Los moteros de Bolsonaro rugen “contra el socialismo”

El candidato ultraderechista brasileño multiplica los recorridos en moto para movilizar a sus seguidores más fieles en la víspera de las elecciones

El presidente Jair Bolsonaro, durante un recorrido en moto este domingo.RODOLFO BUHRER (REUTERS)

Brrrrrum. El grupo de Harley Davidson llega a la concentración con un ronroneo grave. En la moto de Darío Gabriel, una de las recién llegadas, ya no caben más banderas de Brasil. Ondean dos pequeñas atrás, otra delante, y una más cubre el portaequipaje. Él lleva bajo la chupa de cuero una camiseta amarilla con el rostro del ultraderechista Jair Bolsonaro, actual presidente y candidato a la reelección. “Hubo muchos años de socialismo. Él levantó la bandera y renació el ...

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Brrrrrum. El grupo de Harley Davidson llega a la concentración con un ronroneo grave. En la moto de Darío Gabriel, una de las recién llegadas, ya no caben más banderas de Brasil. Ondean dos pequeñas atrás, otra delante, y una más cubre el portaequipaje. Él lleva bajo la chupa de cuero una camiseta amarilla con el rostro del ultraderechista Jair Bolsonaro, actual presidente y candidato a la reelección. “Hubo muchos años de socialismo. Él levantó la bandera y renació el patriotismo”, dice. Un día antes de la votación, la motociata de este sábado por la zona norte de São Paulo le ha permitido a Bolsonaro recibir el calor de una de sus bases más fieles, los moteros.

El inicio de esta tradición bolsonarista se dio espontáneamente. Cuenta Darío Gabriel que un día los seguidores del presidente descubrieron que este tenía la costumbre de ir en su moto por los alrededores del palacio presidencial en Brasilia para despejarse. Algunos le empezaron a acompañar y a él le gustó la idea. Desde entonces, sus giras por los Estados suelen acompañarse de recorridos en moto y a veces lograr reunir a varios miles de personas. “Es como un juego y hay buen ambiente. Todos nos conocemos”, señala Gabriel, de 45 años, dueño de una fábrica de secadores de pelo y enemigo declarado de los sindicatos.

En lo que va de campaña, Bolsonaro ha organizado casi una veintena de motociatas. Una de sus ventajas es que la sensación de lleno es mayor que en una concentración de personas. Tampoco tiene que responder preguntas incómodas de periodistas ni hacer largos discursos. Es llegar y darse abrazos con este público mayoritariamente masculino que lo adora. Bolsonaro ha pagado bien la lealtad de motoristas y conductores. En 2020, sancionó una ley que reducía los castigos por infracciones y ampliaba la vigencia de los carnets de conducir. Recientemente, anunció ayudas para la gasolina de taxistas y camioneros.

La motociata también tiene un componente político. En 2021, en plena pandemia, Bolsonaro multiplicó sus apariciones sobre la grupa de la moto. Le servía para reivindicar “la libertad” de los ciudadanos frente a las restricciones de movilidad impuestas por los Gobiernos estatales para tratar de contener los contagios. En tres ocasiones, el ultraderechista fue sancionado por las autoridades de São Paulo por no llevar mascarilla.

Los moteros comparten con el presidente un gusto por las noticias falsas y la ivermectina, un medicamento que fue promovido por Bolsonaro para tratar la covid-19 sin evidencias científicas. Miembro del mismo club de moteros que Gabriel y antiguo punk, Marcos Detício, un hombre barbudo de 55 años, dice que tomó unas píldoras de ivermectina y se sintió estupendamente al día siguiente. “¿Ya vio ese estudio de Japón que dice que es aún mejor que las vacunas?”, le pregunta a este periodista. Últimamente, a Detício lo que le preocupa es que el Tribunal Superior Electoral le “robe las elecciones” a Bolsonaro. “Querían prohibirnos ir a votar con la camiseta verde y amarilla”, dice, citando otra noticia falsa muy en boga estos días.

Nadie en la concentración puede creer que el candidato vaya 14 puntos por detrás de Luiz Inácio Lula da Silva en las encuestas. Muchos mencionan con agrado una posible intervención del Ejército para poner orden si Bolsonaro pierde. En las primeras filas, Humberto Alves, dueño de un enorme triciclo a motor con espacio para tres personas, confía en una victoria del ultraderechista en primera vuelta. Lo que más le gusta de él es que es “fortísimo”, idea que completa cerrando el puño. “Si no gana, va a haber guerra, va a haber sangre. A los ladrones [de elecciones] hay que eliminarlos”, asegura este mecánico de 64 años. La chupa de cuero que lleva tiene bordada a Nuestra Señora Aparecida, santa patrona de Brasil. Cosido a su lado, otro pedazo de tela reza: “Que Dios haga del volante de las motos sus brazos”.

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Brrrrrrum. Las motos concentradas quieren arrancar. Parece que Bolsonaro ya se acerca. El presidente baja de un carro blanco rodeado de guardaespaldas. Se toma selfies con los moteros, entre gritos de “Dios por encima de todo, Brasil por encima de todos”, su lema de la anterior campaña. El de esta es “Dios, patria, familia y libertad”. Luego, se sube con dificultad a la primera moto de la fila, hace la señal de la victoria y arranca hacia un fin de semana decisivo. Sin casco.

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