya el envío de Leopard 2 a Kiev. “Ucrania recibirá toda la ayuda que necesita”, insistió.
Gran paquete de ayuda militar
Los tanques, vitales para romper las líneas rusas, según ha reiterado también Zelenski, y el gesto de Alemania, han opacado en parte el gran paquete de ayuda militar para Ucrania que sus aliados han ido anunciando en los últimos días. Uno de los mayores desde el inicio de la guerra. El Reino Unido ya ha anunciado que enviará 14 tanques Challenger 12; serían los primeros de batalla occidentales. Además, Polonia, además de entrenar va a equipar a los soldados de Kiev con carros de combate soviéticos T-72 y vehículos de combate. Países Bajos aseguró esta semana que, como Alemania y Estados Unidos, mandará una batería de defensa antimisiles Patriot, uno de los sistemas más avanzados del mundo. Suecia anunció que enviará su sistema de artillería autopropulsado Archer. Estados Unidos anunció que enviará unos 2.500 millones en ayuda militar, en los que incluirá 90 Strykers, blindados para el transporte de tropas y que, además, tienen rodillos de protección contra las minas terrestres.
Y Alemania, por otra parte, sí ha realizado importantes contribuciones en otro tipo de material militar. El viernes, en Ramstein se comprometió a entregar una segunda batería de defensa aérea Iris-T. La transferencia de decenas de piezas de artillería también ha sido relevante: los HIMARS y los M777 procedentes de Estados Unidos, los Zuzana eslovacos, los AHS Krab polacos, los PzH 2000 alemanes, los Caesar franceses, los M109 noruegos o los cañones autopropulsados suecos y los británicos AS-90.
El Instituto para la Economía Mundial de Kiel (IfW) analiza y actualiza la ayuda internacional a Ucrania, tanto financiera, como humanitaria y militar. Según el IfW, los países de la OTAN han transferido en 2022 cerca de 250 cañones de artillería a Ucrania. El comandante en jefe de las Fuerzas Armadas ucranias, Valeri Zaluzhni, precisó el pasado diciembre que su Ejército requería de 500 nuevas piezas de artillería.
Los aliados de Ucrania han sido particularmente generosos en el envío de misiles portátiles antitanque Javelin y NLAW, pero desde diciembre han destacado las decenas de vehículos blindados de ataque para infantería que se han prometido, desde los Marder alemanes y los AMX-10 franceses, a los Bradley y los Stryker estadounidenses. Zaluzhni cuantificó en 700 los nuevos blindados de ataque de infantería que necesitaría, y los anuncios recientes de las principales potencias de la OTAN ascenderían a cerca de 300. Para el movimiento ágil de tropas, en operaciones rápidas de ataque, estos blindados son fundamentales, pero no sustituyen el poder ofensivo de los tanques.
Con la industria armamentística ucrania prácticamente bloqueada por completo, debido a los bombardeos rusos, el aprovisionamiento de munición también depende del exterior, no solo del esfuerzo ingente que está realizando Estados Unidos para ello: los países de Europa del Este han sido fundamentales, donando sus arsenales de munición soviética para las armas ucranias, en su gran mayoría, modelos fabricados en la Unión Soviética.
La reunión de Ramstein, no obstante, dejó sin satisfacer también otra demanda urgente de Kiev, la de los misiles de largo alcance. Su insistencia se ha centrado hasta ahora en recibir de Estados Unidos los cohetes ATACMS, que tienen un radio de acción de 300 kilómetros. Washington se ha negado en redondo a aportar estos misiles por temor a que sean utilizados para atacar en suelo ruso, pero en las últimas semanas se había barajado la posibilidad de que sí transfiriera los GLSDB, unos misiles de extrema precisión, de menor carga explosiva y con un radio de acción de 150 kilómetros. Ucrania confiaba en una decisión favorable a los GLSDB en Ramstein, pero esta tampoco llegó.
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