Cuatro horas en las tripas de un camión: la pesadilla de los migrantes para cruzar a EE UU
Los peligrosos viajes clandestinos en tráiler, como el que causó la tragedia de esta semana, son cada vez más habituales debido al aumento de los controles a ambos lados de la frontera en los últimos años
El primer registro fue en el pequeño pueblo texano de Encinal, a media hora de la frontera con México. Eran las 14.50 del lunes y un camión de carga rojo marca Volvo pasaba por el punto de inspección de la patrulla fronteriza. El conductor, gorra negra y polo a rayas, fue captado por las cámaras de seguridad mientras hablaba con los policías sin bajarse del vehículo. En ese momento, el remolque ya iba cargado con 67 personas que se estaban jugando la vida al cruzar la frontera de modo clandestino. Una media hora después, el tráiler pasó otro control más adelante, en el pueblo de Cotulla, sin q...
El primer registro fue en el pequeño pueblo texano de Encinal, a media hora de la frontera con México. Eran las 14.50 del lunes y un camión de carga rojo marca Volvo pasaba por el punto de inspección de la patrulla fronteriza. El conductor, gorra negra y polo a rayas, fue captado por las cámaras de seguridad mientras hablaba con los policías sin bajarse del vehículo. En ese momento, el remolque ya iba cargado con 67 personas que se estaban jugando la vida al cruzar la frontera de modo clandestino. Una media hora después, el tráiler pasó otro control más adelante, en el pueblo de Cotulla, sin que los agentes detectaran tampoco nada raro. El siguiente registro es de las 18:20: el camión ha sido abandonado en una carretera perdida a las afueras de San Antonio. Cuando la policía abre las puertas traseras, 47 migrantes ya habían muerto por hacinamiento, asfixia y deshidratación. Seis más fallecerían en el hospital los días siguientes.
Estuvieron al menos cuatro horas encerrados en las tripas del camión sin agua ni aire acondicionado, según detallaron las autoridades, que también confirmaron que se trató de la mayor tragedia migrante en suelo estadounidense. Es posible, incluso, que hayan pasado más tiempo allí dentro en plena ola de calor en Texas, con temperaturas que alcanzaron los 46 grados. Según la ruta, la entrada había sido por la ciudad mexicana de Nuevo Laredo, en el Estado de Tamaulipas, foco del crimen organizado. Pero el origen de los migrantes es más lejano todavía. Entre los fallecidos, 27 eran mexicanos. Varios, de Estados sureños como Oaxaca. O más lejos aún: hondureños, guatemaltecos y salvadoreños.
El hermetismo ha marcado la comunicación de las autoridades desde el día de la tragedia, alimentando rumores sobre la identidad de los migrantes. La agencia estadounidense The Associated Press ha podido confirmar que entre las víctimas había dos niños guatemaltecos, Wilmer Tulul y Pascual Melvin Guachiac, de 13 años. “Mamá, ya estamos saliendo”, fue el último mensaje que recibió la familia. Los menores, que eran primos, partieron el 14 de junio de la comunidad de Tzucubal, en el suroeste montañoso del país centroamericano. Su objetivo era llegar a Houston, donde les estaban esperando familiares. Según la misma información, el padre de uno de los chicos había pagado 3.000 dólares a un coyote, la figura de las mafias dedicada al contrabando de personas. Aún faltaba por pagar otros 3.000, una vez llegaran a su destino.
La investigación en marcha, que ya se ha cobrado cuatro detenidos, no ha dejado claro si los migrantes llegaron a cruzar la frontera dentro del camión. El patrón más común suele ser que, pese a haber atravesado México dentro de los tráileres, los hagan bajarse un poco antes para pasar al otro lado a pie por alguna zona poco vigilada del territorio semidesértico que comparten ambos países. Y una vez en suelo estadounidense, superado el control fronterizo, acuerden con el coyote la vuelta al camión para llegar hasta alguna de las grandes ciudades. El tráiler con las 67 personas pasó, en todo caso, dos controles, que se extienden durante los primeros 100 kilómetros de territorio texano. El Gobernador del Estado, el republicano Greg Abbott, se justificó el miércoles diciendo que “la patrulla fronteriza no tiene recursos para inspeccionar todos los camiones”. Timothy Tubbs, exdirector de policía en Laredo (Estados Unidos), dijo a la prensa local que los criminales suelen rociar de especias y sazonadores de alimentos a los migrantes para camuflar el olor ante los perros de los agentes.
Tampoco está claro a qué hora llegó el camión a la carretera donde fue encontrado, una desviación solitaria de la autopista principal. A las 17:55, la policía recibió una llamada al teléfono de emergencias. El dueño de un taller mecánico de un polígono cercano a la carretera contó a este diario, el día después de la tragedia, que otro de los trabajadores fue quien avisó a la policía: “Cuando iba al trabajo se encontró con el tráiler allí parado. Se acercó y escuchó gritos de auxilio en español desde dentro del remolque. Se asustó y llamó a emergencias”. Las autoridades creen que el conductor debió tener alguna avería y decidió abandonar el vehículo. De hecho, fue arrestado cuando huía a pie del lugar e intentó hacerse pasar por uno de los migrantes. El conductor es uno de los cuatro detenidos, que han sido acusados de tráfico de personas y pueden llegar a ser sentenciados a pena de muerte.
Más tráileres, menos trenes
El uso de camiones de carga para el tráfico de personas por parte del crimen organizado es cada vez más habitual. Sobre todo después del endurecimiento de los controles en las líneas del tren de mercancías que cruza México hacia al norte, apodado explícitamente La Bestia. En 2014, un acuerdo conjunto entre los gobiernos de Barack Obama y Enrique Peña Nieto concentró los esfuerzos en taponar esa vía. “Se construyeron muros, se puso más policía e incluso se aumentó la velocidad del tren para que la gente no pudiera subir o bajar con facilidad”, explica Gretchen Kuhner, directora del Instituto para las Mujeres en la Migración. Las cifras son elocuentes. De 2014 a 2017, los casos de tráfico de migrantes en camiones de carga que salieron a la luz en EE UU pasaron de apenas 20 a rozar los 100, según una recopilación del Strauss Center de Austin.
En 2017, precisamente, un camión con 39 migrantes fue encontrado en el aparcamiento de un centro comercial en San Antonio. Murieron 10 personas. “Esto demuestra que cuando pones más restricciones, la gente se ve obligada a buscar opciones más peligrosas”, resume Kuhner. Desde entonces, los gobiernos tanto de Estados Unidos como de México han endurecido aún más los controles en la frontera.
Hace tres años, el Ejecutivo de Andrés Manuel López Obrador aprobó que las compañías de autobuses solicitaran el documento migratorio a sus clientes antes de comprar los boletos. Otra medida de excepción, el llamado Título 42, justificada esta vez por la pandemia, permite a EE UU desde hace dos años la devolución inmediata de migrantes sin papeles a la orilla mexicana.
Paradójicamente, este mecanismo de vía rápida y que no deporta a sus países de origen a los migrantes ha incentivado, según las organizaciones de derechos humanos, que las personas busquen volver a intentarlo con insistencia. En el mes de mayo se rompieron todos los registros de entradas ilegales al país con más de 239.000 travesías. Los golpes originados por la pandemia han provocado también movimientos en los patrones migratorios. Los mexicanos habían reducido casi al mínimo sus entradas indocumentadas en el país vecino. En el último año, sin embargo, se han duplicado. Y los cruces siguen subiendo, como mostró la tragedia de esta semana, donde casi de la mitad de las personas ocultas en el remolque del camión eran mexicanas.
Sigue toda la información internacional en Facebook y Twitter, o en nuestra newsletter semanal.