El debate en un bar de Río: mayoría lulista y dos parroquianos firmes con Bolsonaro

A pesar de la audiencia millonaria, en las televisiones cariocas el cara a cara se mantuvo en un discreto segundo plano: “Si hay fútbol, prefiero fútbol”

Los parroquianos de un bar siguen este domingo la retransmisión del debate entre Lula da Silva y Bolsonaro.ADRIANO MACHADO (REUTERS)

Faltan pocos minutos para que los candidatos aparezcan en directo y en los bares de Glória, en los alrededores del centro de Río de Janeiro, grupos de amigos se agolpan frente a la televisión. Aquí campa a sus anchas la llamada, a veces con cariño, a veces con sarcasmo, “izquierda festiva” o “burguesía folclórica”. Ropas coloridas, gorras rojas del ...

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Faltan pocos minutos para que los candidatos aparezcan en directo y en los bares de Glória, en los alrededores del centro de Río de Janeiro, grupos de amigos se agolpan frente a la televisión. Aquí campa a sus anchas la llamada, a veces con cariño, a veces con sarcasmo, “izquierda festiva” o “burguesía folclórica”. Ropas coloridas, gorras rojas del Movimiento de los Sin Tierra (MST) y pegatinas con la cara de Lula da Silva y el ya clásico Para que Brasil sea feliz de nuevo conviven con azulejos años sesenta y botellas polvorientas de cachaza como telón de fondo.

Oscar Almeida, el propietario de la Cantina do Catete, se esfuerza en mantener la calma entre los parroquianos de toda la vida (algunos abiertamente bolsonaristas) y la clientela más afín al Partido de los Trabajadores (PT) conquistada en los últimos tiempos. Cada frase certera de Lula se celebra como un gol. El formato del debate, que permite que Lula y Jair Bolsonaro anden por el plató, hace las delicias de la clientela. Cuando Bolsonaro pone la mano sobre el hombro del expresidente, sube el volumen de los gritos: “¡Le ha tocado, ¡le ha tocado! ¡Ahora vienen las hostias!”. Algunos casi que se frotan las manos, otros, como Raquel Simon, estudiante de pedagogía, aprieta los dientes: “Yo es que estoy muy tensa, hay que tener mucho estómago para ver esto, pero espero que ayude a los indecisos”, confía.

Más allá de la primera fila de atentos telespectadores, en general lulistas, que luchan para entender algo entre la algarabía, hay un grupo menos politizado, que presta atención de reojo y está más pendiente de que las botellas de cerveza helada no se caigan de la mesa. Quizá entre ellos haya alguno de esos indecisos. “Para mí estos dos son dos payasos en el circo”, dice Felipe Builio, un joven que en la primera vuelta votó a Ciro Gomes, de centro-izquierda, y que ahora está casi convencido de votar a Bolsonaro. A Lula seguro que no. Los votos de los electores de Gomes y de otra presidenciable derrotada, la senadora de centro-derecha Simone Tebet, son clave para decantar la balanza en la segunda vuelta del 30 de octubre. Al lado de Builio, su novia, Taís Alayo, suspira mientras escucha una retahíla de críticas al PT y da a entender que en lo político no hay consenso en la pareja. “Yo no puedo votar a la derecha, ¡soy pobre!. Pero le respeto, cada uno con su opinión”, dice.

El clima de paz y amor tarda poco en romperse. Dos parroquianos del bar, viejos conocidos, estaban aguantándose las ganas de aplaudir a Bolsonaro hace rato. Están en clara minoría, pero cuando el presidente saca pecho hablando de los horrores del comunismo en Cuba y Venezuela, estallan de alegría. La juventud alrededor reacciona: “¡Fuera Bolsonaro! ¡Estáis solos!”. Uno de los fans del presidente, Djalma Olegario, es el único del bar, y prácticamente de toda la ciudad, que aún luce una máscara contra el covid-19. El detalle no pasa desapercibido para los jóvenes izquierdistas. “¡Quítate la máscara, valiente, que tu presidente dice que es sólo una gripecita!”, dice uno de ellos. Al final, la sangre no llega al río. La televisión vuelve al modo silencio y empieza a sonar samba. Almeida, con su sempiterno buen humor, sigue abriendo cervezas a destajo. “Todo en paz, gracias a Dios”, zanja sonriente.

A pesar de la gran millonaria, en las televisiones de los bares cariocas el debate estuvo en un discreto segundo plano. En la plaza São Salvador, otro bastión de la izquierda, el fútbol se llevó el protagonismo. Las pantallas esta noche estaban dedicadas al Fluminense, uno de los principales clubes de la ciudad, en un partido irrelevante contra el Avaí. “Si hay fútbol, prefiero fútbol. No quiero líos”, decía un camarero.

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