Italia solo dejará desembarcar a los pasajeros con necesidades humanitarias de los barcos de las ONG
El ministro del Interior insiste en que deben ser los países señalados en las banderas de las naves quienes se encarguen de los migrantes rescatados una vez hayan atendido a mujeres embarazadas, niños y enfermos
El Ejecutivo de Giorgia Meloni se muestra firme en su política de impedir que los migrantes rescatados en el Mediterráneo por las ONG desembarquen en Italia. La idea del Gobierno es que sean los países que abanderan dichas naves quienes se hagan responsables del pasaje. Sin embargo, en una rueda de prensa realizada el viernes por la noche, el ministro del Interior, Matteo Piantedosi, se abrió a que las tres embarcaciones que llev...
El Ejecutivo de Giorgia Meloni se muestra firme en su política de impedir que los migrantes rescatados en el Mediterráneo por las ONG desembarquen en Italia. La idea del Gobierno es que sean los países que abanderan dichas naves quienes se hagan responsables del pasaje. Sin embargo, en una rueda de prensa realizada el viernes por la noche, el ministro del Interior, Matteo Piantedosi, se abrió a que las tres embarcaciones que llevan varios días en aguas internacionales puedan entrar en aguas italianas ―no especificó si también llegar a puerto― para tratar los casos sanitarios y personales que requieran auxilio. También podrán desembarcar niños y mujeres embarazadas. Luego, dijo Piantedosi, deberán volver a aguas internacionales. “Nosotros respetamos a las personas y las exigencias humanitarias, pero tras una verificación”, ha dicho el ministro.
Piantedosi explicó el punto de vista de Italia en esta cuestión. El mismo que tenía Matteo Salvini cuando era ministro del Interior, pero con algunos matices que hacen pensar que el Ejecutivo de Meloni no quiere llevar a un callejón sin salida los enfrentamientos con Bruselas ni volver a pasar por los procesos judiciales que todavía aguardan a Salvini. “Sostenemos que es un problema que debe compartirse con el país de bandera. Cuando se sube a bordo de una nave en aguas internacionales es como si se estuviera en una isla, bajo el país que señala la bandera. Y eso debería declinar en la obligación de asistencia”.
La primera nave a la que se prestará socorro es al barco de la ONG SOS Humanity, que espera una autorización para llevar a puerto a 179 migrantes y refugiados rescatados en el Mediterráneo. El Humanity 1 porta bandera alemana. Una circunstancia que propició esta semana el primer choque del gobierno de Meloni con un socio comunitario. Alemania exigió que se dejase desembarcar “rápidamente” a los más de 100 menores no acompañados a bordo. Pero Italia se negó en un primer momento. Algo que parece haber cambiado con las palabras de Piantedosi, que también señaló que hay una nueva nave con casi un centenar de migrantes donde ha habido un conato de rebelión.
Los otros barcos son el Geo Barents de Médicos Sin Fronteras (MSF) y el Ocean Viking, de SOS Méditerranée. En total, casi un millar de migrantes. La competencia en esta materia en Italia ha quedado algo diluida. Salvini es titular de Transportes e Infraestructuras, que tiene control sobre los puertos. Pero se ha creado un nuevo Ministerio del Mar, que también tiene voz en el asunto. Y el de Interior sigue canalizando los decretos que tengan relación con la seguridad. Su actual titular, Matteo Piantedosi, defendió esta semana: “No podemos traer migrantes que son rescatados en el mar por barcos extranjeros que operan sin ningún tipo de coordinación con las autoridades”, según publicó el diario Corriere della Sera. Piantedosi alegó que los migrantes que llegan al país tras ser rescatados por estos buques de ONG suponen el 16% de las llegadas. “Italia no abandonará su deber de rescatar a la gente en el mar, pero la solidaridad europea se tiene que convertir en una realidad”, insistió.
Pese a que las llegadas de migrantes que salen desde Libia en ruta hacia Italia se han duplicado este año (de unos 23.000 en 2021 a 40.000 en lo que va de 2022, según fuentes europeas), Giorgia Meloni acaba de renovar el polémico acuerdo que su antecesor Paolo Gentiloni firmó en 2017 con las autoridades libias para frenar la inmigración irregular y que ha sido duramente criticado por ONG de derechos humanos, think tanks y hasta Naciones Unidas. Meloni tenía hasta la medianoche del miércoles para revocar el pacto, pero con su silencio la recién estrenada dirigente vuelve a dejar clara su línea migratoria ―y de paso la de la UE― en el Mediterráneo central para los próximos tres años: que sea Libia quien controle que los migrantes no lleguen a Italia.
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