Rusia fracasa en la guerra aérea en Ucrania
Los aviones rusos no consiguen superar las defensas ucranias y los expertos ven un cambio a favor de la hegemonía de los drones
Algo excepcional en un campo de batalla sucedió esta semana en Ucrania. En el frente de Donbás, dos pequeños drones de reconocimiento se enfrentaban cuerpo a cuerpo a unos 1.000 metros de altura. El dron ruso embestía al ucranio —que filmaba la escena— y caía derribado al rompérsele una hélice. La simbólica victoria ucrania en este inusual duelo sintetiza el fracaso ruso en la guerra aérea, al no lograr el invasor operar con sus aviones, y confirma lo que los expert...
Algo excepcional en un campo de batalla sucedió esta semana en Ucrania. En el frente de Donbás, dos pequeños drones de reconocimiento se enfrentaban cuerpo a cuerpo a unos 1.000 metros de altura. El dron ruso embestía al ucranio —que filmaba la escena— y caía derribado al rompérsele una hélice. La simbólica victoria ucrania en este inusual duelo sintetiza el fracaso ruso en la guerra aérea, al no lograr el invasor operar con sus aviones, y confirma lo que los expertos consideran un cambio sin precedentes en la estrategia militar.
Rusia dispone de unos 1.200 cazas de combate; algunos, como los Su-35S, los Su-37 y los Su-34, se cuentan entre las máquinas de guerra más sofisticadas del mundo. Unidades de todos ellos han caído abatidas en Ucrania. Por el contrario, las fuerzas aéreas de Kiev tienen una flota de combate de un centenar de aviones, la gran mayoría, antiguos modelos soviéticos, sobre todo los MiG-29 y los Su-25. Pese a esta enorme diferencia de poder, el invasor no ha conseguido marcar la diferencia desde el aire.
Los aviones rusos solo operan en Donbás, de forma limitada, y no se atreven a adentrarse más allá en territorio ucranio. En los primeros dos meses del conflicto, sus aeronaves caían como moscas, derribadas por las defensas antiaéreas ucranias. Los datos de las Fuerzas Armadas ucranias confirman que el invasor ha dejado sus cazas en tierra: de marzo a mayo, según el Estado Mayor de Kiev, habían derribado 208 aviones. Cinco meses después, el número habría subido hasta los 268 aparatos. Desde entonces, los cazabombarderos rusos solo disparan a cientos de kilómetros de distancia de su objetivo, y desde territorio ruso.
En la guerra moderna se daba por descontado que quien dominaba los cielos tenía una ventaja decisiva para alcanzar la victoria. Esa es la experiencia del general Serguéi Surovikin, el comandante de las Fuerzas Aeroespaciales rusas y nuevo jefe de las operaciones militares en Ucrania. Dirigió los bombardeos rusos en la guerra civil siria, en la que Rusia ha sido un apoyo clave para mantener en el poder al dictador Bachar el Asad. “Los aviones rusos en Siria campaban a sus anchas, no había sistemas de defensa que les pararan los pies, Ucrania es un escenario diferente”, explicaban esta semana a EL PAÍS dos funcionarios de las Naciones Unidas establecidos en Kiev y con experiencia sobre el terreno en Siria.
“Si Surovikin se ve impotente para replicar la experiencia siria, tememos que en Ucrania opte también por bombardeos indiscriminados, pero a distancia”, señalaban estas mismas fuentes con la condición de mantenerse en el anonimato. También daban por hecho que irían en aumento ataques masivos como el de esta semana en todo el país. Los misiles y los drones suicidas fueron disparados por aviones y posiciones terrestres en Rusia y Bielorrusia.
Anulación mutua
Expertos del ejército de Estados Unidos definen la situación en Ucrania como de “anulación mutua”: las operaciones con aviones por parte de los dos bandos son mínimas y sin consecuencias significativas. Lo analizaban en septiembre varios altos rangos de las Fuerzas Aéreas de Estados Unidos (USAF, por sus siglas en inglés) en un seminario organizado por el centro de investigación de Washington Atlantic Council. “Creíamos que los rusos sabrían anular las defensas antiaéreas y coordinarse con las fuerzas de tierra, pero no ha sido así”, señalaba Philip Breedlone, general retirado de cuatro estrellas. Para Breedlone, “esta guerra es muy diferente a lo que se había visto hasta ahora”: “Es una guerra de negación aérea mutua. Es como si volviéramos a las trincheras de la I Guerra Mundial”.
El factor que altera la lógica militar han sido las baterías antiaéreas móviles. Ucrania tiene un arsenal de misiles tierra-aire compuesto en su mayor medida por lanzaderas S-300, pero también ha ido incorporando unidades más avanzadas de sus aliados de la OTAN: Alemania, por ejemplo, entregó esta semana la primera de las cuatro baterías IRIS-T SLM que se ha comprometido a facilitar a Kiev —valorada cada una en 140 millones de euros—. “El gran error de Rusia ha sido no anular los sistemas de defensa antiaérea móviles. Es la principal lección de esta guerra en cuanto a táctica militar”, afirmó Tyson Wetzel, teniente coronel de la USAF, también en el Atlantic Council.
Anton Mardasov, experto militar del Instituto de Oriente Próximo (MEI, un centro de estudios de Estados Unidos) e investigador del Consejo Ruso para Asuntos Internacionales, resume de esta manera la operativa antiaérea ucrania: “Distribuyen por un gran territorio sus activos de defensa antiaérea, operando en modo emboscada [moviéndose constantemente]. Los sistemas antiaéreos señalan los objetivos por un corto tiempo para atacar rápidamente a los aviones rusos, y una vez han disparado los misiles, pasan a modo silencioso [desconectan la electrónica del aparato], lo que hace difícil que sean eliminados incluso con misiles antirradares”.
Donde sí hay movimiento aéreo es en Donbás. En dos visitas a la región de Donetsk, EL PAÍS pudo observar patrullas ucranias de aviones Mig volando a baja altura en la retaguardia del frente. “Las Fuerzas Aéreas ucranias vuelan más de lo que parece desde fuera”, indicaba el pasado septiembre en un análisis compartido en sus redes sociales Justin Bronk, experto del Royal United Services Institute (RUSI), centro británico de estudios de seguridad: “Siguen tácticas de cautela, muy alejadas de tener superioridad aérea, patrullas a baja altura, destrucción de defensas antiaéreas con misiles AGM-88 y ataques concretos en posiciones del frente”. El efecto de estas maniobras es “marginal”, según Bronk.
Los dos contendientes son más activos en el uso de helicópteros, más aptos para maniobras cortas. Pero las bajas rusas en helicópteros son también elevadas —240 en ocho meses de guerra, según Kiev—. Bronk afirma que contra los helicópteros ha sido especialmente útil para Ucrania el aprovisionamiento internacional de armas como los misiles de medio alcance SA-11, la artillería móvil alemana Gepard y lanzacohetes portátiles.
Las defensas rusas también siguen la misma estrategia móvil, por lo que voces destacadas en la OTAN dudan sobre la conveniencia de suministrar aviones de combate a Ucrania. Otro inconveniente, además, es que el suministro de material para estos cazas, de armamento y de reparación, requiere una logística difícil de desplegar en Ucrania, según Bronk. La opción más realista, dice este académico, sería facilitar misiles aire-aire europeos a los aviones ucranios para que derriben misiles de largo alcance y drones.
La era de los drones
“La guerra aérea se ha abaratado y la superioridad aérea será probablemente en el futuro más difícil de conseguir”, indicaba Wetzel. Las razones son los sistemas antiaéreos móviles y los drones. En la guerra de Ucrania han sido más determinantes los vehículos no tripulados que los cazas convencionales. Wetzel confirma que en Ucrania ya son una realidad “las grandes flotas de drones”. Rusia lanza cada día decenas de drones suicidas de largo alcance iraníes Shahed pero también propios, como los Lancet. Ucrania, por su parte, destruyó el 8 de octubre dos bombarderos con un dron suicida en una base aérea en territorio ruso. En verano también atacó el cuartel de la flota rusa en Crimea con drones kamikaze. Pero estos vehículos suicidas hacen las funciones de proyectiles y no sustituyen a aviones de combate. Los que sí tienen esta función, con pilotos altamente formados, son los Bayraktar turcos, una de las armas estrella del arsenal ucranio, y los Mohajer-6, por parte del lado ruso.
El campo para crecer y sorprender al rival en este ámbito es enorme: por parte ucrania se han confirmado incluso múltiples adaptaciones rudimentarias de drones de uso comercial con mecanismos que les permiten soltar bombas sobre el enemigo. La guerra aérea ha cambiado para siempre en Ucrania, como pudo comprobar este diario en agosto en el frente entre Dnipró y Jersón: a cuatro kilómetros de las posiciones rusas, soldados del 98º batallón táctico advertían al periodista de que lo que más temían era la llegada de los pequeños drones de reconocimiento del enemigo, unidades comerciales civiles adaptadas para uso militar. Si uno los detectaba, la artillería caería sobre ellos.
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